Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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13 julio 2009

Voces que manan como el agua - II

Béjar es una pequeña ciudad de provincias como las que me gustan a mí, acogedora y sencilla, sin pretensiones, aunque algo abandonada por su declive textil, pues fue el motor de su economía durante muchos años y, de hecho, aún se conservan los edificios de sus fábricas junto al río Cuerpo de hombre (creo que es su curioso nombre), ahora silenciosos cadáveres de ladrillo, cristal y chapa. Supongo que se habrá intentado su reindustrialización o la sustitución de la mano de obra fabril por la de cuello blanco tan característica del sector terciario o de servicios... No me sé la historia, tan sólo la intuyo. Lo que desde luego parece al recorrer sus calles es que su economía debe estar en permanente crisis y eso afecta al cuidado de sus entramado urbano, en el que se pueden ver edificios señoriales de gran belleza a la venta a pesar de su estado casi ruinoso. A pesar de todo tiene mucho encanto, o quizá por eso mismo, y si uno es capaz de superar sus cuestas sin desfallecer se dará cuenta de que conserva cierto señorío, de que esta pequeña ciudad no se ha rendido.

No me paré demasiado a tomar fotografías, no por falta de ganas sino porque cuando la recorría lo hacía a toda prisa para acudir a los recitales de Voces del Extremo y, aún así, no siempre cumplí con el horario... Sin embargo sí tomé instantáneas en algún momento de más relajación de cosas que me llamaron la atención de su arquitectura:


Curiosamente, muchas casas protegen sus fachadas con chapas de uralita, sobre todo me pareció que eran las más deterioradas. En ésta se ve claramente que es un edificio abandonado. No lo había visto en ningún otro sitio de España, aunque me imagino que los habrá y yo no me he percatado.


Otras casas ya no tan abandonadas, como es ésta, tienen las fachadas cubiertas de teja árabe colocadas por su lado convexo, lo que les da un aspecto muy rústico y original, y evidentemente bonito. Esta colocación de las tejas la he visto en los tejados de ciudades y pueblos de Segovia y Ávila, quizá también de Soria, pero nunca en las fachadas. En la de la foto me gustó especialmente su balcón cuajado de flores. Lástima de la ristra de cables "modelo diadema" colocados de cualquier manera. Un peligro asomarse a esos balcones, creo yo.


Y esta torre solitaria, pegada a la casa anterior, que no sé si es lo que queda de una iglesia o es una iglesia en sí misma. Me llamó la atención su magestuosidad a pesar de su sencillez, tan alta, tan soberbia. Lástima también la pobre rehabilitación efectuada en su parte más alta. A pesar de todo me pareció muy especial.

Y después, el último día, visitamos y comimos en Candelario, un pueblecito a 3,5 km. de Béjar, al otro lado del monte El Castañar. Yo ya lo conocía de otras épocas pero reconozco que no me cansaría de visitarlo porque realmente es espectacular su arquitectura y su conservación, tan de agradecer en un país en el que el abandono de nuestro patrimonio arquitectónico sigue siendo una enfermedad endémica a pesar de lo mucho que se ha hecho y se está haciendo, pero es tanto y rico que no creo que nunca nos curemos de ella.

Esas callejuelas de los pueblos que se pierden en el bosque son
como los caminos perdidos de un poema nunca escrito

Las calles empedradas, metáfora de la vida

El retablo barroco de la iglesia bajo una cúpula de madera con arabescos
que parece un cielo estrellado, imposible y bellísimo.

Calles como laberintos de sombras, cómplices de encuentros furtivos

La voz del agua descendiendo por las calles, arrastrando toda la fuerza de la vida y su frescura

El agua canta acompañando al viandante sobre un lecho de piedras
de colores

Las vigas de madera, los balcones sustentados por tablones centenarios,
el color de las flores, los rincones que albergan vidas

Un palacete curioso que rompe la arquitectura tradicional, bien conservado exteriormente aunque con un mirador acristalado amenazando ruina. Debió ser muy bello.

Tras su puerta de critales sucios se adivinaba esta otra
de madera, señorial

Y la abrí aunque nadie me había invitado, y me encontré este curioso zaguán que me transportó a tiempos pasados no vividos...

Otro rincón acogedor y lleno de frescura

La Fuente de Perales sombreada por una de las plantas que más me gustan: la hortensia

Bajo la hortensia y rodeada de agua bendije mi suerte de estar allí

Mi sueño: tener una casa cubierta de hiedra

Entrada posterior de La Casa de la Sal, un hostal que me recomendaron visitar pero creí que estaba cerrado y me lo perdí

Un sillón abandonado me sirvió para sentirme
como en la puerta de mi casa

Quien no conozca Candelario y se acerque por Béjar y sus alrededores, no deje de visitar este pueblo único bañado por el agua, la luz, el color y la armonía. Yo sé que volveré.

Y colorín colorado esta segunda parte se ha acabado.

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FOTOLIA