Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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14 diciembre 2007

Melodías extrañas

Antes de que me olvide, me parece importante entrar en la siguiente página de Médicos sin Fronteras:
Creo que apenas tenía 20 o 21 años cuando escribí un poema en el que se incluía esta estrofa:
El amor es como una melodía extraña que no busca en el silencio su contrario
Francamente, ahora no sabría explicar qué pretendía decir con ello. Supongo, por cómo era mi vida entonces, por cómo afrontaba las cosas y en qué niveles de sentimiento me movía, que acababa de tener uno de mis múltiples fracasos amorosos (era una máquina totalmente enamoradiza) y no me sentía capaz de quitarme de la cabeza al susodicho, o no tenía el coraje suficiente para hacerlo y prefería lamerme las heridas. Es la obsesión, que impide reconocer la derrota, y uno se queda instalado ahí sin querer buscar una solución, soportando una carga inútil que te impide seguir caminando.
Y he recordado este episodio porque estos días, a medida que iba enterándome de las noticias sobre la reunión en Bali para discutir sobre el cambio climático, y las posturas que han adoptado las distintas partes, se me ocurrió pensar que en todas estas reuniones se tocan melodías muy extrañas, totalmente desafinadas. Hay mucho terrorista instrumental por ahí suelto que, encima, quiere convertirse en el director de la orquesta, y lo peor es que acaba consiguiéndolo. Vaya, parece ser que por lo menos ya nadie niega que el cambio climático se está produciendo... pero los que más contaminan, los mayores culpables (todos lo somos, pero unos más que otros), dicen que "piano, piano", que es lo mismo que decir que están dispuestos, en aras de la tajada económica, a no tomar medidas inmediatas aunque ello suponga la desaparición total de millones de especies y muchos de los que pertenecen a la especie humana, sobre todo los más pobres, los que no tienen poder para presionar, los que dada su miseria no tienen ni con qué contaminar, pero se contaminan gracias a esos "directores de orquesta" de mierda.
Los que más mierda expulsan, los que más guerras y muertes provocan, y sin embargo tienen la desfachatez de pregonar que son los adalides de la paz, los luchadores infatigables por la salvación del mundo, prefieren seguir respirando la mierda que ellos mismos producen, y también morir absurdamente, con tal de no dar su brazo a torcer y buscar una solución (el silencio de lo justo, de lo solidario) equilibrada, que beneficie a todos. Ser grande no es sinónimo de tener grandeza. Ellos son tan grandes como miserables.
Hay más melodías chirriando por ahí, como la de Oriente Medio, la de Darfur, la de Birmania, la de Kosovo, la de Marruecos-Frente Polisario, la de la inmigración, la del Congo, la de Cuba, la de ETA, la de Al Qaeda, la de Irad, la de Afganistán, la de Irán, la de Corea del Norte, y muchas más. Demasiadas víctimas inocentes tienen que sufrir su ruido insoportable y constante a la puerta de sus casas, en sus propios corazones. Ellos son el silencio y es a ellos a quienes hay que escuchar.
Demasiadas melodías groseras tenemos que escuchar a diario, así que voy a dedicarme el finde a escuchar otras más placenteras, que es como una manera de taparse los oídos para encontrar el silencio interior y prepararse para la lucha, aunque mi lucha sea tan insignificante como un grano de arena.
Silencio y poesía

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