Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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28 septiembre 2007

Entrañablemente viva

Entre mis amigos/as, los que me escriben o llaman para opinar sobre mi blog pero que no se atreven, o les cuesta, mostrar su opinión escribiendo en él, el comentario más habitual es que les parece entrañable lo que escribo, y yo les contesto lo mismo a todos: que es eso, precisamente, lo que pretendo transmitir, no sólo porque yo soy, o me gusta ser así, sino también porque es lo que me gusta a mí encontrar ("lo entrañable") en los blogs personales de los demás, siempre que no tenga la impresión de que se hace con impostura, que es un guión estudiado, sino el reflejo de una realidad vital con un elevado grado de autenticidad. Al fin y al cabo, eso es en realidad un blog: un cuaderno de bitácora, un lugar, un diario, en el que se escribe lo que pasa y cómo nos pasa, al menos los que pretenden reflejar lo que pasa por la cabeza de uno mismo desde la opinión o el sentimiento. Así lo concibo yo.

Pero también mis amigos/as saben que una cosa es sacar la parte entrañable que una posee y que les gusta "saborear" leyéndome, y otra muy distinta que sea mi estado permanente de humor. De hecho, ante determinados acontecimientos sobre los que he opinado en alguna entrada, no he podido disimular la mala baba que a veces me chorrea entre las neuronas. Porque soy impulsiva, crítica y autocrítica (desmedida a veces), beligerante con la injusticia y la prepotencia, con la mala educación, con la falta de respeto, con la mentira masiva, con el egoísmo congénito, con quienes hacen de la simulación una forma de vida, y con muchas cosas más... Cuando algo me solivianta soy dura, quizá inflexible (mala cosa, esa), la sangre se me coagula y el corazón se vuelve roca. No, creo que no soy una perita en dulce...

Yo también he mostrado a veces esas actitudes con las que me muestro beligerante, no soy ajena a ellas, también tengo mi lado oscuro, pero he aprendido a sumirlo y a perdonármelo, y también a pedir perdón cuando he ofendido a otros. La verdad es que me siento mucho mejor después de hacerlo. Ya no me parece una humillación reconocer los errores. Quizá ese aprendizaje no se habría producido si no hubiese sufrido un cáncer ante el que pensé que la muerte podría estar más cerca de lo imaginable y, por supuesto, de lo deseable. Lo que más me sorprendió, y me sigue sorprendiendo de mí misma, es la falta de respeto que le tuve y le tengo (teóricamente es de los incurables) a esta enfermedad. Desde el primer momento me dije que no iba a poder conmigo, que le tengo demasiado amor a la vida como para que algo así me juegue la mala pasada de hacer que la pierda. Al fin y al cabo, los virus forman parte de la vida y de la misma manera que la puedo perder yo, también ellos son mortales... Y de momento les he ganado la batalla, después de cuatro años siguen "mataos y bien mataos". Y si he de ser sincera, ni me acuerdo de ellos. Es cuestión de economía vital: sería una pérdida de tiempo y esfuerzo.

He aprendido (dicen que a todos los que padecemos esta enfermedad nos pasa) a vivir de otra manera, a contemplar lo que me rodea como algo digno de disfrutar sin remilgos y a intentar que los que comparten conmigo la vida sean más felices (familia, amigos, compañeros, etc.). Ya no soy como era antes, mucho más derrotista, y he comprobado que cuando pierdes el miedo a la muerte, la existencia se vuelve mucho más luminosa, parece que todo cambie y tenga otro sentido, más positivo. Las prioridades cambian, el hoy es lo que cuenta; te abrazas a la vida cada mañana al despertar como si fuese el día más importante, el único, del que no puedes perderte nada, ni un minuto. Sentir esa intensidad me encanta, y me digo que he sido una jilipollas por no haber sabido disfrutar de igual manera todos mis años anteriores.

Amas más, a las personas y a las cosas, y es delicioso comprobar cómo cuanto más amas más recibes. Se da esa compensación sin buscarla, existe esa compensación aunque tardemos tanto tiempo en descubrirla, quizá porque nos dé miedo fracasar. Algunos no tendrán la suerte de descubrirla y disfrutarla en toda su vida. Yo la he tenido y la recomiendo.

Nunca pensé que hablaría de esta cuestión pero creo que era inevitable. No pretendo ser modelo de nada ni de nadie, ni que ninguno/a de los que me lean sienta pena o, por el contrario, lleguen a pensar que soy la leche. Pa . No sufro en absoluto porque me siento curada, porque me queda mucha leña por dar, muchas opiniones que transmitir y muchos sentimientos por dejar aflorar.

Puedo decir, y digo, que he logrado estar en paz conmigo misma y con todo lo que me rodea, y creo que eso es la felicidad o, al menos, lo que más se le parece. Me siento feliz. Viviendo en un mundo tan bello como el que muestra esa foto de China, ¿cómo no serlo?
Lujo de vida y poesía.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Te conozco a traves del blog de Luis Felipe Comendador, Y si es verdad que me pareces una persona entrañable y sincera, me alegro enormemente que podamos disfrutar de tu diario y sentir ese impulso vital que derrochas y hace que palpitemos contigo. Es un placer.
Una nueva lectora

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Por eso mismo, desde que Luis Felipe Comendador me mostró el camino hasta tu casa, te leo y tengo la fuente de tu página en mi navegador.

Isabel Huete dijo...

Graciassss, miles, a los dos. Veo que Luisfe hace estragos... Es un cielo :-))

Bienvenidos y, por fa, si tenéis blog/web, dadme vuestra dirección para que os linkee en el mío.

Besos grandes.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Isabel: basta picar sobre el nombre del comentador para que te aparezca su perfil y/o su blog. Pero encantado de recibirte en La Acequia:
http://laacequia.blogspot.com/

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