Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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18 abril 2008

¿Es el afecto cariño? ¿Es el cariño amor?


Pilar ayer me decía en su comentario que yo era muy cariñosa y tengo que darle la razón porque no sólo soy cariñosa sino también terriblemente mimosa, pero no siempre he sido así, o mejor dicho, no siempre supe mostrarlo.


Creo que la infancia es un periodo clave para aprender a reconocer el cariño, el afecto y el amor, suponiendo que fuesen cosas distintas, tanto para recibirlo como para darlo. El aprendizaje debiera darse, en primerísima instancia, dentro del núcleo familiar. Las caricias, las palabras, los besos, la atención, los cuidados, la compañía, debieran ser las primeras manifestaciones hacia nosotros que percibiéramos para hacernos sentir seguros, protegidos y reconocidos. Si eso fuese siempre así creo que nos costaría mucho menos expresar luego esos mismos afectos, devolverlos con creces, sin miedos. Primero a los miembros de nuestra familia y luego a quienes se crucen en nuestro trayecto vital. Pero la sociedad y los distintos ámbitos que la componen no son ni mucho menos perfectos, y podemos caer de uno u otro lado sin que podamos hacer nada para evitarlo, salvo en la edad adulta y, aún ese caso, dependiendo de las heridas de guerra que lleves en el cuerpo y lo que te duelan o dejen de doler.


Desgraciadamente, nuestros padres suelen ser el reflejo de su propia vida familiar anterior a nuestra existencia y su comportamiento depende, o está condicionado, por factores y vivencias que para nosotros no siempre son fáciles de analizar y comprender. Si nos sentimos queridos, o amados, no solemos cuestionarnos nada, pero si no nos sentimos así las preguntas se nos agolpan como abejas en un panal y las respuestas no alcanzamos a encontrarlas en ningún lado. Incluso tenemos miedo a preguntar. Un niño, o niña, que no se sienta querido por sus padres tenderá a creer, sin mediar un análisis racional porque no tiene edad para hacerlo, que la culpa está en él, que será que algo malo ha hecho o algún poder oscuro lo tiene prisionero. Hasta que no llegas a una determinada edad en la que ya se haya desarrollado tu capacidad de análisis, y aún así muchas veces no lo consigues, no comprendes que el origen de la contención afectiva de tus padres es producto de la que ellos mismos sufrieron y de la educación que recibieron. Si pones empeño en ellos, hasta puedes llegar a comprenderlos, incluso a eximirlos de toda culpa.


Los padres, antes que padres, son seres humanos con sus carencias y sus grandezas, pero eso un niño no lo puede pensar. Lo malo es que eso que no puede pensar será un elemento clave para su desarrollo afectivo posterior. La falta de afecto, de cariño, de amor, le hará más vulnerable, más indeciso, más desconfiado, más miedoso. Y claro, luego no llega a mayor, se planta delante del espejo y se dice: "Nada, nada, este lastre me lo quito yo de un plumazo. ¡Ala, a querer y dejarse querer!" Las cosas son mucho más complicadas, sobre todo porque te cuesta reconocerte como una persona merecedora del amor de los otros. Eso es, para mí, lo más terrible, porque si no conoces lo que es sentirse amado, si no conoces los beneficios del amor, si no has sentido su dulzura, difícilmente puedes darlo tú, ni siquiera a ti mismo. Caer en el lado "malo", tocarte esa lotería a la que ni siquiera has jugado, es una de las mayores crueldades con las que tienes que bregar en la vida. Y no te consuela pensar que hay otras gentes que, además de sufrir en sus carnes el desamor, sufren otras muchas atrocidades que tú ni siquiera puedes imaginar. Cuando uno tiene el corazón herido es difícil consolarse pensando en las heridas, quizá mayores, que sufren los demás. Tu ombligo es el centro de tu existencia porque, al menos, te tienes a ti para mirártelo.


Con estos antecedentes es difícil tener una vida afectiva placentera y serena. No confías en las manifestaciones de cariño, afecto o amor de los otros. No sabes querer ni dejarte querer y no paras de preguntarte el porqué. Te vuelves exigente, manipulador, posesivo... Y acabas espantando a cualquier alma bendita que se te acerque. La búsqueda del amor se puede volver desesperada pero por todos los lados acabas encontrando pegas, nada te satisface, nunca la calma se adueña de ti, y sufres como un condenado. Te lanzas a la caza de forma instintiva, y cuando ya has seleccionado la pieza y le incas los colmillos teniéndola a tu merced, en vez de disfrutar comiéndotela, la abandonas para que otros lo hagan. Te autoengañas diciéndote que no estaba suficientemente tierna, o que no te gustaba su sabor, o su olor, cuando quien apesta eres tú.


Algo malo pasa en nuestra sociedad para que nos dé tanto pudor pronunciar la palabra amor. Es inimaginable que una persona que tenga por idioma el inglés le diga a otra "I want you" para expresarle su cariño; siempre utilizan el "I love you", independientemente de qué tipo sea éste. Los italianos dicen "Te boglio bene" (no sé si boglio es con "b" o con "v"), que distinguen del "Te amo", como nosotros el "te quiero" del "te amo". Amar es como si tuviera otra dimensión, como si exigiera un compromiso mayor que el querer, como si al verbo amar le salieran unos ganchos para atrapar y aprisionar al otro. Cariño, afecto, amor... ¿Qué más da? Son tres conceptos que significan lo mismo y difieren en lo mismo: dependiendo de la persona a la que se lo des, de la necesidad que tengas de hacerla feliz, de tus deseos de compartir las cosas con ella, de la pasión y el deseo que te inspire, será mayor o menor.


Sí Pilar, soy muy cariñosa, amorosa, afectiva, mimosa, pero he tenido que aprender a serlo y me ha costado muchos años. Yo soy de las que puede decir que he encontrado la felicidad, una felicidad razonablemente estable, cuando he aprendido a querer y ser querida; cuando he conseguido apreciar y disfrutar los distintos aromas del corazón, del propio y del ajeno. Cuando me miré un día en el espejo y me pregunté "¿Estás preparada?" Y me respondí que sí, con todas sus consecuencias. No me arrepiento, y menos aún de mostrar mis afectos, cariños y amores. He perdido el miedo y tengo la suerte de no saber ser rencorosa.


Pero a veces soy escabrosa, prepotente, insolente e insufrible. No soy una perita en dulce. También he aprendido a aceptar todo eso. No existe la perfección y, por tanto, en mí tampoco.


Amor y poesía.


10 comentarios:

jg riobò dijo...

Mis padres eran de los que no dan amor y yo he sufrido y sufro las consecuencias que tan bien has expuesto.

Anónimo dijo...

Tienes razón Isabel, pero no creo que todo sea aprendizaje y/o mimetismo, porque entonces por ejemplo, no habría tanta diferencia de caracteres entre hermanos. Mira, mi sobrinillo es un arisco y un sieso en plan de cariñitos y te aseguro que los demás no lo somos con él.
Ya de adultos también influye el miedo a no ser correspondido, o al fracaso en general.
Yo no lo puedo remediar, mis sentimientos salen solos, para bien y para mal, si quiero, aprecio, amo, o si alguien me cae como el culo... todo se me nota,
y eso Isabel, no creo que sea una virtud sino todo lo contrario, pq además de hacer daño a otros, también te hace mucho más vulnerable ante los demás.
Un besote
(y no, no tengo blog, pero gracias por preguntar)

Isabel Huete dijo...

Donce, igual no me he expresado bien pero no pretendía decir que todo sea aprendizaje y/o mimetismo, sino influencia y condicionamiento que te viene desde la infancia, que unos miembros de la familia lo viven de una manera y otros de otra. La realidad nunca es lo que es sino como la cada uno la vive. Nosotros somos 5 hermanos y todos distintos, pero si se nos conoce medianamente a fondo nadie negaría que tenemos alguna "tara", que se puede traducir en comportarnos de una manera "poco habitual" ante el afecto, o el cariño, ya sea para recibirlo o para darlo. Si tu sobrino es así, tendrá alguna razón que quizá no sea tan fácil descubrir. Los niños saben mucho aunque ellos no lo sepan.
Y en lo del miedo tienes toda la razón,lo que pasa es que yo creo que es producto de otras cosas. Pienso que con la inseguridad no se nace,sino que se hace debido a otras carencias que arrastramos de vivencias anteriores, sobre todo de la infancia.
Pienso que los sentimientos no se pueden anular, pero sí "manejar", sobre todo cuando se puede provocar daño a otros, pero también creo que no hay que culpabilizarse demasiado de ser como somos. Aceptarse es fundamental y, sobre todo, no depender demasiado de lo que otros opinen de nosotros. Eso sí que nos hace vulnerables.
Besos grandes.

Javier, puedo comprenderte perfectamente, identificarme contigo. Es una putada haber carecido de afecto de niños, pero, en mi caso y aunque hayan tenido que pasar muchos años para conseguirlo, he podido extraer de ello cosas positivas. Espero que tú también.
Un beso bien grande.

PILAR dijo...

Isabel allá que voy:
Soy hija, soy madre, soy compañera (aunque soy esposa o cónyuge o como coño se quiera expresar, pero me gusta lo de compañera), soy amiga, soy compañera (del otro rol, del trabajo)...Perdón porque he empezado en primera persona, y eso tal vez indique egocentrismo (probablemente).
Como hija, me he sentido francamente muy querida sobre todo he de decir por mi padre. Mi padre ha sido, y es y lo sigue siendo muy cariñoso en sus expresiones. yo hasta bien mayorona, por la noche antes de irme a la cama, me sentaba en su regazo y nos abrazábamos. Me decía cosas preciosas: "gacela mía", "sole mío"...y cosas que siguen resonando en mi memoria como si las estuviera escuchando.
Mi madre, sin embargo ha sido de esas personas con dificultad para manifestar el cariño, lo cual no quiere decir que no me quiera, tal vez se haya pringado por mí más que mi padre a lo largo de la vida, pero no sabe (ella tampoco lo recibió)abrazar, acariciar, besar...y este tipo de personas lo pasan francamente mal, tienen una especie de frontera y no pueden aunque quisieran.
Pues bien, yo he recibido la herencia de mi padre, me considero cariñosa. Ahora, como madre, considero fundamental acariciar a mis hijos, besarlos hasta la saciedad, y sobre todo decirles que les quiero.
El amor, el cariño en todas sus manifestaciones físicas me parece fundamental. El contacto físico para mí es necesario.
No me cuesta nada manifestar mi cariño.
En el mundo del blog es un cariño diferente, original...pero sí es cierto que a mí me apetece conocer a los propietarios de los blog con los que me escribo, si es posible, claro.
Considero básico el amor para vivir. Ayer le comenté algo de esto a Pedro.
Ahora, también es verdad que el empalago no le soporto. Y también a veces puedo resultar antipática, distante y borde que te cagas.
PERO ESTA NOCHE TE MANDO, ISABEL, UN ABRAZO FUERTE, SOLETE.

Incognita dijo...

Hola, me llamo Reggis y he llegado a tú blog de la mano de Pedro, leí tus comments y me gustaron muchisimo, al igual que tu post.

Te dejo un saludo y te estare visitando muy seguido.

Chao

Pedro Ojeda Escudero dijo...

El aprendizaje emocional es una de las cosas más difíciles de nuestro proceso de maduración y sus consecuencias psicológicas las disfrutamos o las sufrimos toda la vida a no ser que hagamos un proceso -casi siempre doloroso- de reinventarnos.
Hermoso texto, Isabel.

Incognita dijo...

Te dejo una saludo Isabel, estoy segura de haberte dejado un mensaje ayer, pero veo que por alguna razón no te llego.

Igual te dejo un abrazo.

Isabel Huete dijo...

Ese cariñito que me mandas, Pilar, me ha encantado. No sabes cuánto me alegro de que seas cariñosa con tus hijos porque seguro que ellos, al identificar el amor y las caricias como algo natural que se da entre personas cercanas, luego les costará menos aceptarlo de otros y darlo ellos también. No es que eso sea una regla incuestionable, pero siempre les será más fácil que a otros niños que no pudieron disfrutar de ello. Y también me alegro que al menos hayas tenido, y tengas, el cariño de tu padre y que te lo sepa demostrar con caricias y bellas palabras. Yo recuerdo la cara de envidia que se me ponía cuando, estando interna, iba a casa de una compañera algunos fines de semana y veía cómo, al igual que tú, se sentaba en las rodillas de su padre y éste la acariciaba, se hacían bromas y no paraban de reír. ¡Deseaba tanto estar en su lugar! Pero bueno, mirar al pasado y lamentarse tampoco sirve de nada. Lo importante para mí ahora es que he conseguido sacar hacia fuera todo ese cariño que tantos años reprimí por miedo al dolor.
Gracias, gracias, gracias,cielo.

Creo que yo lo he conseguido Pedro, pero no reinventándome, que sería casi como reencarnarme en otra persona distinta, sino encontrando a la que creo que siempre fui y mantuve oculta tantos años. Es una putada encontrarse tan tarde, pero ahora me siento tan bien que ni lo pienso.
Besazos gordos.

Reggis, sí he recibido tu entrada, lo que pasa es que ayer no abrí el blog y no te he visto hasta ahora. Me encanta recibirte en mi casa y no hace falta que te diga que aquí tienes libertad para decir lo que te dé la gana y como te dé la gana. Yo también voy a visitarte.
Un beso grande también para ti.

Teresa dijo...

Isabel cuántos cuchillos rasgan esta pantalla que contemplo.

Como cachorros buscamos afecto porque no atendemos otras razones. Los que lo reciben a raudales se convertirán en agradables animales de compañía el resto sólo serán perros de presa.

Es muy difícil fiarse de los sentimientos de los demás cuando no se reconocen.

Isabel Huete dijo...

Sí, es difícil fiarse de los sentimientos de los demás cuando no se reconocen, pero peor aún es no fiarse de los sentimientos propios porque tampoco se es capaz de reconocerlos. Si uno no sabe con cierta claridad quién es, dificilmente puede saber quiénes son los demás.
Hubo cuchillos, pero los tiré a la busura.
Besos,corazón.

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