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Bitácora de Isabel Huete
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17 junio 2009
Paseo por la luz
La luz definitiva es ésa que ha dejado escrito que mi teta no
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Luces y poesía.
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Isabel Huete
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05 junio 2009
Teta's Power-3: Epílogo
Mi teta, algo disminuidilla, me ha comentado que está alucinada por el interés que ha despertado... :)
Y es que, todo hay que decirlo, me he sentido tan mimada y animada por mis visitantes y amigos/as que me siento apabullada. Desde esta pequeña ventana quiero agradeceros públicamente vuestro interés con todo el cariño del mundo mundial. La vida no deja de sorprenderme y de ser generosa conmigo. Buen rollito.
Resumiré mi nueva experiencia como si fuera una peli en avance rápido porque estas cosas son para repasarlas sin detenerse en demasiados detalles, al menos así lo creo yo y no precisamente porque me produzcan ninguna grima sino porque, como ya he dicho en otras ocasiones, no hay que pararse mucho tiempo en lo pasado sino mirar al frente para aseguir avanzando. No, no es que sea una tragamillas, pero tampoco quiero convertirme en estatua de sal; lo mío tira más hacia el dulce, sobre todo si contiene chocolate.
02:00 p.m.: ¡Joder, me he olvidado de ir a sellar el volante de la operación! Para no llegar tarde cojo al taxista más joven, inexperto y lento de todo Madrid.
02:50 p.m.: ¿Ha traído las pruebas? ¿Qué pruebas? Las que le han hecho para la operación. Nadie me dijo que las trajera. Pues no la podemos operar sin ellas. Anda, caballero andante, cógete un taxi y búscame en el mueble de la habitación una carpeta azul de plástico y traémela. Vale, colega.
03:00 p.m.: Habitación guay. Hambre, sudor y sin lágrimas. Acuéstese y espere a que vengan a buscarla. Pongo la tele para que pasen el tiempo y el hambre mejor.
05:30 p.m.: Viene el celador y me pide algo en un idioma que no entiendo. Al final comprendo que es sordomudo o algo así y no puede pronunciar bien. Caballero andante sí lo entiende y le da los dichosos papeles. Fernando Alonso no me hubiese llevado a más velocidad por los corredores. Paso ante gente que me mira con conmiseración y yo les saludo con la mano a lo Lady Di. Son mis minutos de gloria...
05:35 p.m.: Me aparca en una especie de parking de camas, antesala de los quirófanos. Las otras camas están vacías y mirando a mi alrededor pienso que parece la puerta del cielo: todo limpito y pintado en un azul clarito muy logrado. Un tipo vestido de verde se acerca a mí y me coge la mano con afecto. ¿Eres el anestesista? Me suelta la mano con cierta brusquedad y se le borra la sonrisa. No, no soy el anestesista. Creo que es un cirujano al que le ha sentado como un rayo que le confundiera con el pinchadrogas. ¡Un jilipollas!, pienso y no lo digo. Trasiego de enfermeras médicos y demás especímenes sanitarios. En la puerta de los quirófanos la señal de peligro de radiación en verde, ¿querrá decir que en los quirófanos no están contaminados? No lo sé porque no llevo las gafas y lo veo todo borroso. Me dan ganas de preguntar pero no lo hago para que no me llamen cateta.
05:50 p.m.: Sacan a una operada y me meten en la sala no contaminada. Focos y mesa de operaciones dura como una piedra. ¿Una almohadita, porfa, para mis cervicales? Sí, hay almohadita para mí. Me quieren pinchar en la mano o en la muñeca y protesto. Duele un huevo ahí. Aparece un hombrecillo de verde con un pañuelo en la cabeza anudado a lo pirata, de colorines y con dibujos de patitos y bichitos varios. Los anestesistas siempre son los más estrafalarios, supongo que es porque les pone eso de las adormideras. Con esas pintas no me extraña que al cirujano que me cogió la mano le fastidiara que lo confundiera... Me pincha a la altura del codo, donde yo quería. Le comento que lo que menos me gusta es no poderme resistir a la anestesia. Eso pasa cuando uno se droga, me contesta. Graciosillo, ¿eh? Luego me dice que piense en algo bonito. No se me ocurre nada y me voy al otro barrio en dos segundos.
06:15 p.m.: Abro los ojos sobresaltada, como si no supiera qué ha pasado. Ya está hecho, me dice mi ginecólogo, ha salido todo perfecto. Mi boca está más seca y rasposa que el esparto. Tengo mucho sueño y todo me da vueltas. La cara del anestesista cerca de la mía. ¿He roncado mucho? No, en absoluto. Menos mal, pienso. Era una de las cosas que más temía. Coquetería hasta el final. Fitipaldi me devuelve a la habitación a la misma velocidad que antes. Veo pasar las puertas a toda leche pero no sé si es por la velicidad o por el globo que llevo encima.
06:30 p.m: Ya en la habitación una enfermera me dice que no puedo ni dormirme ni beber agua en una hora. La hora más larga de mi vida y además tengo un hambre de loba. En el gotero un analgésico que me da todavía más sueño. Me paso la hora cabeceando a izquierda y derecha para evitar el sueño. Me acuerdo de la tortura de impedir el sueño aunque sé que esto no se le parece ni lo más mínimo, por suerte.
07:35 p.m.: Por fin una botellita de agua para la nena. La bebo con fruición. ¿Y comer? Más tarde. ¿Has hecho pis? No. Pues intenta hacerlo porque si no tendremos que sondarte. Ante esa posibilidad me siento en el váter hasta que consigo hacerlo. La última sonda que me pusieron me produjo una cistitis de tal calibre que me tuvieron que ingresar durante una semana. No me pillarán en otra. Hay que batallar contra lo que una no quiere. Me visita mi ginecólogo y me dice que el quiste era bastante grande pero cree que es un hamartoma (¡vaya palabreja!) como se había diagnosticado y, por tanto, inocuo. Para más seguridad hay que esperar al informe de Anatomía Patológica. Es el protocolo y me parece lo normal. No me preocupa. No hay ganglios que hagan sospechar nada malo. Por la mañana ya me puedo largar a casita.
09:00 p.m.: Bandeja con cenita. Dieta blanda. Vale. Sopa de estrellas sin sal. ¿Un poco de sal? Dos sobrecitos. Tacos de patatas, cocidas antes de que los conquistadores las trajeran de las Américas, con zanahorias y dos trocitos de puerro. Me lo zampo como si fueran angulas de aguinaga o caviar iraní, pata negra. Catorce años de internado es una mili muy larga y me como lo que me echen, y si hay hambre no digamos. El flan de postre es malo con ganas pero a mí me sabe a tocinillo de cielo. Un fiestorro.
10:30 p.m.: Me duermo como una bendita aunque me mantengo vigilante toda la noche para no doblar el brazo en el que tengo puesta la vía. Menos mal que me muevo poco.
11:55 p.m.: Me despiertan para preguntarme si quiero un zumito de naranja o de piña y suelto toda la retahíla de maldiciones imaginables, ¡panda espabilaos! Ya que me han despertado, me tomo uno de naranja. No está mal pero sigo soltando maldiciones. Me vuelvo a dormir.
07:15 a.m.: Desayuno , por decir algo. Intentan ahorrar costes y se nota que no son ellos los destinatarios de semejante bazofia. Sueño con un croisant y un buen café. Ya queda poco.
08:30 a.m.: Última dosis en vena de analgésico. Debe de ser otra droga porque me duermo aunque no quiera. Me gustaría saber qué guarrería me han puesto pero me da pereza levantarme para leer lo que pone en la bolsita colgada sobre mi cabeza. ¡Que le den!
10:40 a.m.: Llega una doctora muy amable y me dice que me puedo ir cuando quiera. Antes de que acabe ya estoy vestida, ni siquiera me detengo a lavarme los dientes y a peinarme. Me enjuago la boca y me echo el pelo para atrás con los dedos. Ya habrá tiempo de ponerme guapa en casa.
12:00 a.m.: Desayudo en la cafetería de enfrente del Hospital. Eso sí que es pura delicatessen pero estoy medio borracha todavía a causa del analgésico. Me voy a casa a tumbarme a ver si se me pasa. Por la tarde ya estoy casi recuperada. No me duele nada ni echo de menos el hospital, lo cual me parece muy sano. Hice lo que tenía que hacer y ya pasó todo.
Ahora, a otra cosa mariposa.
Y es que, todo hay que decirlo, me he sentido tan mimada y animada por mis visitantes y amigos/as que me siento apabullada. Desde esta pequeña ventana quiero agradeceros públicamente vuestro interés con todo el cariño del mundo mundial. La vida no deja de sorprenderme y de ser generosa conmigo. Buen rollito.
Resumiré mi nueva experiencia como si fuera una peli en avance rápido porque estas cosas son para repasarlas sin detenerse en demasiados detalles, al menos así lo creo yo y no precisamente porque me produzcan ninguna grima sino porque, como ya he dicho en otras ocasiones, no hay que pararse mucho tiempo en lo pasado sino mirar al frente para aseguir avanzando. No, no es que sea una tragamillas, pero tampoco quiero convertirme en estatua de sal; lo mío tira más hacia el dulce, sobre todo si contiene chocolate.
02:00 p.m.: ¡Joder, me he olvidado de ir a sellar el volante de la operación! Para no llegar tarde cojo al taxista más joven, inexperto y lento de todo Madrid.
02:50 p.m.: ¿Ha traído las pruebas? ¿Qué pruebas? Las que le han hecho para la operación. Nadie me dijo que las trajera. Pues no la podemos operar sin ellas. Anda, caballero andante, cógete un taxi y búscame en el mueble de la habitación una carpeta azul de plástico y traémela. Vale, colega.
03:00 p.m.: Habitación guay. Hambre, sudor y sin lágrimas. Acuéstese y espere a que vengan a buscarla. Pongo la tele para que pasen el tiempo y el hambre mejor.
05:30 p.m.: Viene el celador y me pide algo en un idioma que no entiendo. Al final comprendo que es sordomudo o algo así y no puede pronunciar bien. Caballero andante sí lo entiende y le da los dichosos papeles. Fernando Alonso no me hubiese llevado a más velocidad por los corredores. Paso ante gente que me mira con conmiseración y yo les saludo con la mano a lo Lady Di. Son mis minutos de gloria...
05:35 p.m.: Me aparca en una especie de parking de camas, antesala de los quirófanos. Las otras camas están vacías y mirando a mi alrededor pienso que parece la puerta del cielo: todo limpito y pintado en un azul clarito muy logrado. Un tipo vestido de verde se acerca a mí y me coge la mano con afecto. ¿Eres el anestesista? Me suelta la mano con cierta brusquedad y se le borra la sonrisa. No, no soy el anestesista. Creo que es un cirujano al que le ha sentado como un rayo que le confundiera con el pinchadrogas. ¡Un jilipollas!, pienso y no lo digo. Trasiego de enfermeras médicos y demás especímenes sanitarios. En la puerta de los quirófanos la señal de peligro de radiación en verde, ¿querrá decir que en los quirófanos no están contaminados? No lo sé porque no llevo las gafas y lo veo todo borroso. Me dan ganas de preguntar pero no lo hago para que no me llamen cateta.
05:50 p.m.: Sacan a una operada y me meten en la sala no contaminada. Focos y mesa de operaciones dura como una piedra. ¿Una almohadita, porfa, para mis cervicales? Sí, hay almohadita para mí. Me quieren pinchar en la mano o en la muñeca y protesto. Duele un huevo ahí. Aparece un hombrecillo de verde con un pañuelo en la cabeza anudado a lo pirata, de colorines y con dibujos de patitos y bichitos varios. Los anestesistas siempre son los más estrafalarios, supongo que es porque les pone eso de las adormideras. Con esas pintas no me extraña que al cirujano que me cogió la mano le fastidiara que lo confundiera... Me pincha a la altura del codo, donde yo quería. Le comento que lo que menos me gusta es no poderme resistir a la anestesia. Eso pasa cuando uno se droga, me contesta. Graciosillo, ¿eh? Luego me dice que piense en algo bonito. No se me ocurre nada y me voy al otro barrio en dos segundos.
06:15 p.m.: Abro los ojos sobresaltada, como si no supiera qué ha pasado. Ya está hecho, me dice mi ginecólogo, ha salido todo perfecto. Mi boca está más seca y rasposa que el esparto. Tengo mucho sueño y todo me da vueltas. La cara del anestesista cerca de la mía. ¿He roncado mucho? No, en absoluto. Menos mal, pienso. Era una de las cosas que más temía. Coquetería hasta el final. Fitipaldi me devuelve a la habitación a la misma velocidad que antes. Veo pasar las puertas a toda leche pero no sé si es por la velicidad o por el globo que llevo encima.
06:30 p.m: Ya en la habitación una enfermera me dice que no puedo ni dormirme ni beber agua en una hora. La hora más larga de mi vida y además tengo un hambre de loba. En el gotero un analgésico que me da todavía más sueño. Me paso la hora cabeceando a izquierda y derecha para evitar el sueño. Me acuerdo de la tortura de impedir el sueño aunque sé que esto no se le parece ni lo más mínimo, por suerte.
07:35 p.m.: Por fin una botellita de agua para la nena. La bebo con fruición. ¿Y comer? Más tarde. ¿Has hecho pis? No. Pues intenta hacerlo porque si no tendremos que sondarte. Ante esa posibilidad me siento en el váter hasta que consigo hacerlo. La última sonda que me pusieron me produjo una cistitis de tal calibre que me tuvieron que ingresar durante una semana. No me pillarán en otra. Hay que batallar contra lo que una no quiere. Me visita mi ginecólogo y me dice que el quiste era bastante grande pero cree que es un hamartoma (¡vaya palabreja!) como se había diagnosticado y, por tanto, inocuo. Para más seguridad hay que esperar al informe de Anatomía Patológica. Es el protocolo y me parece lo normal. No me preocupa. No hay ganglios que hagan sospechar nada malo. Por la mañana ya me puedo largar a casita.
09:00 p.m.: Bandeja con cenita. Dieta blanda. Vale. Sopa de estrellas sin sal. ¿Un poco de sal? Dos sobrecitos. Tacos de patatas, cocidas antes de que los conquistadores las trajeran de las Américas, con zanahorias y dos trocitos de puerro. Me lo zampo como si fueran angulas de aguinaga o caviar iraní, pata negra. Catorce años de internado es una mili muy larga y me como lo que me echen, y si hay hambre no digamos. El flan de postre es malo con ganas pero a mí me sabe a tocinillo de cielo. Un fiestorro.
10:30 p.m.: Me duermo como una bendita aunque me mantengo vigilante toda la noche para no doblar el brazo en el que tengo puesta la vía. Menos mal que me muevo poco.
11:55 p.m.: Me despiertan para preguntarme si quiero un zumito de naranja o de piña y suelto toda la retahíla de maldiciones imaginables, ¡panda espabilaos! Ya que me han despertado, me tomo uno de naranja. No está mal pero sigo soltando maldiciones. Me vuelvo a dormir.
07:15 a.m.: Desayuno , por decir algo. Intentan ahorrar costes y se nota que no son ellos los destinatarios de semejante bazofia. Sueño con un croisant y un buen café. Ya queda poco.
08:30 a.m.: Última dosis en vena de analgésico. Debe de ser otra droga porque me duermo aunque no quiera. Me gustaría saber qué guarrería me han puesto pero me da pereza levantarme para leer lo que pone en la bolsita colgada sobre mi cabeza. ¡Que le den!
10:40 a.m.: Llega una doctora muy amable y me dice que me puedo ir cuando quiera. Antes de que acabe ya estoy vestida, ni siquiera me detengo a lavarme los dientes y a peinarme. Me enjuago la boca y me echo el pelo para atrás con los dedos. Ya habrá tiempo de ponerme guapa en casa.
12:00 a.m.: Desayudo en la cafetería de enfrente del Hospital. Eso sí que es pura delicatessen pero estoy medio borracha todavía a causa del analgésico. Me voy a casa a tumbarme a ver si se me pasa. Por la tarde ya estoy casi recuperada. No me duele nada ni echo de menos el hospital, lo cual me parece muy sano. Hice lo que tenía que hacer y ya pasó todo.
Ahora, a otra cosa mariposa.

Nota: las horas son aproximadas, no estoy tan pa'llá... :)
Experiencia y poesía.
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Isabel Huete
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Etiquetas: amigos blogueros/as, Hartinoma, Hospital de San Rafael, Teta's Power, Tetas
01 junio 2009
Teta's Power
Otra vez al dichoso quirófano, otra vez a quedarme en ayunas durante seis o siete horas antes de la operación, otra vez a vestirme de verde con gorrito incuído, otra vez a ver enfilar la aguja hacia una de mis venas, otra vez a sumirme en la nada, otra vez a despertarme con la borrachera de la anestesia y otra vez a esperar a que unas pinzas extraigan los puntos como si fueran pequeños gusanos incrustados en mi pecho.
Otra vez a someterme a la violencia de lo inevitable como un conejillo de indias o como uno de esos monitos a los que han clonado tiñéndoles las extremidades de verde, supongo que para que nadie los confunda, con el fin de convertirlos en víctimas del progreso de la ciencia. No existe más peligro que el de lo inesperado ni más beneficio que el de perder una mínima porción del cuerpo que ha decidido romper las reglas del juego y desarrollarse por su cuenta. No es maligno ni tiene otras pretensiones que sentir el placer de la penetración del bisturí para ser extraído y, de paso, fastidiar a quien ha elegido para instalarse.
No tengo miedo, sólo me invade el hastío de tener que pasar por unos protocolos que están hechos para evitarte el descanso y arrancarte unas cuantas horas de consciencia, como si esas horas no fueran imprescindibles para seguir mamando de la vida. Los tumores benignos tienen eso, que si no los atacas se ofenden y empiezan a rezumar mala baba, de la que se va extendiendo por todo el cuerpo y lo carcome hasta dejarlo como una alita de pollo mordisqueada.
Una no cree demasiado en estas cosas, ni en otras, pero el por si acaso es una llave que abre todas las cerraduras y me enseñaron a llevarla siempre colgada de el cuello como una soga que en cualquier momento puede partírmelo si no sé manejarla como corresponde. Son los inconvenientes de nacer en una familia de hipocrondríacos a los que los miedos no les han servido de nada, y eso que a mí me desaparecieron todos cuando me diagnosticaron el cáncer porque sabes que si no te mueres de ésa es que ya no te mueres de nada, hasta que te toque…
Curioso que ese día dé la casualidad de que hubiese sido el santo de mi madre -Sta. Clotilde, reina de los francos- y seguro que ella no habría faltado a mi cita con el bisturí, como lo hizo antes y como lo hizo siempre, y después lo hubiésemos celebrado tomando un granizado de limón en una terraza de la Pl. de Santa Ana o yéndonos a comer cosas ricas a algún restaurante de esos que son prohibitivos para mi bolsillo pero no lo eran para el de ella, mi inolvidable pijotona.
Pero como ella no está, me consuelo sabiendo que Inés Matute se ha erigido en Presidenta del Teta’s Power, al que cualquiera se puede adherir si carece prejuicios y le sobra sentido del humor. Razón: AQUÍ (¡ojo al pinchar que igual os quedáis dentro!).
Me rechiflo de mí misma porque en el fondo me importa un pimiento que el miércoles me operen para quitarme un tumor benigno de la teta izquierda. Sólo me fastidia perder un día en el que quizá el canto de los pájaros sea más hermoso que nunca y yo seguramente no podré escucharlo.

Teta’s power y poesía.
Otra vez a someterme a la violencia de lo inevitable como un conejillo de indias o como uno de esos monitos a los que han clonado tiñéndoles las extremidades de verde, supongo que para que nadie los confunda, con el fin de convertirlos en víctimas del progreso de la ciencia. No existe más peligro que el de lo inesperado ni más beneficio que el de perder una mínima porción del cuerpo que ha decidido romper las reglas del juego y desarrollarse por su cuenta. No es maligno ni tiene otras pretensiones que sentir el placer de la penetración del bisturí para ser extraído y, de paso, fastidiar a quien ha elegido para instalarse.
No tengo miedo, sólo me invade el hastío de tener que pasar por unos protocolos que están hechos para evitarte el descanso y arrancarte unas cuantas horas de consciencia, como si esas horas no fueran imprescindibles para seguir mamando de la vida. Los tumores benignos tienen eso, que si no los atacas se ofenden y empiezan a rezumar mala baba, de la que se va extendiendo por todo el cuerpo y lo carcome hasta dejarlo como una alita de pollo mordisqueada.
Una no cree demasiado en estas cosas, ni en otras, pero el por si acaso es una llave que abre todas las cerraduras y me enseñaron a llevarla siempre colgada de el cuello como una soga que en cualquier momento puede partírmelo si no sé manejarla como corresponde. Son los inconvenientes de nacer en una familia de hipocrondríacos a los que los miedos no les han servido de nada, y eso que a mí me desaparecieron todos cuando me diagnosticaron el cáncer porque sabes que si no te mueres de ésa es que ya no te mueres de nada, hasta que te toque…
Curioso que ese día dé la casualidad de que hubiese sido el santo de mi madre -Sta. Clotilde, reina de los francos- y seguro que ella no habría faltado a mi cita con el bisturí, como lo hizo antes y como lo hizo siempre, y después lo hubiésemos celebrado tomando un granizado de limón en una terraza de la Pl. de Santa Ana o yéndonos a comer cosas ricas a algún restaurante de esos que son prohibitivos para mi bolsillo pero no lo eran para el de ella, mi inolvidable pijotona.
Pero como ella no está, me consuelo sabiendo que Inés Matute se ha erigido en Presidenta del Teta’s Power, al que cualquiera se puede adherir si carece prejuicios y le sobra sentido del humor. Razón: AQUÍ (¡ojo al pinchar que igual os quedáis dentro!).
Me rechiflo de mí misma porque en el fondo me importa un pimiento que el miércoles me operen para quitarme un tumor benigno de la teta izquierda. Sólo me fastidia perder un día en el que quizá el canto de los pájaros sea más hermoso que nunca y yo seguramente no podré escucharlo.

Teta’s power y poesía.
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Etiquetas: Inés Matute, mi mami, Teta's Power, Tetas
25 abril 2009
Mamáááááá!!
Pues sí, las cosas van y vienen a un ritmo frenético. Haber solucionado mi problema laboral ha implicado más tiempo de trabajo, lo que cual no me importa porque estoy encantada con mis nuevas tareas y con la gente que me rodea, pero eso significa menos tiempo para mí y mis pasiones (que son las suficientes como para que no pueda abarcarlas todas con la intensidad con la que acostumbro a hacerlo), aparte de que se me han juntado dos o tres cosillas más, como es mi revisión del cáncer cada ocho meses, las pruebas del preoperatorio para quitarme el quiste benigno de la teta (¿os acordáis los visitadores/as más antiguo de mi blog?) que me descubrieron hace un año, la preparación del viaje a EDITA en Punta Umbría (Huelva) y organización de la venida de los escritores y editores mexicanos amigos, que primero pasan por Madrid y, por supuesto, por mi casa los que quepan.
También estoy preparando el prólogo del nuevo libro de cuentos de Sergio Cuateco, que me lo ha pedido encarecidamente y con esa delicadeza tan característica de todos ellos/as, así como la corrección de estilo, que no es moco de pavo porque escribe tal cual hablan, en el más puro argot, lo cual me parece perfecto y digno de respeto, pero en algunas ocasiones es complicado no meter la tecla porque para un lector español puede llegar a ser ininteligible. Me ha dado total libertad, así que conservando los nombres de las cosas que en el lenguaje popular utilizan y las expresiones más típicas, me he metido a fondo con la parte gramatical. Y es que los mexicanos se comen un montón de preposiciones y conjunciones y el tiempo de los verbos son utilizados de forma un tanto heterodoxa. N`ombre, ¡pinche libro ha escrito el güey Cuateco! Cuenta un chingo de historias en las que habla de batos, de carrujos de marihuana que huelen a mota, de amanecer hasta el chongo, de morras que hacen güeyes a los novios, compas que son buen pedo y terminan dándoles pa’sus tunas a los amigos, güeys que están briagos, mujeres mensas o sonsas esperando un llamado, prostitutas de grandes ligas, de la migra que está culera, de ir de grapa, del pinche congal, de pinche pito guango, no tocar (instrumento musical) ni madre y cantar pa’ la chingada… En fin, que una cosa es el castellano puro y duro, común a todos y que pocos lo hablamos con la corrección obligada, y otra muy diferente es la incorporación de palabros en cada país que nadie, o casi nadie que no haya nacido en él, entiende.
Por cierto, de lo de mi cáncer, todo sigue sin problemas. Ya son seis años resistiendo y espero que sean muchos más. Soy una enferma crónica que ni se siente ni cree que esté enferma y mucho menos crónica. También soy de las que cree que se pueden ganar las batallas si uno se lo propone; quizá no sea un axioma irrefutable pero hay muchas más probabilidades de que se cumpla si uno confía en ello que si se pasa el día lamentándose.
Ritmazo y poesía.
También estoy preparando el prólogo del nuevo libro de cuentos de Sergio Cuateco, que me lo ha pedido encarecidamente y con esa delicadeza tan característica de todos ellos/as, así como la corrección de estilo, que no es moco de pavo porque escribe tal cual hablan, en el más puro argot, lo cual me parece perfecto y digno de respeto, pero en algunas ocasiones es complicado no meter la tecla porque para un lector español puede llegar a ser ininteligible. Me ha dado total libertad, así que conservando los nombres de las cosas que en el lenguaje popular utilizan y las expresiones más típicas, me he metido a fondo con la parte gramatical. Y es que los mexicanos se comen un montón de preposiciones y conjunciones y el tiempo de los verbos son utilizados de forma un tanto heterodoxa. N`ombre, ¡pinche libro ha escrito el güey Cuateco! Cuenta un chingo de historias en las que habla de batos, de carrujos de marihuana que huelen a mota, de amanecer hasta el chongo, de morras que hacen güeyes a los novios, compas que son buen pedo y terminan dándoles pa’sus tunas a los amigos, güeys que están briagos, mujeres mensas o sonsas esperando un llamado, prostitutas de grandes ligas, de la migra que está culera, de ir de grapa, del pinche congal, de pinche pito guango, no tocar (instrumento musical) ni madre y cantar pa’ la chingada… En fin, que una cosa es el castellano puro y duro, común a todos y que pocos lo hablamos con la corrección obligada, y otra muy diferente es la incorporación de palabros en cada país que nadie, o casi nadie que no haya nacido en él, entiende.
Por cierto, de lo de mi cáncer, todo sigue sin problemas. Ya son seis años resistiendo y espero que sean muchos más. Soy una enferma crónica que ni se siente ni cree que esté enferma y mucho menos crónica. También soy de las que cree que se pueden ganar las batallas si uno se lo propone; quizá no sea un axioma irrefutable pero hay muchas más probabilidades de que se cumpla si uno confía en ello que si se pasa el día lamentándose.
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Etiquetas: cáncer, EDITA, Julien Dupré, Sergio Cuateco, Tetas, trabajo
10 abril 2008
¿Y qué son las tetas?
Pues las tetas no son sólo protuberancias carnosas con aureola y pezón y objeto -y sujeto- de deseo de muchas personas. No hay dos tetas iguales ni dos personas con tetas idénticas. Son parte de las señas de identidad de cada uno/a y probablemente mucho menos susceptibles de ser falsificadas que los DNI. Las tetas, en el caso de las mujeres, son la primera piel que se mezcla con la de otro cuerpo, las que primero se entregan (y aplastan), lo primero que se mira y que desean tocar las manos del otro. Las tetas son una de las partes del cuerpo más besadas, chupadas y succionadas. Las tetas pueden ser provocadoras, ¿o provocativas?, y también fuente de tremendas frustraciones. Las tetas son capaces de amar por sí solas, y de odiar no mostrándose al deseoso.
A las tetas femeninas las siguen comparando con carretas de forma bastante desafortunada y hortera. Son denominadas con palabras ridículas, casi siempre utilizando símiles frutícolas, en unos casos por el pudor que todavía produce llamarlas por su nombre y, en otros, por chulería y menosprecio a la belleza; también para esconder la admiración que pueden llegar a producir. Hay hombres, bestias, que se creen poseedores de sus mujeres, pero lo que les lleva a maltratarlas y en algunos casos matarlas, es el miedo a que sus tetas ya no sean suyas sino de otro y que eso les produzca placer. Ya no es el rey de las tetas: otro le ha arrebatado la corona.
A las tetas masculinas no las mira nadie, a nadie atraen. No resaltan, no se mueven, no pueden llenar una boca, ni alimentar. Los hombres sólo tienen un amago de tetas, una fotografía, para que no puedan decir que les faltan. Pero sus tetas también sienten y aman, y odian, aunque muchos se lo callan y otros no lo saben porque nunca se las han tocado, acariciado.
Yo tengo dos tetas como dos soles que me han tenido algo inquieta hasta ayer, que me confirmaron de forma definitiva que están llenas de cosas pero ninguna maligna. Por eso las muestro, porque son bellas, por dentro y por fuera. Y sienten, y aman, y odian. Y tienen colores.
Desde ayer, mi vida también son mis tetas. Y me siento feliz.
Felicidad y poesía.
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Isabel Huete
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Etiquetas: Tetas
19 febrero 2008
Proteínas y sombras.
Pues mire usted por donde, existen nódulos de proteínas que los radiólogos llaman nódulos antiguos, o viejos, no recuerdo, aunque sean recientes. Y yo me apunté a tener uno que me ha tenido mareá desde hace dos o tres semanas, tampoco recuerdo. Pero si bien eso ha supuesto un alivio, un recobrar la tranquilidad, un mensaje que se traduce en "hija, para que veas que una nunca debe anticiparse", ahora resulta que no todo ha quedado claro, que sigue habiendo una "sombra" que hay que aclarar. Y esa sombra no es otra que la que aparece en la mamografía pero no en la ecografía, mientras que lo del nodulito era al revés: nada en la mamo y claro como el día en la eco. Así que me sigue tocando esperar a que todo encaje como dos fichas de un puzzle. Llévale las pruebas del año pasado a la radióloga para que haga comparaciones con las de éste, déjale unos días para que las coloque al trasluz, permítele en ese tiempo que recorra con la vista cada centímetro de tus tetas reconvertidas en negativo blanquinegro, y luego vuelve a por el informe (que leerás antes de llevárselo al gine), que seguirá siendo tan inconcreto como casi todos. Y volveremos a las pruebas, por si la primera, origen de todas las dudas (las razonables y las que no) , no fue todo lo buena que debiera. Claro, que cambiarás de centro para hacértelas no vaya a ser que se vuelva a repetir todo el periplo.
Pero yo, que soy tan minuciosa como pasota (otra de mis tantas contradicciones, que llevo con mucha honra, ¡qué remedio!), he dicidido dejar que sean los médicos los que se preocupen, que para eso están. Si bien, bien; si mal, menos bien. Nada de congojas, o conjodas, da igual. Cuando se sepan mi teta de memoria, que me la reciten y ya me pensaré qué hago con ella, quizá publicarla. Yo, mientras tanto, a lo mío, que son mis libros y sus autores. A preparar lo que presente en EDITA, a leerme algunos textos que me han llegado ("El chico de la gorra roja", que es como se autodenomina un peazo diecisieteañero, me envió unos que son un sueño), a seguir leyendo Los libros arden mal, de Manuel Rivas (cómo me gusta ese hombre-poeta-novelista-articulista, y soñador), y a esperar que vuelvan a nacer los brotes en las ramas anunciando la primavera, ahora que por San Blas las cigüeñas he visto y la lluvia, escasa, deja los campos castellanos hechos un tapiz de hierba fresca. A revolcarse con la vida, que da mucho placer.
A mí que me dejen los libros y la naturaleza. Yo, a los médicos, les regalo mis tetas para que se entretengan.
Mañana me dedicaré a contar la exposición de Mayoral, que se inauguró ayer a la misma hora en la que a mí me pinchaban la teta y me extraían proteínas, sólo proteínas. Pero lo primero es lo primero, ¿o no?
Tetas y poesía.
Publicado por
Isabel Huete
en
14:57
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Etiquetas: EDITA, Manuel Rivas, Tetas
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