Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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11 noviembre 2007

Preparativos

Tenía ya algo de "mono" de no escribir y hoy domingo me he levantado temprano (casi siempre lo hago aunque sea fin de semana), he desayunado, fregado los restos de la cena de ayer y me he sentado a escribir un ratito antes de ponerme con mis tareas propias de albañil y editora... Si, si, también de albañil. Es una de mis aficiones ocultas pero bastante acorde con mi carácter autodidacta y perfeccionista (asquerosamente).

En mi casa me lo hago todo, ya sea obra, electricidad o lo que sea. Obra grande no, por supuesto, hasta ahí no llego, pero lo mismo levanto un tabique y lo enluzco que alicato o pinto, hago una encimera o pongo un suelo. Son retos que me gusta superar y que, además, me liberan de un montón de estrés. También lo hago en la casa de José Mayoral cuando vengo los fines de semana (hoy estoy aquí disfrutando del aire limpio de La Mancha). Es una casa de pueblo enorme y la está rehabilitando. Yo le ayudo y disfruto como una enana.

Pero lo que en verdad me está ocupando estos días es completar las ediciones para llevar a México. He estado metida en la elaboración de un catálogo de la editorial para llevarnos. Incluye todas las ediciones que se han hecho con imágenes de cada una de ellas. Creo que ha quedado bastante bonito y digno si tenemos en cuenta que lo he hecho con los medios que tengo en casa. Tenía rota la impresora, así que, deprisa y corriendo, me he tenido que comprar una nueva que la verdad es que imprime que es una gloria, con una calidad bastante buena tanto en foto como en texto. Es una manera de ahorrar en impresión, que cada vez es más cara, más aún cuando para que salgan con calidad las imágenes lo hago en digital. En imprenta normal no puedo encargar nada porque el número de ejemplares que sacamos impide obtener un precio económico. Hay que buscarse la vida intentando conseguir un precio asequible mermando lo mínimo posible la calidad. Me consoló mucho cuando me enteré que Mario Munik se autoedita todas sus obras, él solito, en su taller casero de edición. Así que no me quejo: me lo trabajo y el resultado es apreciable.

Ahora estoy preparando la carátula de un CD de poesía musicada (recital poético con música de acompañamiento). Los autores on unos chavales gallegos de poco más de 20 años, David y Jorge. Uno compone y recita los poemas y el otro compone la música y toca la guitarra. Son unos currantes de cuidado y lo hacen muy bien. Quizá la poesía sea muy sentimental, poco libre y rompedora, pero a mí me gusta mucho lo que hacen y cómo lo hacen, sobre todo la ilusión y la profesionalidad que ponen en su trabajo. Por eso, al enterarme que estaban preparando nuevas cosas les he propuesto editarlos bajo el sello de Diógenes Internacional. Y aquí estoy, preparando la carátula, que espero quede curiosa. Estoy convencida que es un tipo de composiciones que a los mexicanos les va a encantar. Y a los españoles también.

No puedo negar que estoy expectante con el viaje al otro lado del charco. Me ilusiona tanto participar en el encuentro de editores como la visita a México en sí. He tenido la suerte de poder viajar por muchas partes del mundo, a las más lejanas cuando estuve casada porque mi ex tenía pelas y a otras más cercanas por motivos de trabajo, pero me he dado cuenta de que la edad también es un grado para saber disfrutar de lo nuevo. La tranquilidad espiritual que te dan los años (también otras muchas cosas que voy citando cuando escribo) te permite captar con mucha más sensibilidad todo cuanto la vista es capaz de percibir, no sólo de abarcar. Cuando era más joven (porque lo sigo siendo, eh?), mis centrifugados mentales me ocupaban tanto espacio en el cerebro que me impedían captar la esencia de lo que pasaba a mi alrededor. Iba por el mundo como si fuese algo "zombi", nada me interesaba tanto como pasarme el día mirándome el ombligo y claro, la vida se me iba pasando como una sucesión de imágenes sin demasiado sentido, como si fuese una viajera de avión encajada entre el cielo y las nubes, inmovilizada en mi asiento y con una visión limitada a los más o menos cuarenta centímetros de ventanilla. No veía más allá de las cosas. Ahora, sin embargo, cualquier detalle, por pequeño que sea me hace detenerme y observarlo con pasión. Es como si quisiera beberme la vida, pero no a grandes tragos sino en pequeños sorbos, para saborearla mejor, para deleitarme con ella.

Gabriela Juárez, la mujer que nos ha invitado a participar en el encuentro de Guadalajara, es una tipa curiosa y estupenda. La conocí en el encuentro de EDITA de este año, en Punta Umbría (Huelva). Ella venía en representación de su librería El Aguaje, ubicada en el centro de Guadalajara. No traté mucho con ella esos días, pero al final del encuentro, su organizador, Uberto Stabile, me pidió que la trajera a Madrid porque después debía asistir a otro encuentro en Gijón y tenía por medio unos días sin nada que hacer, lo que podía aprovechar para conocer Madrid. De lo que no me avisó era de que Gabriela se había quedado apenas sin un duro y no podía pagarse una estancia de una semana, como poco, en esta nuestra carísima capital. Así que el "campamento de refugiados" que es mi casa, cuando los acontecimientos así lo requieren, sirvió para tener de invitada a Gabriela. Y descubrí a una persona deliciosa, tan deliciosa que, no sabiendo cómo agradecer su acogimiento, pensó que invitando a Diógenes Internacional a Guadalajara compensaba el detalle, aparte de saber el gran cariño que nos ha cogido. No sabe ella, creo, que su correspondencia es, para mí, mucho mayor que el pequeño detalle que yo pude tener con ella. Para mí no supuso ningún esfuerzo tenerla en casa, pero sé que ella lo entendió como algo "extraordinario" ya que apenas nos conocíamos. Lo que quizá tampoco sabe ella es que conocer a otras personas, poder abrirles las puertas de tu casa y de tu amistad, es un lujo para el que lo hace que no tiene precio. Ya forma parte de lo que yo llamo mi gente, esas personas a las que dejo habitar por el tiempo que ellas quieran en un rinconcito de mi corazón (todavía queda espacio para muchos más). El corazón, en su acepción sentimental, no tiene límites, no debe tener límites. Eso pienso.

Así que vuelvo a mis quehaceres una vez que he satisfecho mi "mono" de blog, pero prometo que vuelvo antes de marcharme el día 21.

Corazón y poesía.

FOTOLIA