Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

SOLIDARIDAD CON HAITÍ
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28 septiembre 2007

Entrañablemente viva

Entre mis amigos/as, los que me escriben o llaman para opinar sobre mi blog pero que no se atreven, o les cuesta, mostrar su opinión escribiendo en él, el comentario más habitual es que les parece entrañable lo que escribo, y yo les contesto lo mismo a todos: que es eso, precisamente, lo que pretendo transmitir, no sólo porque yo soy, o me gusta ser así, sino también porque es lo que me gusta a mí encontrar ("lo entrañable") en los blogs personales de los demás, siempre que no tenga la impresión de que se hace con impostura, que es un guión estudiado, sino el reflejo de una realidad vital con un elevado grado de autenticidad. Al fin y al cabo, eso es en realidad un blog: un cuaderno de bitácora, un lugar, un diario, en el que se escribe lo que pasa y cómo nos pasa, al menos los que pretenden reflejar lo que pasa por la cabeza de uno mismo desde la opinión o el sentimiento. Así lo concibo yo.

Pero también mis amigos/as saben que una cosa es sacar la parte entrañable que una posee y que les gusta "saborear" leyéndome, y otra muy distinta que sea mi estado permanente de humor. De hecho, ante determinados acontecimientos sobre los que he opinado en alguna entrada, no he podido disimular la mala baba que a veces me chorrea entre las neuronas. Porque soy impulsiva, crítica y autocrítica (desmedida a veces), beligerante con la injusticia y la prepotencia, con la mala educación, con la falta de respeto, con la mentira masiva, con el egoísmo congénito, con quienes hacen de la simulación una forma de vida, y con muchas cosas más... Cuando algo me solivianta soy dura, quizá inflexible (mala cosa, esa), la sangre se me coagula y el corazón se vuelve roca. No, creo que no soy una perita en dulce...

Yo también he mostrado a veces esas actitudes con las que me muestro beligerante, no soy ajena a ellas, también tengo mi lado oscuro, pero he aprendido a sumirlo y a perdonármelo, y también a pedir perdón cuando he ofendido a otros. La verdad es que me siento mucho mejor después de hacerlo. Ya no me parece una humillación reconocer los errores. Quizá ese aprendizaje no se habría producido si no hubiese sufrido un cáncer ante el que pensé que la muerte podría estar más cerca de lo imaginable y, por supuesto, de lo deseable. Lo que más me sorprendió, y me sigue sorprendiendo de mí misma, es la falta de respeto que le tuve y le tengo (teóricamente es de los incurables) a esta enfermedad. Desde el primer momento me dije que no iba a poder conmigo, que le tengo demasiado amor a la vida como para que algo así me juegue la mala pasada de hacer que la pierda. Al fin y al cabo, los virus forman parte de la vida y de la misma manera que la puedo perder yo, también ellos son mortales... Y de momento les he ganado la batalla, después de cuatro años siguen "mataos y bien mataos". Y si he de ser sincera, ni me acuerdo de ellos. Es cuestión de economía vital: sería una pérdida de tiempo y esfuerzo.

He aprendido (dicen que a todos los que padecemos esta enfermedad nos pasa) a vivir de otra manera, a contemplar lo que me rodea como algo digno de disfrutar sin remilgos y a intentar que los que comparten conmigo la vida sean más felices (familia, amigos, compañeros, etc.). Ya no soy como era antes, mucho más derrotista, y he comprobado que cuando pierdes el miedo a la muerte, la existencia se vuelve mucho más luminosa, parece que todo cambie y tenga otro sentido, más positivo. Las prioridades cambian, el hoy es lo que cuenta; te abrazas a la vida cada mañana al despertar como si fuese el día más importante, el único, del que no puedes perderte nada, ni un minuto. Sentir esa intensidad me encanta, y me digo que he sido una jilipollas por no haber sabido disfrutar de igual manera todos mis años anteriores.

Amas más, a las personas y a las cosas, y es delicioso comprobar cómo cuanto más amas más recibes. Se da esa compensación sin buscarla, existe esa compensación aunque tardemos tanto tiempo en descubrirla, quizá porque nos dé miedo fracasar. Algunos no tendrán la suerte de descubrirla y disfrutarla en toda su vida. Yo la he tenido y la recomiendo.

Nunca pensé que hablaría de esta cuestión pero creo que era inevitable. No pretendo ser modelo de nada ni de nadie, ni que ninguno/a de los que me lean sienta pena o, por el contrario, lleguen a pensar que soy la leche. Pa . No sufro en absoluto porque me siento curada, porque me queda mucha leña por dar, muchas opiniones que transmitir y muchos sentimientos por dejar aflorar.

Puedo decir, y digo, que he logrado estar en paz conmigo misma y con todo lo que me rodea, y creo que eso es la felicidad o, al menos, lo que más se le parece. Me siento feliz. Viviendo en un mundo tan bello como el que muestra esa foto de China, ¿cómo no serlo?
Lujo de vida y poesía.

27 septiembre 2007

Günter Grass

El otro día comentaba que había empezado a leer el último libro de Günter Grass y que, en principio, me estaba enganchando. Bueno, pues hoy tengo que decir que, después de 76 páginas, me cuesta seguir leyéndolo... Me aburre, la verdad, y no porque lo que cuente en este recorrido por sus años juveniles sea poco interesante, sino porque me parece repetitivo, en exceso descriptivo, y algo falto de "sentimiento literario". Eso es como decir que no me produce ningún sentimiento, no me emociona en ningún sentido lo que cuenta, lo que le pasó y como lo vivió, ni para bien ni para mal.

No sé si en ello tiene que ver la forma de ser de los alemanes, su esquematismo, tan latente en muchos artistas y escritores (no todos, faltaría más) pero me recuerda un poco, aunque salvando las distancias, aquellos diarios que escribían algunas de mis compañeras de colegio en los que se describía los hechos de cada día sin que en ellos se pusiera nada de "alma". Hoy me levanté, desayuné, fui al colegio, en clase de dibujo la seño me regañó, el rosario fue un rollo aunque estuve hablando con mi amiga Pili, nos han puesto garbanzos para comer y ¡qué asco!, a la salida del cole espero ver a Pepín... etc. Sin embargo, mi diario era pura descripción de los sentimientos que los hechos me producían, siendo éstos únicamente citados como el origen de lo que me bullía en la cabeza, que era mucho, quizá demasiado. El dolor, la alegría, la soledad, la libertad, el afecto, la amistad, la responsabilidad, el fracaso, las relaciones familiares, la religión, el amor, el desamor... Todas estas cosas, y muchas otras, eran lo que me llevaban a escribir, como, de hecho, sigo haciendo ahora con este blog.

La razón por la que estos sentimientos o inquietudes se despertaban en mí en un momento dado o tras un hecho concreto y me empujaba a escribirlos era lo de menos. Yo de lo que necesitaba hablar era del fondo de las cosas que me pasaban, de los sentimientos encontrados que me producían, no de los sucesos. Quizá sea ese el motivo por el que me gustan los libros (y las personas) en los que puedo descubrir la existencia de algo mucho más profundo que las meras palabras, por bien estructurados y escritos que estén, porque a mí el cuerpo de los libros es lo que menos me interesa si lo que cuentan no consiguen despertar mis emociones. Y eso me está pasando con Pelando la cebolla, de Günter Grass.

Me pasó lo mismo cuando empecé a leer On the road, de Keruac, aunque nada tenga que ver lo que uno y otro cuentan ni cómo lo cuentan, salvo en ese aspecto algo simplista, para mí, de centrarse más en lo descriptivo que en lo emocional o sentido.

En descargo de Grass, tengo que decir que no entiendo demasiado la polémica que se ha suscitado por su afiliación a la Waffen-SS con 17 años y que no lo haya desvelado hasta ahora. Todavía siguen saliendo artículos de opinión bastante sesudos y encontrados sobre si fue un traidor y/o un mentiroso. Me parece bastante absurda la discusión, sobre todo porque no creo que haya nadie, o casi nadie, que no tenga algún fantasma de juventud guardado en el armario. Es fácil juzgar a toro pasado, cuando tenemos todos los datos en nuestras manos, sin querer reconocer, sin embargo, cuántos coetaneos suyos en España fueron sujetos pasivos de aquel horror, ¿y por qué no decirlo?, del que hubo aquí durante cuarenta años. Y cuántos hay todavía que se niegan a condenar la dictadura y reconocer la república como el único gobierno legítimo. Y míralos, ahí están, pavoneándose en los escaños del Congreso de Diputados, erigiéndose en los genuinos defensores de la democracia... ¡Qué dolor de derecha!

Es evidente que haber pertenecido al cuerpo de élite de las SS es una mancha difícil de borrar, de entender y, si se quiere, de disculpar, pero no creo que con 17 años tuviera mucha información de la realidad y, aún menos, de analizarla. Tampoco parece que participara en ningún hecho condenable, lo cual no se puede obviar a la hora de la crítica. Los hechos son los que son, y también su contexto, y la gente tiene el derecho a evolucionar y a saber ejercer la autocrítica, cosa que Grass hace sin demostrar misericordia alguna hacia sí mismo. Yo no puedo dejar de lado la importancia e incidencia de su trayectoria teórica y práctica adulta, claramente alineada con la defensa de los más desfavorecidos, con los principios ideológicos de la izquierda. Para mí eso es lo que cuenta y lo que me importa.

Yo, que me considero de izquierdas, y bastante, no siempre lo fui. Antes fui liberal (liberales progresistas nos llamábamos), porque mi formación teórica y práctica sobre la política fue nula durante mis años jóvenes. Mi preocupación estaba puesta en otras cosas, en otro tipo de vivencias; siendo, quizá, lo que más me ocupaba y preocupaba entonces conseguir el afecto de mi familia y de otras personas, su reconocimiento. Y ser libre, libre como un pájaro, volar sobre la vida sin que nadie me pusiera impedimentos. Ardua tarea que no conseguí hasta que me emancipé de padres y marido. A partir de ahí, y gracias a que estudié la carrera de Ciencias Políticas y Sociología y me impliqué en la vida universitaria, aprendí por donde iban los tiros y empecé a descubrir cual era el camino que debía recorrer, con cual de sus orillas me sentía más identificada.

No reniego, para nada, de mis inclinaciones liberales de juventud, porque comprendo que las circunstancias familiares y sociales en las que me movía fueron algo así como los árboles que no te dejan ver el bosque. Sólo la experiencia, el aprendizaje continuo de la vida, te permite no sólo ver sino también discernir. Y actuar en consecuencia. Luego he comprendido, con el tiempo como aliado, que mi visión del internado como una prisión, la expulsión de varios colegios por indisciplina, las lecturas a escondidas de determinados libros, las escapadas de casa, las broncas diarias contra la dictadura paterna, mis gritos de libertad, mi defensa incondicional de las compañeras peor tratadas en el colegio, tenían mucho que ver con un espíritu libre y contrario a toda opresión. Pero entonces no lo sabía, y ahora que lo sé, me hago alguna carantoña de vez en cuando por haber sabido descubrir a tiempo cuál era mi lugar en la vida.

Solemos tender a prejuzgar a los demás sin saber de ellos apenas nada (yo la primera). Somos muy osados opinando cuando de la vida de los otros se trata. Si fuésemos con ellos tan condescendientes como con nosotros mismos (que está de puta madre serlo) la convivencia personal y social sería mucho más sencilla. Algunos políticos deberían pensar en ello.

Lectura y poesía.

26 septiembre 2007

L.F. Comendador, el "Comendatore"

Después de varios días sin escribir porque he estado metida en la tarea de diseñar y maquetar un catálogo de pinturas de José Mayoral (http://diogenesbitacora.blogspot.com/) para enviarlo a México, retomo el blog para hablar de alguien a quien tengo un enorme cariño, vamos, que lo adoro: Luis Felipe Comendador.

Conocí a Luisfe hace ya... como 10 u 11 años, quizá 12, que no es poco, en una reunión del Círculo de Bellas Artes convocada por Uberto Stabile (estupendo amigo, poeta y gestor cultural) para intentar abrir la convocatoria anual de editores alternativos e independientes que se celebraba en La Rabida (Huelva) a más editoriales que reunieran esas características. Nosotros, desde Diógenes Internacional Ediciones, asistimos porque vimos un artículo en la revista Ajoblanco que hacía referencia a esta convocatoria.

La convocatoria se abrió y ya va por la XII edición, bajo el nombre de EDITA, celebrándose ahora en Punta Umbría (Huelva). Creo que no he dejado ni un solo año de asistir porque, además de presentar las ediciones que hemos ido haciendo a lo largo de estos años y poder disfrutar de las que realizan otras editoriales alternativas y no tanto, es una manera de reencontrarnos con los amigos/as que durante el resto del año apenas podemos vernos, y entre ellos está Luisfe, que no siempre asiste, lo que alimenta las ganas de volver a verlo, y para mí es una fiesta cuando lo veo aparecer.

Luis Felipe me engancha por muchas cosas: su poesía (un lujo), su simpatía, su afectividad, su profesionalidad, su melancólica alegría, su honestidad, su lealtad, su creatividad, su capacidad de crítica y autocrítica, su sensibilidad... y un sin fin de cosas más, pero hay una que sobresale sobre todas o, quizá, sea un compendio de todas ellas y que yo creo haber percibido desde el mismo día que lo conocí: su gran humanidad. Y me voy a permitir mostrar una fotografía que él desconoce y que le hice en uno de esos encuentros de EDITA (creo que es de hace 2 o 3 años) en la que muestra su parte más humana, la de quien se deja abatir por el cansancio, o quizá el aburrimiento, y se sumerge en el sueño como un niño, ajeno al ruido circundante, inspirando esa ternura que a todos nos produce contemplar la felicidad de quien duerme. A mí me la inspiró y por eso me permití fotografiarle a traición, aunque siempre motivada por el cariño que le tengo.

Este ser tierno y grandullón (dejarse abrazar por él es una delicia) al que no puedo dejar de leer a diario en su magnífico blog, es capaz de compartir, sufriendo y/o alegrándonos con él, sus vivencias diarias mediante disertaciones tremendamente lúcidas ya sea sobre su vida familiar, sus amigos (qué emocionante respeto y cariño les tiene), sus vecinos de Béjar (ciudad en la que vive y revive), su trabajo editorial y de imprenta, los encuentros en bares con conocidos o no, o los chascarrillos y vaivenes políticos y sociales de una comunidad a la que no puede permanecer ajeno. A fuer de sensible es elegante en sus afectos y en sus desafectos, por eso no perdona el cutrerío ni las malas formas, y le duelen, y le dejan huella.
Me escribió ayer para decirme que ha incluido mi blog en su blog de blogs y, aparte de emocionarme con el detalle (soy una sensiblera de cuidado), me he sentido realmente honrada de que haya pensado en mí. Y si me he sentido así es porque sé que cuando hace estas cosas no es de forma gratuita, sino que pone en ello el corazón. Al presentar mi blog, dice, además, cosas bonitas de mí, de lo que hago y de lo que escribo, y también sé que si lo dice es porque lo siente, aunque yo, que tiendo a no dar importancia a lo bueno que se diga de mí porque siempre pienso que puedo hacer las cosas mejor (¡ese maldito perfeccionismo, princesa!), siento tremendo pudor ante sus palabras. Pero gracias por ellas, querido Luisfe, querido amigo, delicia de persona.

(http://diariodeunsavonarola.blogspot.com/)

Volver después de varios días para hablar de un buen amigo es gratificante y saber que está ahí, como toda esa buena gente que tengo el privilegio de conocer, te reconcilia con el mundo, y te hace olvidar las cargas de profundidad que a veces la vida nos lanza... y si no te las hace olvidar, te da fuerzas para hacerles frente, para mirarlas a la cara y demostrarles que no les tienes miedo. Los amigos, la buena gente, alimentan la vida. Son el azúcar de la vida.

Amistad y poesía.

19 septiembre 2007

Bombas de racimo

Mientras este correo llega a tu bandeja de entrada, activistas de la organización están realizando una acción directa no violenta en la Plaza del Pilar de Zaragoza, para denunciar ante la opinión pública y las autoridades que en Aragón se están fabricando bombas de racimo que podrían ser vendidas a países en conflicto.
Más de cuarenta personas están exhibiendo una pirámide de zapatos en recuerdo de las personas mutiladas por las bombas de racimo que nunca más volverán a usar los suyos, y solicitando que INSTALAZA, una de las empresas españolas que se dedica al negocio de las armas y que tiene su sede social en Zaragoza, deje de fabricar armas de racimo.
Puedes ver las imágenes y seguir el desarrollo de la acción
en nuestra web.
Greenpeace demanda al gobierno español la prohibición de fabricación, almacenaje y venta de este tipo de armamento en nuestro país y también trabaja en el ámbito internacional para que se logre un acuerdo que garantice su erradicación.
Las bombas de racimo afectan principalmente a la población civil, ya que el contenedor principal se abre en el aire diseminando una enorme cantidad de bombas que cubren grandes extensiones de terreno de manera indiscriminada. Muchas de estas bombas no explotan al impactar y suponen una amenaza de muerte o mutilación para los civiles durante muchos años, por lo que estas zonas quedan despobladas e inutilizadas.
Desolación y poesía

17 septiembre 2007

El toro de La Vega

(Foto tomada de los Informativos digitales de Tele5)
No voy a opinar sobre semejante demostración de sadismo y estupidez humanos porque ya lo han hecho muchos y muchas otros por mí cada año -de los últimos, porque antes ni dios opinaba al respecto-, además si:
- miles de millones de habitantes de este mundo somos capaces de contemplar la pobreza extrema,
- la muerte de diez millones de niños en el mundo cada año,
- la hambruna,
- la marginación,
- la depuración étnica y/o religiosa,
- las masacres indiscriminadas de personas, bien sea mediante actos terroristas o bien por las guerras, bendecidas o no, por "la muy civilizada" comunidad internacional,
- el acoso, maltrato, marginación y sacrificio de mujeres sólo por el hecho de serlo,
- la eliminación por intereses de lo más oscuros de especies animales y vegetales, esquilmando los recursos naturales da igual en qué zona o país, esté o no habitada... etc, etc, etc.
sin soltar una lágrima, encogiéndonos de hombros, cerrando los ojos, girando la cabeza hacia otro lado... ¿cómo no va a haber unos cientos de energúmenos a los que se les ponga dura acosando y lanceando a un toro indefenso durante unas horas, quedándose después exhaustos como quien se hace una paja a primera hora de la mañana? Ah, querida, es que tú no te enteras: esto es historia, tradición de la de verdad, costumbres que ya forman parte de la vida, del alma de todo un pueblo...! También era costumbre, y duró más siglos, quemar en la hoguera a los herejes, o a los impíos, a las mujeres adúlteras o demasiado listas... Quizá es que estamos perdiendo las "buenas costumbres" y si volviéramos a ellas las cosas irían mejor. También forma parte de la costumbre la ablación del clítoris a las mujeres en algunos países africanos, o su lapidación por supuesto adulterio, ¿por qué oponernos a ello? ¿Por qué no volver a los fascismos, ya que fueron los que recuperaron de manera especial determinadas costumbres?
No pensaba opinar... y al final he entrado al trapo porque no he podido evitarlo. Si lo he hecho ha sido, quizá, porque ayer me soliviantó la declaración que en el programa España directo hizo una chica, estupenda y pija, que asistía a la matanza del toro de La Vega: "Son los ecologistas y defensores de los animales, unos piojosos, todo hay que decirlo, los que se oponen, y no son nadie para venir a decirnos a nosotros qué es lo que tenemos que hacer, ¡faltaría más!". Demoledor, desolador, esperpéntico comentario, ante el que es difícil controlar los peores instintos que todos llevamos latentes. ¡Qué pena no tener un corralillo para meterla a ella solita con un toro! Aunque vaya usted a saber, quizá a semejante cretina eso le ponga...
Amor a los animales y poesía.

14 septiembre 2007

Lluvia

Llevan vaticinando varios días que va a llover y no hay manera. No me gusta especialmente la lluvia en la ciudad (quizá en aquellas ciudades de antes, como en el cuadro, fuese agradable porque los coches de caballos no ensuciaban como los actuales), porque se vuelve intransitable, tanto para vehículos como para peatones, pero tantos días sin que caiga agua hace el ambiente irrespirable, el aire se vuelve denso y la luz se marchita por la polución.

Esta mañana, temprano, caminaba por el Paseo del Prado entre Neptuno y Cibeles y el olor a tierra mojada me ha devuelto a la infancia, cuando iba con mi abuela a jugar al Retiro, que estaba cerca de mi casa. ¡Dios, era el mismo olor! No sabes por qué unas veces un determinado olor no te retrotrae a nada o a ningún lugar especial y, sin embargo, en otros momentos, quizá porque nuestra mente está más receptiva o la sensibilidad a flor de piel, vuelves a sentir dentro de ti algo que te devuelve a otros tiempos con toda la intensidad. Eso me ha pasado hoy, y es que alrededor del pequeño jardín que rodea el monumento a los caídos estaban los aspersores puestos a todo meter, cruzándose los chorros de agua unos con otros y recreando un ambiente de pequeña cascada vaporizada que invitaba a meterse debajo. El sol, todavía templado, se filtraba entre las hojas de los árboles formando, al reflejarse en el agua, una cortina brumosa blanquísima, tamizada por las diminutas gotas. En algún momento, un pequeño arco iris sobre el césped. Magia, pura magia, en medio de la ciudad, con los coches trotando a mis espaldas, y yo sin poder quedarme allí hasta que la magia pasase.

No llevaba la cámara de fotos y me he llamado jilipollas.

Magia y poesía.

13 septiembre 2007

Querer

Todos queremos siempre algo, es como si al nacer cada nuevo día nuestra mente, por un lado, y nuestro entorno, por otro, nos incitaran a inyectarnos una nueva dosis de vida. Y no quiero engañarme, porque la palabra vida no siempre es sinónimo de "buen vivir" y "bien vivir". La vida, para nuestra desesperación, encierra todo lo bueno y lo malo que sentimos y hacemos, y lo mismo digo para todo aquello que nos rodea.
Vivir es hacer un recorrido sinuoso (la foto, de Francia, es un símbolo) sorteando los miles de elementos y obstáculos que se nos cruzan para, supuestamente, alcanzar la meta que nos hayamos propuesto. ¿Pero hay realmente una meta definida y, si la hay, es habitual que la lleguemos a alcanzar? Yo creo que va a ser que no, porque a medida que pasa el tiempo y vamos evolucionando el camino se va difuminando y con él los objetivos. O se va bifurcando en otras sendas que, unas veces por curiosidad y otras por necesidad, nos desvían del recorrido inicial y nos abren nuevas expectativas.
La experiencia nos abre el campo del conocimiento, y éste, creo que de forma inevitable, nos lleva a ir modificando nuestras necesidades y quereres, y las prioridades. Cuando yo era una adolescente vivía como si el mundo debiera girar alrededor mío, de tan importante que me creía; con unos cuantos años más, ya independizada y divorciada, la vida me parecía un horror, insufrible, y me encerré en mí misma como un mejillón de esos que no hay dios que se abran, perdiéndome muchas cosas interesantes que luego me ha costado dios y ayuda recuperar (algunas las he perdido irremediablemente); y ya en la edad madura la vida sólo tiene para mí sentido si comparto mis experiencias, mis pensamientos y sentimientos con las personas a las que quiero, y/o que se dejan querer. Ya no me interesa tanto caminar como crecer, quizá porque he caminado mucho y me he detenido demasiado en lo que me rodeaba, lo cual me ha enriquecido independientemente de las equivocaciones que haya cometido, mientras que ahora lo que más me importa es alimentarme de la sabiduría que desprende toda experiencia y que he ido acumulando, para crecer y sentirme más viva que nunca.
Pero hoy la vida me duele un poco, hoy 13 de septiembre, porque mi hermano tiene un problema que no puedo ayudarle a resolver. Toda la sabiduría que haya podido acumular a lo largo de los años no me sirve para nada. No me sirvió en su momento para convencerle de que dejara de hacer tonterías y no me sirve ahora para solucionarle el problema. Bueno, quizá su problema se lo haya buscado él solito y deba yo pasar de ello, pero es que lo que me duele verdaderamente es las consecuencias que todo esto puede acarrear, a mi madre sobre todo, a la que no quiero que nadie me toque... La vida, cuando le prestas atención, te enseña de todo, pero creo que una de las cosas más difíciles de aprender es a superar la impotencia.

Querer y poesía

12 septiembre 2007

Vivienda... ¿o vivir?

Pensaba yo estos días, con lo que se nos ha venido encima por culpa de los famosos "créditos basura" del Imperio, o subprime (creo que se dice en lenguaje bancario), que si a nosotros nos está tocando de refilón es por pura churra, aunque depende... En realidad no pueden tacharse de otra cosa esos créditos que se conceden a infinitos años y que, en realidad, nadie sabe cómo los va a acabar pagando. Y no nos engañemos, quienes los piden en esas condiciones son los que más inseguro tienen su trabajo y su sueldo es menos, o si acaso un pelín más, que mileurista.
Yo comprendo que los alquileres están altos, aunque yo tenga la bendita suerte de estar pagando una renta muy por debajo del mercado gracias a que la dueña es una bendita y en 12 años sólo me lo ha subido tres veces, pero aún siendo caro el alquilar una vivienda, sigue siendo más barato que comprar. Decir lo contrario es una falacia, o quizá una justificación para mantener una costumbre que sólo se da en España dentro de la Unión Europea. Además, pienso, que con esos créditos-acordeón a pagar durante toda la vida, ¿de qué sirve tener una propiedad? ¿acaso para dejársela a unos hijos que igual pasan de ella porque ya tienen la suya y lo único que van a hacer es venderla? Además, aunque nos creamos que estamos haciendo el negocio del siglo con eso de que tener una propiedad es asegurarse el futuro, a quienes les estamos haciendo de oro de verdad es a las promotoras, constructoras e inmobiliarias y, por supuesto, a esos entes que si destacan por algo es por su voracidad permanentemente insatisfecha: los bancos. Nos creemos que al estirar el crédito y pagar menos mensualmente estamos ahorrándonos algo, cuando lo único que hacemos es aumentar aún más el precio de esa vivienda que nos parecía relativamente asequible por su precio y que acaba en realidad costándonos un ojo de la cara por culpa de los intereses. Y claro, para más inri, esos plazos sólo se pueden conseguir a interés variable... que si éste va al alza, como está ocurriendo en la actualidad, esa letra mensual que nos parecía más o menos aceptable se acaba convirtiendo en una pesadilla. Los compradores siempre salimos perdiendo, se mire por donde se mire.
Y tampoco nos engañemos: aunque la vivienda protegida sea más barata, tampoco es una ganga porque las calidades son mucho peores, desde los cimientos hasta esas ventanas que a los cuatro días ya no cierran o esas fachadas que al segundo invierno empiezan a desconcharse. Y no digamos los lugares en los que las construyen para que el suelo salga más barato... a los que los transportes públicos tardan en llegar varios años, así como muchos otros servicios públicos como son los salud (ambulatorios) o educativos (colegios), por citar los imprescindibles, y ya no digamos los servicios privados. No hablo por hablar, conozco bastantes casos.
Y, además, tengo un amigo de casi toda la vida que es promotor y que cada vez que me cuenta lo que hace se me ponen los pelos como escarpias...
Pareceré una desalmada o poco comprensiva, pero tengo que decir que no me dan ninguna pena las personas que sin poder realmente, sin disponer de los medios realmente necesarios, se empeñan en comprarse una vivienda a toda costa basándose en un concepto de la propiedad que me parece totalmente caduco y fuera de lugar en los tiempos que corren y ahora se encuentran que con la subida de los tipos de interés y del euribor no les queda apenas para vivir. Si eso es vida, que me lo expliquen.
El derecho a una vivienda digna es incuestionable, lo que sí me parece cuestionable es que lo que en realidad se está reclamando es el derecho a comprarse una vivienda, lo que no es lo mismo. Y me parece que cualquier medio que pongan las distintas administraciones -dinero público, ojo- para ayudar a las personas y familias más desfavorecidas a conseguir un lugar digno para vivir es defendible y necesario, pero no estoy de acuerdo con que las ayudas vayan para comprarse una vivienda, como mucho la ayuda mediante la desgravación fiscal... Genial que se construyan viviendas de promoción pública, pero para alquilarlas. ¿O es que nos creemos que esas promociones parten de un sentido altruista por parte de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas? Que no, que no, que son una justificación para permitir que se construyan a pocos metros muchas más viviendas de precio libre, para satisfacer los intereses de las promotoras y constructores, que son los que luego llenan por detrás las arcas de estas administraciones (y de forma particular a algunos políticos corruptos, que los hay, como todos sabemos).
He vivido toda mi vida de alquiler y nunca me ha parecido que fuera un desastre o que mi vida fuera menos satisfactoria por no tener una piso en propiedad. Y añado: la casa más grande en la que he vivido es la actual, de 40 m2, y me parece un lujazo. Sólo una vez me lo planteé y me fui a preguntar a varios bancos para ver las condiciones que ofrecía cada uno, y la verdad es que me pareció un disparate -y eso que eran otros tiempos- cuando comprobé cuántos años tenían que pasar devolviendo sólo los intereses hasta empezar a reducir el capital. Aparte del abuso que me parecieron los gastos notariales, los impuestos, y las comisiones de gestión de los bancos. Y, además, un crédito para un mini-apartamento, que era lo máximo a lo que podía aspirar, suponía que me quedara con la mitad de mi miserable sueldo para vivir. Pues, miren, que no, que para mí lo prioritario todos los meses, en cuanto cobro, es comer decentemente (llenar la nevera), después poder cenar o tomarme unas copas con mis amigos cuando quedamos, comprarme los libros o los CD que me apetecen, salir al campo los fines de semana, si surge, o disfrutar, como mínimo, de 15 días de vacaciones junto al mar sin endeudarme hasta las cejas.
Creo que la vida son muchas cosas y no podemos perdernos su disfrute por una obsesión que, en realidad, no nos hace vivir mejor y que es la principal causa de nuestros quebraderos de cabeza. Vivir todo el día reprimiéndose me parece un auténtico dolor... ¡por tener una mierda de pisito en propiedad!
Alquiler y poesía.

07 septiembre 2007

Resurrección

Sí, eso es lo que he hecho: resucitar... ¡Menudo trancazo veraniego me he pillao! Odio todas la formas de enfermedad por la parte invalidante que tienen, aunque bien es verdad que unas más que otras, pero lo que más me agobia es lo desprotegida que me hace sentir, lo frágil que me siento. Menos mal que Fígaro, mi gato, siempre está dispuesto a repartir mimos por doquier... ¡y lo que se agradece! Es curioso contemplar a los animales cuando te pones enfermo porque parece como si entendieran que las cosas no van como debieran ir, y sientes su gestos de comprensión y solidaridad como si tuvieran algún componente humano. A veces creo que son más humanos que las personas, quizá porque el instinto de un animal que se siente querido y respetado no sabe de temores, ni de componendas, ni de intereses, ni de desconfianzas, ni de superficialidades.

Otros que han resucitado son los delfines blancos del Yangtse (¿o Yantse?). El otro día leí que, en contra de lo que se creía después del rastreo durante varios meses del río y no haber percibido señal alguna de estos mamíferos, de que se había extinguido, unos pescadores vieron un ejemplar... No deja de ser una buena noticia, aunque no parece que vaya a poder evitarse su desaparición.

El que no resucitará, por desgracia, es Lucciano Pavarotti... Al menos nos deja su voz, su estar, su simpatía, su gran humanidad grabada en miles de reportajes y DVDs. Siempre le he tenido gran cariño y admiración porque gracias a él me empezó a interesar y a gustar la ópera. Me regalaron, cuando todavía funcionábamos con cassettes, su magnífica grabación Tutto Pavarotti, quizá la que le dio más popularidad entre los que considerábamos la ópera un arte para gente bien, para privilegiados, y además nos parecía, aparte de un poco "rollo", un tipo de composición e interpretación musical difícil de entender, destinada sobre todo para el oído de la gente culta. Bueno, que nadie crea que porque ahora me guste la ópera (a la que no suelo asistir porque lo que no ha dejado de ser es un arte para gente con pasta) me he convertido en alguien más culto de lo que podía serlo antes... Sencillamente he ampliado mis gustos musicales, lo cual nunca está de más.

Esa apertura sensorial e intelectual a la ópera que se despertó en mí gracias a escuchar la voz de Pavarotti, me permitió disfrutar de una de las experiencias musicales más hermosas de mi vida, hace ya... años. Estuve en Roma durante unas vacaciones en casa de Teresa, una amiga que trabajaba en el Consulado español y una noche me decidí por ir a ver Nabucco. No supe (ni sé ahora) si la interpretación fue buena o mala (no cantaba Pavarotti), ni tampoco la puesta en escena (factor importante en la ópera), pero lo cierto es que a mí me pareció sublime. Y no sólo me lo pareció porque me emocionó profundamente, sino porque, para más inri, el escenario eran las Termas de Caracalla, en una noche romana de luna llena, con una potente carga de magia. Creo que ahora ya no se puede utilizar el marco de las Termas para ningún tipo de eventos, incluso las visitas parece que están muy restringidas, si no prohibidas, porque el deterioro de ese impresionante monumento romano es importante, así que me considero realmente afortunada por haber aprovechado aquella oportunidad aun no siendo ninguna entendida (ahora tampoco) en ópera.

Pero aparte de la ópera propiamente dicha, hay una canción que Pavarotti ha interpretado como nadie y que cada vez que la escucho cantada por él (que lo hago bastante a menudo) se me ponen los pelos de punta: Caruso. Si alguien no la conoce y la escucha, especialmente los melancólicos/as, estoy segura que me lo agradecerán. Se mete en el alma y la eleva más allá de lo que uno pueda imaginar. Al menos así lo siento yo. Pero, ojo, tiene que estar interpretada por este genio de la ópera. Cualquier otra versión no le llega ni a la suela del zapato.

Han ocurrido muchas otras cosas esta semana, pero no he querido enterarme demasiado, lo justo para seguir formando parte de la vida que me rodea por horrenda que en muchos momentos pueda parecer. He preferido contribuir a mi resurrección escuchando música, de la buena, y empezando un nuevo libro: Pelando la cebolla, de Günter Grass. De momento me está enganchando, lo que significa que lo leeré entero, así que cuando lo termine comentaré qué me ha parecido.
Salud y poesía.

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