Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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17 agosto 2009

Los castillos en el aire siempre se los acaba llevando el viento - II

La respuesta

Tenía tantas dudas en la cabeza que opté por llamar a mi amigo y contarle lo que había pasado para que me asesorara ya que él conocía más y mejor a Daniel. Era una persona práctica a la hora de valorar las cosas y me fiaba completamente de lo que me dijera. Bueno, no deja de ser sorprendente, me dijo, pero tampoco debe extrañarte tanto porque siempre te he dicho que podrías hacer cosas mucho más interesantes que estar de administrativa en un Ministerio. Seguramente Daniel se ha dado cuenta de ello y previendo crear una nueva empresa ha pensado en ti. A veces las cosas ocurren de la forma más inesperada. Si me pregunta no te preocupes porque te respaldaré al cien por cien. No, si no te llamo para que me respaldes o no, lo que quiero es que me digas si este tipo es serio o es un cantamañanas porque yo no puedo arriesgarme a pedir una excedencia para que luego me diga que el proyecto no era definitivo o cualquier otra historia que me deje con el culo al aire. Eso me parece bastante improbable porque no es un empresario de medio pelo ni mucho menos y todos los proyectos que yo conozco de los que ha iniciado han sido de gran calado y previos estudios muy rigurosos. De todas las maneras espérate a que te concrete más todo y no te precipites. ¿Y tú no podrías llamarle y tantearle un poco? Se rió. No te rías joder, que esto es muy importante para mí y quiero pisar lo más firme posible porque me juego mucho. Sabes que no me gusta hacer esas cosas porque me parecen una intromisión, de igual manera que no me gusta que las hagan conmigo. Si el me comentara algo sería otra cosa, pero no creo que precisamente tú necesites intermediarios de ningún tipo porque, además de mayorcita, no tienes un pelo de tonta y te las sabes ventilar muy bien. Pues me siento muy insegura en este caso. Pues espabila, guapa.

No me despejó demasiadas dudas pero sí una que me preocupaba especialmente y era la supuesta seriedad del francés respecto a llevar a la práctica el proyecto empresarial. Bueno, me dije, ahora lo que tienes que hacer es coger un papel y contrapesar los pros y los contras. La mejora económica y el desarrollar una nueva actividad profesional con un grado importante de responsabilidad pesaban demasiado como para desdeñar la oferta. Además era un reto y a mí los retos siempre me han gustado. A pesar de todo llamé a los pocos días a Daniel para vernos de nuevo y me aclarara algunas dudas que me habían surgido. Volvimos a quedar a comer en otro stupendisssmo restaurante y volví a sacar otro trajecito pijo del baúl (aún me quedaban varios por lucir). Otros zapatos y bolso de marca no me quedaban porque los había regalado todos; los dichosos tacones me destrozaban los pies y a mí lo que siempre me ha ido es la comodidad. Aún así me vi divina de la muerte al mirarme al espejo. Vamos pa'llá, niña.

¿Cómo solucionaríamos lo del idioma? ¿Lo de empaparme en materia de leasing lo tenía que hacer por mi cuenta o tendría la posibilidad de que otra persona de la empresa me enseñara con más profundidad? ¿En qué fechas aproximadas tendría que incorporarme a tiempo total al proyecto? (Pedir una excedencia no se puede hacer de la noche a la mañana pues, como todo en la Administración, exige un procedimiento burocrático que no se tramita ni mucho menos con la agilidad requerida). Estos días he estado pensando en ello precisamente y creo que he encontrado la solución más adecuada para ti y para mí. Lo óptimo sería que te pasaras tres o cuatro meses en París aprendiendo francés en la Berlitz compaginándolo con la asistencia a nuestra división de leasing todos los días para ir conociendo su funcionamiento. Te pondríamos un tutor que hable también español para que te sea más sencillo, aunque creo que lo mejor sería que te hablara en francés para aprenderlo más rápido y usar sólo el español para lo que no entendieras. Supongo que todo eso correría a cargo de la empresa... Por supuesto, además te proporcionaríamos un apartamento para vivir durante tu estancia allí. La verdad es que esa oferta facilita bastante las cosas porque con mis limitaciones económicas yo no podría costeármelo. Supongo que eso a ti tampoco se te escapa. Por supuesto que no, pero me parece que vale la pena la inversión ya que te veo capaz de ponerte al día en poco tiempo. He hecho las indagaciones pertinentes en París y me han dado el visto bueno. Sólo falta que te decidas. Cuanto antes lo hagas antes podremos empezar con el programa. La comida transcurrió de forma muy profesional, muy centrada en el trabajo, en los objetivos que se había planteado, en cómo cambiar la mentalidad de los posibles clientes para alquilar con posterior opción a compra, en el tipo de campaña publicitaria que se estaba diseñando... En fin, que salí encantada de la comida y se disiparon todos mis resquemores porque el tipo se había mantenido totalmente en su sitio con maneras de empresario de lo más serio.

¡París, dios santo, París! Ya había ido varias veces con mi ex pero eso de pasarme allí unos meses me parecía alucinante y más aún sin tener que gastar un duro; la verdad es que con lo que yo ganaba no hubiera podido ni pagarme el viaje. Me daba igual si el aprendizaje de francés o las horas que debiera pasarme en la compañía me robarían mucho tiempo, la cuestión era que con lo aventurera que siempre he sido aquello colmaba con creces mis deseos de dejar por fin mi mortecino trabajo de funcionaria y ante mí se abría una puerta de par en par por la que no sólo podría pasar a otro mundo diferente sino que, además, iba a aprender nuevas cosas. De vuelta a España y una vez asentada, podría por fin cambiar mi diminuto estudio por una casa más grande y cómoda, y mi ya más que viejo coche por otro nuevo, pero lo que más me animaba era pensar en la posibilidad de hacer viajes a los más recónditos rincones del mundo, a esos en los que siempre soñaba perderme. En el fondo mi vida era tan plana que mi mayor deseo era huir de ella a toda costa. Y lo llamé para comunicarle que aceptaba el trabajo. El tipo se mostró encantado y me dijo en cuanto tuviera todo preparado me llamaría para irnos a París dos o tres días con el fin de organizar mi estancia allí.

Mientras tanto me informé sobre mi posible excedencia y me alegré de saber que también podía solicitar tres meses de permiso sin sueldo, lo que me venía de perlas en caso de que algo fallara... Y es que, a pesar de todo, algo me runruneaba en la cabeza que no conseguía identificar. No era nada que se basara en la actitud del francés porque había sido absolutamente serio y respetuoso sino, creo yo ahora con la visión distante de los años, en el convencimiento interior de que los cuentos de hadas son mentira y aquello, a pesar de todo, me seguía pareciendo un cuento de hadas. Pero aquella puerta abierta tras la que vislumbraba una inmensa luz me atraía con una fuerza irresistible a la que no pude, o no quise, o no supe sustraerme. O las tres cosas a la vez.


París

Llegamos a París una mañana de abril, bastante temprano porque para ese mismo día el tipo había concertado tres entrevistas en tres academias de francés, entre ellas la Berlitz, tal y como me había anunciado. Nos esperaba un lujoso Mercedes con chófer en el aeropuerto y nos dirigimos al hotel. Pensé que tendría tiempo de cambiarme de ropa (me llevé todos los vestidos pijos y mis zapatos y bolso de siempre), pero me dijo que simplemente dejaríamos las maletas y nos registraríamos porque teníamos que salir de inmediato para la primera entrevista. Aunque me dio la impresión de ir todo de forma demasiado precipitada, le dejé hacer y le esperé en el bar tomándome un café. Él mandaba. Nos alojamos en el Hotel Meurice, uno de los más lujosos de París, al menos por aquel entonces, en pleno centro y muy cerca del Jardín de las Tullerías. No niego que me impresionó tanta exquisitez, aunque mantuve el porte como si estuviera harta de ir a sitios así. La verdad es que siendo magníficos los hoteles en los que había estado con mi ex, comparativamente aquél era la rehostia.

Me sometí en las tres academias a sendas pruebas de evaluación, escritas y orales, para comprobar cuál era mi grado de conocimiento de francés y esperamos en cada una a que nos dieran el veredicto y un presupuesto sobre el coste que las clases durante tres meses, horarios, nivel de enseñanza, etc. Me pareció que todo estaba perfectamente organizado. En la última terminamos muy tarde y al salir, sin posibilidad de oponerme, me llevó directamente a cenar a un restaurante a la orilla del Sena, de esos coquetones y con velitas, típico francés. Yo estaba hasta el gorro de tanta entrevista, de no haber podido ducharme ni cambiarme y de ir de un sitio para otro como una peonza, pero me dije que quizá los altos ejecutivos de la empresa privada en Francia trabajaban así o que él prefería que terminásemos todo de una vez para después poder descansar tranquilamente, más cuando en Francia, como en el resto de Europa, se cena y se come a esas horas tan tempranas. La realidad es que tampoco me importó demasiado porque habíamos comido un sándwich rápido a medio día y estaba muertita de hambre. Al día siguiente la previsión era visitar la empresa y a la persona que se encargaría de mi tutoría, que además sería quien me buscaría el apartamento para vivir cerca de las oficinas. Daniel estuvo hablándome todo el rato en francés para que me fuera acostumbrado y me sorprendí (parecía que él también) de lo mucho que le entendía aunque a la hora de hablar yo la cosa ya no iba tan bien. No te preocupes, me dijo, dentro de tres meses hablarás casi como una francesa. Vaya, qué optimista, pensé.

Durante el viaje en avión llegó un momento que me pareció que el tipo se acercaba demasiado a mí cuando me hablaba pero con esa visión positiva de la vida que tengo lo atribuí a que no quería que le escucharan las personas de los asientos colindantes, a pesar de que íbamos en primera clase y las distancias entre filas son considerablemente más grandes que en turista. Como a lo largo del día y en la cena su actitud fue de lo más normal me olvidé de ello enseguida.

Por fin llegamos al hotel y nos dirijimos a las habitaciones, o eso creía yo... El botones nos abrió una habitación como una plaza de toros en la que estaban ambos equipajes. Era una suite increíble con un salón adyacente que ya hubiera querido yo tener en mi casa. ¿Ésta es la tuya o la mía?, pregunté con toda naturalidad. Ésta es la de los dos. Aunque hablamos en español creo que el botones nos entendió a la perfección porque me miró con expresión de incomodidad. Vale, entonces tenemos que hablar. Cuando el botones cerró la puerta al marcharse no me dio tiempo a decir nada porque el hijo de puta, cogiéndome totalmente desprevenida me empujó sobre la cama y se abalanzó sobre mí abrazándome y besuqueándome sin control. Intenté por las buenas quitármelo de encima pero como no me hacía caso y yo no podía con él, le dije que empezaría a gritar como una posesa y ya se las apañaría para dar explicaciones en el hotel, aparte de amenazarle con contárselo a su mujer en cuanto regresáramos a Madrid. Por fin se apartó totalmente sofocado y me miró como si no comprendiera nada. ¿Es que te pasa algo? No, en absoluto, simplemente que yo no he venido aquí para acostarme contigo sino para formarme en un trabajo que tú me has ofrecido y que yo, por supuesto, me he tomado en serio. Si tú has montado todo esto para conquistarme es que no me conoces. Yo me acuesto con quien a mí me da la gana y siempre que esa persona me guste, lo cual no es tu caso. Si esto es en realidad el trabajo que me ofreces, te lo puedes meter por donde te quepa, y ahora sal de la habitación porque yo voy a dormir aquí, y sola. No creo que tengan más habitaciones libres, me respondió, porque he cogido esta suite debido a que todo lo demás estaba completo. Pues apáñatelas como puedas porque desde luego conmigo no vas a dormir. Te aviso que además mañana me vuelvo a Madrid.

Me pidió toda clase de perdones y me aseguró que no volvería a pasar nada semejante, que no sabía qué le había pasado, que me consideraba una persona muy inteligente, que bla, bla, bla. Le dejé hablar mirándolo con cara de conmiseración porque me resultaba de lo más patético que semejante personaje tan pagado de sí mismo tuviera un comportamiento tan ridículo. Al final le pusieron una cama supletoria en el salón contiguo y cerré la puerta que lo separaba de la habitación con el pestillo que, gracias a los dioses, estaba de mi lado. No sé si durmió bien o mal, me daba igual, pero me alegré al pensar que si tenía ganas de hacer sus necesidades ya podía hacerlo en uno de los floreros porque el baño también estaba en mi habitación (luego supe que en la suya había un pequeño aseo). Me costó dormirme de tantas veces que me llamé imbécil, por no haberme dado cuenta, por creerme tocada con una barita mágica, por ingenua, por ser buena gente, por haber permitido que los árboles no me dejaran ver el bosque... En fin, con una sensación de humillación espantosa y mi autoestima por los suelos. Al final conseguí que Morfeo se apiadase de mí.

Me desperté al sentir un beso en la mejilla y pegué un salto como si me hubieran puesto un muelle en el colchón. Eran las 8 de la mañana y allí estaba el muy cabrón, de pie junto a mi cama, sosteniendo una bandeja entre las manos. Te traigo el desayuno. ¿Cómo has entrado? He bajado a recepción para que me abrieran tu puerta y me prepararan esta bandeja. Déjala encima de la mesa y márchate por favor. ¿Todavía estás enfadada? ¿Tú qué crees? Te pedí perdón. Sí, pero no me fío de ti, lo siento. Tenemos que ir luego a la empresa... Mira, no entiendo nada y no me gusta un pelo todo esto, así que por favor déjame que desayune y me arregle y hablamos más tarde en el salón de abajo. Me puse morada con el desayuno, lo reconozco, porque era exquisito. Me llamó por teléfono desde el hall para decirme que mientras yo terminaba iba a hacer unos recados urgentes y que luego pasaba a recogerme.

Estaba desconcertada, desbordada, y con un humor de perros. Me parecía increíble que el tipo hubiera montado todo aquel paripé sólo para echarme un polvo o, quizá, con la pretensión de que me convirtiera en su amante a cambio de proporcionarme un trabajo que sabía que para mí podía resultar una perita en dulce. Desde luego tenía meridianamente claro que por eso no iba a pasar, entre otras cosas porque si creía que el anzuelo que me había puesto a base de decirme lo lista que era y de llevarme a sitios de lujo sería irresistible para una funcionata a la que le costaba llegar a final de mes, iba de culo. Si hubiese sido de esa especie no me hubiera separado de mi ex -que aunque no tenía tanta pasta como él se le acercaba bastante- ni me hubiera ido de casa con lo puesto y la parte de los regalos de boda menos valiosos. ¿Qué iba a hacer yo, por ejemplo, con una cubertería de plata si no tenía ni mesa de comedor? El dinero siempre me pareció un instrumento más para poder disfrutar con más holgura de mi libertad pero también sabía conformarme con lo que tenía. Había pasado de menos a más y de más a menos en los tres años que transcurrieron desde mi boda hasta mi separación y no se me había movido un pelo de su sitio; tampoco ahora se me iban a caer los anillos. Simple y desgraciadamente había tenido un sueño y había sufrido un amargo despertar. Preservar mi dignidad era lo fundamental porque tenía libertad de elección. No pongo la mano en el fuego sobre mi reacción si no la hubiera tenido...

Bajé de la habitación con la intención de esperar a Daniel leyendo el periódico en el salón del hall. Después de dos horas apareció el chófer con un sobre para mí. Qu'est-ce que c'est?, le pregunté en francés. Je ne saispas, Madame. Y se marchó como había venido. El sobre contenía un billete de avión París-Madrid a mi nombre para las 7 de la tarde y una nota escrita a mano en la que sólo ponía ¡Bon voyage, cherie!

Imposible evitar que se me saltaran las lágrimas. Me sentí como si me hubiese pasado una locomotora por encima. Su comportamiento me pareció el de una persona de la peor calaña. Desde el momento que constaté sus intenciones ya no esperaba nada serio de él pero aquello era de una bajeza y cobardía que nunca había sufrido por parte de nadie y encima no iba a tener la oportunidad de decírselo a la cara. Si al menos hubiera habido móviles en aquellos años le hubiera podido llamar y ponerle a parir, aunque dada su catadura moral lo más probable es que ni siquiera me hubiera cogido la llamada. De pronto empezaron a asaltarme nuevas dudas: ¿habría pagado la dichosa suite?, ¿tendría dinero suficiente con las únicas cinco mil pesetas que llevaba en el bolsillo para pagar un taxi al aeropuerto?, ¿me daría suficiente para eso y para comer algo? No conocía a nadie en París, estaba sola y me sentía profundamente sola.

Hice mi equipaje y lo dejé en recepción para recogerlo más tarde. Me comporté dando por hecho que la habitación la pagaría él y me limité a preguntar cuánto me costaría un taxi al aeropuerto. Me dijeron una cantidad en francos que más o menos equivalía a la mitad de lo que tenía, puesto que salía de Orly y estaba relativamente cerca de París. Al menos un bocata y una coca-cola podría echármelos a la boca. Bueno, tonta del culo, vámonos a dar una vuelta por la ciudad de la luz mientras llega la hora de irte al aeropuerto. Hacía un día espléndido y París en primavera es una gozada pero para mí fue un día lleno de grises nubarrones, así que me dediqué a caminar y caminar sin rumbo fijo hasta que me topé con el Jardín de Luxemburgo. Me había comprado en un puestecillo una baguette de lechuga con queso Camembert y una botella de agua y allí me lo comí sentada en un banco cerca de una preciosa fuente. Mi desolación era total. A la lechera se le había roto el cántaro y en la leche derramada se habían hundido todos sus sueños.

Por suerte me llegó de sobra el dinero para el taxi pero al llegar a Madrid me cogí por si acaso el autobús al centro y de allí un taxi para mi casa. Lo primero que hice al llegar fue llamar a mi amigo para contarle lo que había sucedido. Sentí mucha amargura al oírle reír como si lo hecho por Daniel hubiese sido una gracieta y mis quejas las de la pardilla más imbécil de la creación. No comprendo cómo puedes reírte así sabiendo que para mí ha sido un trago terrible, más aún cuando te pregunté por ese tipo y me diste todas las garantías sobre su seriedad. Sí, claro, pero tú tenías que haber previsto que algo así podría pasar, ¿por qué lo rechazaste? Tampoco pasa nada por echar un polvo, y ahora estarías en París tan ricamente. Eres un asqueroso machista y un frívolo impresentable, ¿es que tú hubieses tenido un comportamiento así? Pues no lo sé, la verdad, pero nunca hubiese montado una parafernalia semejante para intentar llevarme a una tía a la cama. ¿Quieres que hable con él? No, mejor quédate calladito que estás más guapo. Le colgué y me juré que nunca más volvería a asistir a cena alguna en su casa (lo cumplí).

Nebulosa del Águila o M16, en la constelación de la Serpiente

Mientras cenaba (nunca he perdido el hambre a causa de ningún disgusto), mi diminuto estudio me pareció de pronto inmenso como una galaxia y el lugar más acogedor y entrañable del mundo, y después caí en la cama derrotada pero feliz de sentirme protegida por sus sombras y por los lametones de mi añorado Nikko, el más dulce y cariñoso de los perros.

Dignidad y poesía.

16 comentarios:

Santi dijo...

Ohhh, vaya; desde luego, y no es algo que sepa de ahora, hay gente que monta unos números tremendos para estar, húmedos, con alguien.

Pooor cierto, te diré, que a mí tampoco, ninguna tragedia, me ha quitado jamás el hambre. Al contrario :) (Y mientras te leía me he puesto morado de cereales rellenos de leche:) Shhhhh

Besos de buenas noches

Adu dijo...

Ja ja ja...
Hija mía, si es que estaba cantado... No, no quiero decir que a mí no me hubiera podido pasar algo así, por supuesto que yo también hubiera caído en la trampa, te comprendo perfectamente, lo alucinante es toda la historia que se montó al gachó para echar un polvo (o varios, o tener polvo asegurado varios meses)...
Ja ja ja otra vez y otra vez ja ja ja...
Ole por tu cuerpo serrano, Isabel. Nos encamamos con quien nos da la gana, faltaría más.
Besis wapi.

segunda entrega dijo...

¿Sedujo Casanova a muchas mujeres? Para empezar, rara vez seduce, sino que más bien se deja seducir, es decir, acepta de buen grado las ocasiones que se le presentan. Eso sí, adivina muchas más ocasiones de las que un ciudadano vulgar es capaz de intuir... o aceptar. Nunca fuerza la situación, jamás violenta a ninguna de sus amantes e incluso tiene una reserva sensible que le impide, por ejemplo, aprovecharse de mujeres ebrias

Merche Pallarés dijo...

¡Qué alucine! Hija, ¡menuda pasión debiste despertarle para que montara ese show! Algunos hombres son ridículos... pero entiendo tu desengaño y su comportamiento final fue el de un canalla. Me imagino cómo debiste sentirte... sola, comiendo tu baguette sentada en un banco del (maravilloso, todo hay que decirlo) parque de Luxemburgo. Ahora entiendo tu pesadilla. Muchos besotes guapetona, M.

SILVIA dijo...

Que jodida experiencia amiga!!! Pero que bien estuviste, en tu sitio si señor. Algunos hombres (sobre todo los adineradillos) se creen con derecho sobre toda cosa o persona que se ponga en su camino. Pero tu, supiste ponerle en su sitio, muy bien. Y, no pierdas jamas el apetito por nadie, no merece la pena. Eres una valiente y una luchadora nata. Me alegro de haberte conocido. MIl besitos!!!

mojadopapel dijo...

Lo más curioso de estos tipos es su prepotencia, ni siquiera se les pasa por la mente tener un "no" por respuesta....ni siquiera preguntan, dan por hecho el asunto, jajaja cómo debió rascarle el bolsillo. Me alegro.

Inma Luna dijo...

Por un lado, qué triste para nosotras que tengamos que estar siempre con la escopeta cargada, por si acaso..., por otro, qué triste que ellos sigan este camino tan enfangado para algo que podría ser tan dulce.
Y, aparte de esto, qué bien contado, niña.

~PakKaramu~ dijo...

Pak Karamu reading and visiting your blog

El Ente dijo...

Isabel... desgraciadamente hay much@s que solo piensan de cintura para abajo... sin embargo aun hay romanticismo y amor con maysuculas en el corazon de mucha gente...

muchos besossss hermosa!!!!!

Elena dijo...

Quedate con lo positivo de la experiencia; que eres tú misma irremplazable, única y maravillosa.
Besitos

Fermín Gámez dijo...

Yo creo que el botones sabía algo de otras ocasiones previas... de ahí que estuviese algo molesto.

;)

aapayés dijo...

Interesante blog..

Te sigo así regreso con mas frecuencia..
Un abrazo
saludos fraternos


que tengas un buen inicio de semana

Unknown dijo...

¡Asqueroso cerdo de mierda!
El calificativo va por los dos para el Casanova millonario y para el amiguete que lo disculpa.
Supongo que creyó que, además de tonta, por estar separada la cosa era fácil. Además poniendo París y sacándote de tu entorno te dejaba más desvalida.
Si es que tendríamos que aprender a escuchar a la intuición...
Este tío merece (estas cosas no caducan) encontrarse con alguna lagarta que le deje más seco que la mojama.
Al final suelen acabar así estos capullos.
Un beso.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

No hay nada mejor que conservar la propia estima. Un beso.

Teresa dijo...

Es flipante.

Creo que la que montó el colega para seducirte debe halagarte entre comillas y tratándolo desde el punto de vista del mero cortejo sin amor ni pretensiones de boda. Sin embargo el momento del forcejeo me ha puesto un nudo en la garganta, porque pensé que te iba a violar.

Lo del estudio, la galaxia y los pies en la tierra, es lo que hay que tener en mente siempre.

(Pss pss, con la cubertería de plata nos habíamos sacado unas pelas en el rastro de Madrid)

Pilar dijo...

Lo primero que se me ocurre? Los hombres son unos babosos, sí ya lo sé, si alguien lee esto va a pensar que soy una feminista asquerosa. Lo siento. Sé que también hay hombres estupendos, pero sigo pensando que la mayoría piensa con el pito, lo siento, es así.
Me he visto en situaciones parecidas, así que te entiendo perfectamente. ¡vaya cacho cabrón y cobarde!
Por cierto, yo también soy funcionata administrativa y a veces siento que tengo una vida plana. Pero también te digo, en mi interior a veces viajo a París y soy feliz, por cierto viajo sola o con quien me da a mí la gana.
Un beso, Huetecilla

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