Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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11 diciembre 2007

Inma Luna

No quiero evitarlo y ahora aprendo a pasar muy despacio entre cada una de las traviesas, por el camino de piedrecitas puntiagudas.Duermo peor, es cierto.
Imagino un embudo metálico sobre mi cabeza, disfrazada de orate.
Por su boca se cuelan las frases que dan vueltas por el techo del cuarto. Intento colocarlas, poner un poco de orden en esta carencia de argumento pero ellas se van descomponiendo y me dejan sólo palabras sueltas, gruesas, desencajadas, como cachos de vida, trozos de historia.
No quiero evitarlo.
Aprendo a conocer las sensaciones que se quedaron estancadas. Son esquivas pero estoy dispuesta, puedo enfrentarlas, mirar con los ojos abiertos en la oscuridad, permitir que atraviesen mis músculos y darle a cada cosa su lugar.
Ver todas mis caras.
Y lo que hay detrás.
Le he robado este poema a Inma Luna como una forma de darle la bienvenida al mundo del blog y, por supuesto, la he añadido a mis poetas favoritos.
No conozco mucho a Inma a pesar que hemos coincidido en distintos eventos literarios y también en México, pero por lo que he leído de ella (menos de lo que debiera), las pocas palabras que hemos cruzado y las vibraciones que me transmite, sé que es de esas personas que hay que tener en cuenta y conocer más. Con las personas me guío mucho por la intuición, y aunque he cometido algún que otro error garrafal, por lo general suelo acertar y es algo que me enorgullece porque gracias a ello puedo decir que conozco a personas muy interesantes y, sobre todo, muy bellas. Y es que si hay algo que me apasiona es el ser humano, las personas, y sobre todo las personas en las que adivino montañas de sensibilidad y una potente vida interior. La mirada es como un pequeño tragaluz por el que a poco que te asomes con interés te permite ver mucho de lo que se oculta tras su pequeño hueco. Y yo soy una asquerosa observadora. Y creo adivinar que Inma es un lujo de persona y una estupenda poeta.
Alguna gente cree que cuando hablo (a veces me descontrolo y las palabras en vez de pronunciarlas parece que las vomitara por la vehemencia con que las impregno) estoy tan concentrada en lo que digo que no me entero de lo que pasa a mi alrededor, pero la realidad es que, siendo cierto que me concentro mucho porque pongo mucho empeño en ser precisa al expresarme, siempre tengo una antena levantada, cual ojo de mosca, que está captando cada sonrisa, cada mirada, cada gesto de quienes tengo delante, o al lado; a veces a varios metros. Y no principalmente para intentar saber si se me presta atención, sino porque me gusta sentir latir la vida de los otros a mi lado e intentar compartir ese latido. Luego, cuando vuelvo a mi casa, a mi pequeña cueva, a mi refugio, más que recordar lo que se dijo, me centro en la imagen de las personas, casi siempre amigos/as o conocidos/as, con las que estuve; sus caras, sus gestos, sus manos, sus sonrisas, su melancolía, su furia, su dulzura. La palabra es un lujo del que disfrutamos los humanos y en muchas ocasiones, según quién las pronuncie, dejan aflorar muchas cosas de nosotros mismos, pero nada hay como la expresividad de un rostro, los gestos, las miradas, las sonrisas, verlo respirar.
Inma habla en su poema de varias caras, esas que todos tenemos, pero creo que siempre hay una que predomina o que es compendio de todas, y en su caso, con lo poco que sé de ella, me atrevo a decir de esa cara que tiene un alto componente de calidez.
Calidez y poesía.

1 comentario:

Inma Luna dijo...

Pero bueno, Isabel, sin palabras me dejas y, efectivamente, la palabra es un lujo. Así que sólo se me ocurre darte las gracias por la percepción que tienes de mí, una percepción que me encantaría que se acercase a la realidad. Muchos besos y nos seguimos encontrando.

FOTOLIA