También estoy preparando el prólogo del nuevo libro de cuentos de Sergio Cuateco, que me lo ha pedido encarecidamente y con esa delicadeza tan característica de todos ellos/as, así como la corrección de estilo, que no es moco de pavo porque escribe tal cual hablan, en el más puro argot, lo cual me parece perfecto y digno de respeto, pero en algunas ocasiones es complicado no meter la tecla porque para un lector español puede llegar a ser ininteligible. Me ha dado total libertad, así que conservando los nombres de las cosas que en el lenguaje popular utilizan y las expresiones más típicas, me he metido a fondo con la parte gramatical. Y es que los mexicanos se comen un montón de preposiciones y conjunciones y el tiempo de los verbos son utilizados de forma un tanto heterodoxa. N`ombre, ¡pinche libro ha escrito el güey Cuateco! Cuenta un chingo de historias en las que habla de batos, de carrujos de marihuana que huelen a mota, de amanecer hasta el chongo, de morras que hacen güeyes a los novios, compas que son buen pedo y terminan dándoles pa’sus tunas a los amigos, güeys que están briagos, mujeres mensas o sonsas esperando un llamado, prostitutas de grandes ligas, de la migra que está culera, de ir de grapa, del pinche congal, de pinche pito guango, no tocar (instrumento musical) ni madre y cantar pa’ la chingada… En fin, que una cosa es el castellano puro y duro, común a todos y que pocos lo hablamos con la corrección obligada, y otra muy diferente es la incorporación de palabros en cada país que nadie, o casi nadie que no haya nacido en él, entiende.
Por cierto, de lo de mi cáncer, todo sigue sin problemas. Ya son seis años resistiendo y espero que sean muchos más. Soy una enferma crónica que ni se siente ni cree que esté enferma y mucho menos crónica. También soy de las que cree que se pueden ganar las batallas si uno se lo propone; quizá no sea un axioma irrefutable pero hay muchas más probabilidades de que se cumpla si uno confía en ello que si se pasa el día lamentándose.
Ritmazo y poesía.