Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

SOLIDARIDAD CON HAITÍ
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25 junio 2008

¿En el punto medio o enmedio del punto?

Si en algo noto que mis neuronas cumplen años es en que me pienso las cosas (no todas, faltaría más) entre seis y siete veces, no tanto cuando me conciernen exclusivamente a mí sino sobre todo cuando hay otras personas involucradas. Son luchas interiores agotadoras porque la razón y el corazón tienen demasiado igualadas sus fuerzas. Esta vez, cosa rara, han quedado en tablas, pero siguen mirándose con desconfianza y se nota que se tienen ganas. Yo los observo y me digo que ese tipo de batallas son estériles, pero no me hacen ni puto caso. Estuve francamente tranquila observando los toros desde la barrera, me sentía mera espectadora, como si no fuera conmigo, y eso que su batalla se libraba poniéndome a mí como excusa.

La razón estaba empeñada en que yo no me cortara un pelo, a la hora de escribir en el blog, sobre ningún tema que considerara digno de mi atención; que mi libertad era lo primero; que a quien no le gustara lo que dijera lo tenía muy sencillo: no leerme; que el derecho a mi intimidad pública era sagrado, inviolable; que debía mantenerme firme y seguir con él a toda costa y en la misma línea que lo he mantenido.

El corazón, siempre tan tierno y liberal para muchas cosas, defendía sin embargo que la libertad de uno finaliza donde empieza la de los demás, y le reprochaba a la razón que no contemplara la visión de los otros, que no se pusiera en su lugar, que fuese tan fría y no sintiera nada ante la más mínima lágrima, ni siquiera hacia ésas que se derraman por el cristal cuando llueve.

De vez en cuando ambos me miraban como queriendo que les diera la razón al uno o a la otra, pero, claro, yo era precisamente la menos indicada para decantarme por ninguno de los dos. Lo más que podía hacer para ayudarlos era aportarles datos sobre la cuestión que se dilucidaba, explicarles por qué escribía lo que escribía y si lo hacía con buena o mala intención, o con ninguna. Y es que a mí, la verdad, las discusiones bizantinas me parecen una pérdida de tiempo.

Pero como seguían erre que erre, empecinado cada uno con su visión de las cosas, al final no me quedó más remedio que cortar por lo sano. Consiguieron acabar con mi paciencia y no me quedó más remedio que reencarnarme en Salomón y cortar al niño por la mitad, con suavidad, con cortes precisos para que hubiese el mínimo derramamiento de sangre.

Me llevé a la razón a un rincón y le pedí que me prometiera que si continuaba con el blog se quedaría calladita. Dudó un momento, porque es muy cabezota, y me respondió que estaba de acuerdo si a cambio yo le prometía que seguiría escribiendo en él sin tapujos. Como no soy buena negociadora, y menos aún tengo paciencia, le dije que de acuerdo. Me dio un apretón de manos, como si fuera mi socia, y se sentó tranquilamente a beberse un tequilita. Lo que menos me gustó es que miró con gesto triunfante al corazón, que se había quedado mosqueado por lo que pudiéramos estar tramando.

Cogí del hombro al corazón y me lo llevé también a un apartado. Le pedí que me prometiera que si me ponía en el lugar de los ofendidos dejaría de martillearme la cabeza con sus impulsos. Me miró fijamente, en silencio, durante unos segundos, porque tiende un poco al dramatismo, y me respondió que lo haría si yo a mi vez le prometía que quitaría todas las referencias que hubieran molestado a otros y no volvería a citarlos entrando en cuestiones personales. No supe decirle que no, sobre todo porque de una vez por todas quería que la fiesta terminara en paz. Me abrazó con entusiasmo y se sentó al lado de la razón dedicándole la mejor de sus sonrisas. Luego se sirvió un vinito dulce.

Lo que más me interesó de toda la discusión que mantuvieron fue que coincidieron en una cosa: que debía perder el miedo a que me leyera cualquiera que entrara en mi blog, que no debía importarme lo que pensaran los demás, que yo debía saber gestionar las críticas que pudieran llegarme decidiendo cuáles debía afectarme y cuáles no, y cuánto. Hay que saber ser, reconocerse en el espejo y no echar nunca las cortinas para que entre la luz, decían. Y ahí sí que no me costó nada mostrarme de acuerdo con ellos.

Si no fueran tan hijoputas diría que daban ganas de comérselos viéndolos allí sentados, tan monos, como si no hubiese pasado nada. Son mis hijos al fin y al cabo, y aunque sé que no se llevan bien, en el fondo se necesitan el uno al otro. Yo no me serví ninguna copa, pero me puse un CD de música Chill Out que me había comprado con El País y acabé echándome un sueñecito. 

Soñé que era un árbol que se había inclinado a causa de un viento huracanado, pero su tronco era tan fuerte que no consiguió quebrarlo. Era flexible y frondoso, aunque no por ello sus hojas suponían un impedimento para que se vislumbrara a través de ellas la luz del sol. Es tan resistente y tiene raíces tan profundas que no creo que nada ni nadie logre tumbarlo nunca. 


(Fotografía de Isabel Huete. 2008)

No sé si es la sombra de mi árbol o el árbol de mi sombra, o los dos.

Aquí sigo y aquí seguiré sin renunciar a ser lo que soy y como soy, y dispuesta a no citar a nadie que no quiera. En prueba de que cumplo con mi compromiso, he borrado cualquier referencia a las personas a las que haya podido molestar. Salomón no sé si cortó por la mitad a algún niño, pero yo sí lo he hecho. Y es que en el fondo soy una sanguinaria... muy responsable.

Árbol y poesía.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

...muy responsable. Has acertado, ¡seguro! Gracias por seguir. Un beso... ¡o dos! Àngela

Isabel Huete dijo...

Gracias a ti, corazón, por tu apoyo y por estar ahí y aquí.
Muchos besos.

Anónimo dijo...

Ea, pues "p´alante"...
¡Oleee!
Un beso gordote, o mejor, tres besazos.
Donce

Isabel Huete dijo...

No hay peor cosa que quedarse paralizada. Siempre hay que seguir, digo yo.
Besazos para ti también, cielo

Anónimo dijo...

Tu has cortado el nudo gordiano de los encuentros y desencuentros familiares, de tu libertad y nuestras susceptibilidades y eso, cari�o, no es f�cil, pero lo has hecho porque en verdad tienes un coraz�n inmenso y porque tu raz�n es mucho menos intransigente de lo que quieres mostrar.

No te cortes, por favor. Hay en este blog demasiadas cosas hermosas para que una pataleta familiar provoque tu silencio.

Un besazo.
Carmen (tu hermana conflictiva y despiadada)

Javiera A Vega Gutiérrez dijo...

hola, pienso que todos tenemos el derecho a expresar nuestras ideas y el derecho de los otros es tomarlas o dejarlas, saludos

jg riobò dijo...

Difícil tener la habilidad de adaptación del árbol, en eso estamos y veo que tu también. Ánimo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Pues me parece muy acertado. Sobre todo para los que nos gusta leerte.

Isabel Huete dijo...

Gracias hermana, así pareces más Blancanieves :-)).
No sé si he cortado o no el nudo gordiano, aunque la verdad es que, de ser así, hubiese preferido deshacerlo, claro, que si Alejandro Magno tampoco pudo, no voy a ser más que él. De todas formas, en ningún caso querría convertirme en la "reina de la fiesta", ¡menuda responsabilidad!
Otro besazo para ti.

Hola Javiera. Gracias por visitar mi blog, tu casa, y por opinar en él, y por decir lo que dices. Te visitaré yo también.
Un beso grande.

Javier, es que a los árboles apenas les hacemos caso cuando pasamos por su lado, salvo para cobijarnos bajo su sombra o resguardarnos de la lluvia, pero son muy sabios y tienen una vida interior muy intensa, tan intensa que cuando florecen parece que son otros.
Besitos.

Pedrote, a mí también me encanta leerte, ya lo sabes. Aunque algún día espero que me cuentes por qué te disculpas cuando, por lo que sea, tu entrada es escueta o, como antesdeayer, no pudiste escribirla. ¡Si te queremos igual!
Besines

Teresa dijo...

Isabel
también desde la barrera, leí un texto preciosamente escrito. Y lo con lo que más disfruté, fue con ese árbol, grueso y de profundas raíces.
Besos

FOTOLIA