Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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14 abril 2008

¿Es tristeza la melancolía?

Llegaba a Tembleque el viernes pasado, sobre las 20:30, y en el horizonte vi un juego de luces y sombras que me cautivó. Pensé que eran unos colores que invitaban a la melancolía, a sentarse sobre una cima y pensar mientras se iba diluyendo la magia del paisaje, pero iba con mi gato detrás y sé que lo pasa muy mal si le dejas solo dentro del coche, así que me dirigí hacia el cementerio porque pensé que si a esa visión le añadía los cipreses quedaría una imagen preciosa (el ciprés es un árbol que me encanta). Me quedé unos minutos mirándola, recreándome en ella y dejándome llevar por algún que otro pensamiento melancólico, de añoranza, de compañías imposibles, de amores enterrados, de caricias nunca olvidadas. Pero no me sentí triste, y es que creo que mi cuota de tristeza la tengo más que agotada. La tristeza paraliza, y yo no quiero que nada ni nadie me impida seguir avanzando, que bastante tiempo he perdido en mi vida como para dejar que ahora mis pies se vuelvan a hundir en el barro. Yo ya sólo quiero caminar entre las flores.


¡Qué distinta aquella imagen de ésta! Este es el cementerio de Alcañiz (Teruel), y ahí estamos mi madre y yo junto a la fosa común en la que está enterrado mi abuelo Isaías. También estaba mi hermana Cristina, aunque no se la ve apenas, y Mayte, la pequeña, es quien nos hace la foto. Fue hace tres veranos. Fuimos a echar las cenizas del hemano de mi madre, mi tío Arturo, sobre la tumba de mi abuelo, como él dispuso antes de morir, aunque la historia de esas cenizas es tan alucinante que algún día lo contaré porque parece un cuento de García Márquez. Mitad realismo, mitad magia, y yo le añadiría que algo de absurdo también.

Mi madre lloró a chorros. Sólo dos veces visitó este cementerio desde el asesinato de mi abuelo por los republicanos, una con mi padre y esta otra con nosotras. Mi abuelo no era de derechas ni de izquierdas, pero era un pequeño empresario de Zaragoza con algún que otro enemigo como fue el caso de su socio, quien no tuvo ningún reparo en denunciarle para quedarse con los despojos de la empresa. Iba camino del pueblo de Valderrobles, cercano a Alcañiz, para recoger a mi madre, que entonces era sólo una adolescente, y estaba acogida en casa de unos amigos. En el trayecto se lo cargaron. En la comunicación que recibió mi madre sólo ponía que "murió en accidente de guerra"... ¡Qué cinismo! Las guerras son así de crueles.

Nosotras no lloramos, pero sufrimos con ella. Adoraba a su padre y al matarlo se quedó huerfana totalmente porque su madre ya había muerto de un cáncer. Y su hermano, un chaval apenas, en el frente, con los nacionales... Pasó la guerra de un lado a otro, trabajando de lo que pudo, prácticamente sola. Se hizo fuerte. Lo superó todo, hasta los muchos años de matrimonio con mi padre. Esa fue otra guerra, casi peor.

Melancolía, que no tristeza, y poesía

10 comentarios:

PILAR dijo...

Jo, Isabel, parece mentira como un blog puede hacer sentir una empatía especial hacia una persona con la quien de otra manera NUNCA hubieras podido llegar a coincidir.
Suscribo y hago mías tus frases:
"Pero no me sentí triste, y es que creo que mi cuota de tristeza la tengo más que agotada. La tristeza paraliza, y yo no quiero que nada ni nadie me impida seguir avanzando, que bastante tiempo he perdido en mi vida como para dejar que ahora mis pies se vuelvan a hundir en el barro. Yo ya sólo quiero caminar entre las flores".
Un beso fuerte, Isabel.

jg riobò dijo...

No hay que confundir. La melancolía es un estado que propicia una gran actividad sentimental y en ideas, que pueden llevar a la creación.
La guerra es así en todos los bandos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Hermoso texto el de esta entrada y sugerente imagen la primera, como si hubieras puesto cada cosa en su sitio antes de disparar. La melancolía, antes que tristeza es recogimiento en sí mismo.
Besos.

Isabel Huete dijo...

Gracias Pilar, esa es una de las grandezas del ciberespacio: llegar a congeniar con personas de las que probablemente sin un ordenador nunca llegarías a imaginar su existencia. Yo, que soy acérrima amante de las relaciones humanas, de las de verdad, de las de reir y también de las de llorar, me siento feliz de haberos conocido aunque de momento sólo sea de forma virtual. Espero conoceros en algún momento, sólo hay que darle tiempo al tiempo. A mí me ha pasado lo mismo contigo, ya lo sabes. Eso es muy bello.
Besazos, cielo.

Javier, eso quería, que me dijerais cómo lo veis vosotros. Sé la gran diferencia que existe entre melancolía y tristeza, pero es que yo he sufrido algunas veces de ambas cosas a la vez y me ha costado distinguir. Ahora que me he hecho "mayor" (creo que no demasiado), sé que una se puede dejar llevar por la melancolía y disfrutar, pero hay que evitar la tristeza, al menos ésa que machaca de forma insufrible y con la que ya no me "ajunto". :-))
Besos grandes

Ay, Pedro, ¡si mi máquina se dispara sola! La que rige mi mente también. Sólo fui en busca de una imagen bella, que me diese serenidad, y allí estaba ella, esperándome. La belleza, si la buscas, siempre la encuentras, ya sea grandiosa o pequeñina.
Besos grandes también para ti.

Anónimo dijo...

La melancolía no puede ser mala si sabes compartirla sin hacerte la víctima.
Gracias por la segunda foto. ¡Cuánto tiempo! Salud. Àngela

Inma Luna dijo...

A mí lo de la melancolía, qué quieres que te diga Isabel, siempre me recuerda a Camilo Sesto, pero esto de lo que hablas, esto de pararse un momento y mirar alrededor (que también incluye mirar un poquito para atrás) pero con cariño, sin demasiados arrepentimientos inútiles, sin machaques sentimentales..., eso es seguramente, un ejercicio saludable.
Besos.

Isabel Huete dijo...

Angela, cariño, supongo que me das las gracias por la segunda foto porque está mi madre y hace muchos años que no la ves... ¡Pobrecita mía, con qué desconsuelo lloró! Creo que nunca la había visto llorar así... Se nos partía a todas el alma.
Besitos

Pues sí, Inma, es que eso es precisamente la melancolía. Lo otro sería, para mí, puro masoquismo, algo que no me gusta practicar.
Besitos también para ti.

IF dijo...

Vaya, qué historia...

Yo creo que la diferencia fundamental entre tristeza y melancolía está en el tiempo del verbo: la tristeza tiene algo de presente, la melancolía, de pretérito.

He podido pensar mucho sobre el tema últimamente.

Gracias por tu comentario, lo agradezco de veras. Si quieres, puedes utilizar la foto (mientras cites al autor, perfecto!), no hay ningún problema.

Un beso!

Isaías

Teresa dijo...

Jellous Isabel

Dentro de este relato me ha hecho mucha gracia lo de que no era de izquierdas ni de derechas sino de Zaragoza y no he podido más que reirme.

Isabel Huete dijo...

Gracias, Isaías. Traeré la foto a mi blog y, por supuesto, te citaré.
Me gusta esa distinción temporal que haces sobre la tristeza y la melancolía. Está llena de sentido.
Un beso grande!

Bueno, bipolar, no pretendía que la alternativa fuese ser de Zaragoza... más bien quería resaltar su condición de empresario (que suelen estar siempre con el que manda independientemente de su ideología) pero queda muy simpático así como lo dices. La verdad es que después de releer el post puede llevar a esa interpretación. Bienvenida tu risa a esta mi casa. Besazos

FOTOLIA