Yo a lo mío, que es lo que importa. Y lo que importa hoy es que ya huelo y oigo el mar, siento la brisa y puedo ver las estrellas luciendo en el techo ese, virtual, al que llamamos cielo... (en Madrid no se ven :< ) Y eso estando todavía a 500 km del trocito de costa al que me dirijo: Punta de la Mona, Playa de la Herradura (foto de la derecha, saliendo el sol), entre Almuñécar y Nerja, provincia de Granada. ¡Una delicia de sitio! Hay playas con gente y otras casi vírgenes (siguiente foto) dado su difícil acceso. No son precisamente de arena, sino de cantos pequeños, como los de los ríos, que adquieren una variedad de colores inmensa cuando los mojan las olas. Tengo muchas en casa, en agua, bellísimas.
Bitácora de Isabel Huete
13 julio 2007
La bulimia del articulista
Yo a lo mío, que es lo que importa. Y lo que importa hoy es que ya huelo y oigo el mar, siento la brisa y puedo ver las estrellas luciendo en el techo ese, virtual, al que llamamos cielo... (en Madrid no se ven :< ) Y eso estando todavía a 500 km del trocito de costa al que me dirijo: Punta de la Mona, Playa de la Herradura (foto de la derecha, saliendo el sol), entre Almuñécar y Nerja, provincia de Granada. ¡Una delicia de sitio! Hay playas con gente y otras casi vírgenes (siguiente foto) dado su difícil acceso. No son precisamente de arena, sino de cantos pequeños, como los de los ríos, que adquieren una variedad de colores inmensa cuando los mojan las olas. Tengo muchas en casa, en agua, bellísimas.
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Etiquetas: Alpujarra, bulimia del articulista, Granada, Javier Marías, Juan Manuel de Prada, La Peza, mierda, Nerja, Playa de La Herradura, Punta de la Mona
10 julio 2007
Una pequeña patita... Una gran pataza
Cuando vi esta imagen la primera vez me recordó la visión que tenía de pequeña de que el mundo estaba dividido en dos partes: en una estaba yo y en la otra todos los demás. No es que creyera que esta división me había venido dada sin que nadie contara con mis deseos, más bien todo lo contrario: era yo la que buscaba esa ubicación, supongo que para poder lamerme las heridas más agusto. Lo tengo escrito en el último y único diario que conservo de todos los que escribí, que no es que fueran muchos pero sí bastante extensos porque mi afición por la lectura y la escritura viene de antiguo, lo que tiene mucho que ver, precisamente, con mi aislamiento del mundo que me rodeaba. Digo yo que por algún lado tenían que salir las sesiones de centrifugado de neuronas a las que me sometía a todas horas, y dejar constancia de ellas en algún sitio.
Aunque pueda parecer lo contrario, el elegir esa forma solitaria de afrontar la vida me hacía sentir más fuerte que los demás. Puesto que sobrevivía a pesar de las dificultades que todo eso entrañaba, creía que podría con todo y a la inversa: que nadie podría conmigo puesto que no los necesitaba... Evidentemente sufría una distorsión de la realidad tan enorme que no es que con el paso de los años me dejara huella, es que me dejó surcos que para sí quisiera la superficie de Marte. Lo peor de sufrir no es el hecho en sí mismo sino desconocer que se sufre porque, entonces, los mecanismos de superación quedan anulados. Y yo -he comprendido después- sufría como una condenada, como una tontorrona doncella medieval recluida por propia voluntad tras los muros de un castillo para protegerse de cualquier ataque, pero a la vez asomada todo el día a la ventana contemplando con melancolía los amaneceres y los atardeceres. Creo que en el fondo lo que más deseaba es que ocurriera algo o apareciera alguien que me sacara de mi encierro... Cuando leí El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, pensé que bien podría haber sido el personaje principal, esperando día tras día la llegada de unos tártaros que no existían aunque se deseara que existiesen para darle sentido a la espera. Pero claro, las cosas no son así, y hasta que no comprendí que o me ponía yo solita a la faena de desmontar la muralla piedra a piedra o se me iba a pasar el arroz de la vida, no empecé a disfrutar de lo que había al otro lado. Salirse de uno mismo, perder el miedo a afrontar el miedo, y dejar que la piel del otro se roce con la tuya aunque sea para después marcharse y no volver, es un reto que no hay que dejar pasar. Es puro condimento, puro saborcito, puro disfrute.
Patitos a la mar... Y poesía.
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Etiquetas: Dino Buzzati, soledad, vivir
09 julio 2007
Una jilipollas de vecina
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05 julio 2007
La carga de la prueba... ¿o la prueba de la carga?
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02 julio 2007
ITV, Café Gijón y Telemadrid
Café y poesía.
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Etiquetas: Alfonso el cerillero, Antonio Artero, Ateneo 1º de Mayo, Café Gijón, Gallardín, ITV personal, Meliano Peraile, Pepe Tarduchy, pijerío