Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

SOLIDARIDAD CON HAITÍ
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21 diciembre 2007

A todos los amigos/as que os acercáis a leer mis diatribas, y también a los desconocidos/as y/o anónimos, quiero felicitaros la Navidad, o el Año Nuevo, o las Fiestas, o estos Espantosos Días, o lo que sea (como cada uno quiera vivirlo), con esta foto que he hecho y con la que pretendía que pareciera algo así como un chorro de luz. Creo que me he acercado bastante a ello, así que

LUZ, MUCHA LUZ PARA EL ENTENDIMIENTO Y PARA EL CORAZÓN

Nuestos adorables amigos y colegas mexicanos


Gracias

Se fue LaOtr@ Fil 2007

Se fue La Otra FIL 2007, y no queda más que agradecer a todos los amigos, cuates, compas y camaradas que creyeron en este festival alternativo para promover, difundir y socializar el quehacer cultural, necesario para toda la raza que hace, vive y disfruta del arte y la cultura.

No faltó valor, ni deseos, ni ganas, y el esfuerzo fue chingón, porque se realizó a pesar de nuestras carencias y la falta de recursos. Sabíamos lo que queríamos y las expectativas se rebasaron.

No todo salió como se planeó, hubo que improvisar, cambiar sedes, horarios, incluir eventos, rehacer sobre la marcha, alargar los tiempos, extraviar identidades, perder participantes y desde luego jazzear, divertirnos y encontrarnos entre camaradas comprometidos con su labor de promotores, editores, escritores, músicos y artistas visuales.

Sin recursos pero con la voluntad en las cananas y los camaradas solidarios que bien a bien se saben alternativos, marginales, underground, independientes; algunos más por convicción que por sentirse excluidos, o por su rechazo a lo comercial y su postura contra lo oficial, otros por la falta de posibilidades económicas para comprar un espacio en la FIL.

Hemos aprendiendo a trabajar en colectivo, a apoyarnos mutuamente y sabremos aprovechar esta experiencia. Sin duda habremos de continuar con este festival el próximo año.

De modo que solo nos queda agradecer a todos los que se sumaron al la Otra Fil 2007:

A los que nos ofrecieron su espacio como sede.

A los escritores, a los editores, a los promotores, a los músicos, a los artistas visuales, a todos los participantes y a todo el público.

A los que nos obsequiaron el tequila para brindar por la Otra Fil.

A todos los medios de información, por su apoyo para difundir los eventos.

A los que hicieron el viaje desde otros municipios, estados, países para participar en la Otra Fil.
A quienes nos regalaron un plato de pozole, una chela, una torta ahogada, cien pesos, doscientos pesos, trescientos pesos para financiar el transporte del equipo, imprimir los flayers, los carteles, los programas.

A todos los que ayudaron a difundir los eventos por Internet desde sus correos personales, blogs y páginas web.

A los que nos prestaron una mesa, sillas, una barda, una extensión, el equipo de sonido, aportaron un varo para la gasolina o nos ofrecieron un rai, un café por la mañana, un pan con mantequilla.

A quien pegó carteles, repartió flayers y nos ofreció su tiempo

Un chingo de gracias.

Gaby y Sergio

Guanatos, Jalisco 14 de diciembre de 2007


Gracias a vosotros, amigos, porque demostrásteis cómo sin apenas medios se puede hacer un encuentro más que digno y, sobre todo, tan interesante, tan participativo, con gente de tanta calidad artística y literaria, y sobre todo de tanta calidad humana. Os deslomásteis para tenerlo todo a punto, para que no nos faltara de nada, para que disfrutáramos, para que nos sintiéramos como en casa, o mejor. Nos unimos en la literatura, las artes y el tequila, que es una combinación perfecta, y esos eslabones ya no hay quien los pueda romper.

Gracias por vuestro genio y vuestro cariño. También tenéis el nuestro.

20 diciembre 2007

Crujidos

Yo no sé qué les pasará a los demás, pero a mí casi todos los días el corazón me pega un crujido que me deja molida, y no es porque mi particular bomba interna funcione mal (a veces se despendola un poco, como a Inma, pero luego se recoloca ella solita), sino que pasan cosas que la paralizan y tiene que hacer un esfuerzo enorme para seguir latiendo como si no pasase nada... Pero sí pasan cosas, y algunas de esas cosas que pasan y que me noquean tienen que ver con la subespecie más repugnante de la raza humana: los pedófilos, los pederastas. Hubo un tiempo que pensaba, como sé que todavía lo sigue haciendo mucha gente, que su vicio tenía que ver con algún tipo de enfermedad mental, pero a medida que he ido comprobando la proliferación que hay de estos hijos de la grandísima puta, su vinculación con cualquier actividad laboral o credo, hasta las más respetadas socialmente, su desfachatez a la hora de actuar y la utilización que hacen de Internet no sólo para satisfacer sus deseos sino, además, para enriquecerse a costa del abuso de los niños y niñas, de joderles la vida en un momento en el que lo que más necesitan es protección y amor, ya sólo pienso que simplemento son gente cuya mente está invadida por la vileza y la podredumbre, y disfrutan siendo así: viven sin alma, son escoria. Y es que parece interminable la lista de estos seres nauseabundos porque interminables son las actuaciones de las fuerzas de seguridad para desmantelar sus redes. Nunca se acaban, y cada vez estas redes parecen más extensas...

Lo mismo le pasa a mi corazón cuando una mujer es asesinada por su pareja porque eso de que "sólo serás mía" ya no le funciona. Se le rompió el dominio y no la mata por amor sino por resentimiento, porque ahora se siente inferior, porque ha perdido una corona y un cetro que nadie le puso, porque ese cuerpo y esa mente que creyó le pertenecían pueden ser disfrutados por otro. ¡Maldita puta!, se dicen todos, y no lo dicen porque ya no la posean sino porque cuando la poseyeron tenían el mismo concepto de ella. Nunca la concibieron como un ser libre, autónomo, igual, sino como el instrumento que satisface sus necesidades que cogen y tiran a placer. Él se considera un rey pero no quiere una reina al lado, sino la esclava que le sirve y se la mama por la noche, o a cualquier hora del día, depende. A veces intento ponerme en su lugar, imaginar cómo será la vida de esas mujeres olvidándome de cómo se trata el tema en las películas, por reales que puedan parecer, y quizá lo sean. Intento imaginar mi vida cotidiana con un hombre así al lado, con el miedo y el asco comiéndome las entraña y, encima, sin valor (y muchas veces también sin medios) para darle la patada o para salir corriendo yo. Con la voluntad hecha añicos, con la autoestima convertida en una fregona que rebaña todas las mierdas, con las fuerzas escapándose por el sumidero del lavabo. Tanta lágrima a veces se enquista en el ojo y no deja ver; quizá también en el cerebro, y no deja pensar con claridad. La culpa no es de ellas aunque muchas así lo crean. Y no, todos los hombres no son iguales respecto a este asunto, por supuesto, pero todavía a muchos les cuesta condenar estos comportamientos, como les pasa a esos jueces que, sin justificar el asesinato y condenándolo, creen que alguna culpa tendrá la mujer, algo habrá hecho que no se dice... Y las penas a veces son vergonzantes. Pero ni la mujer más coñazo, ni la más intransigente, ni la más coqueta, incluso ni la más perversa y despreciable, merece perder la vida por el hecho de que su pareja no la soporte o, por el contrario, exija que vuelva con él, ¡faltaría más! Uno debe coger la puerta y largarse o, en su caso, asumir la derrota. Nosotras también sufrimos la compañía de seres indeseables en muchos casos y nos sentimos derrotadas por el amor, pero no nos dedicamos a matarlos... Somos diferentes, realmente.

Aún nos cuesta, a mujeres y hombres, entender que el matrimonio o el emparejamiento no significa pertenencia sino compartir el armario de la ropa y el de los sentimientos, y respetar el sitio que ocupa cada cual, desde la libertad. Y eso lo digo yo, que soy incapaz de compartir mi armario con nadie, que mi casa es mi cueva y que el otro se ocupe de su armario y de la suya. Tres años de matrimonio me bastaron para comprender que lo mío no era la vida en pareja aunque pueda amar con locura a alguien. No me basta el amor de y hacia otro para sentirme viva, aún amo más mi libertad, quizá porque he tenido que luchar y sufrir mucho para conseguirla y disfrutarla. Y porque yo pienso que sólo desde la más absoluta libertad, desde la total conciencia de quién y cómo es uno mismo, se puede amar. Y ya no digo en el caso de desear tener hijos...

Y al decir esto me ha venido a la cabeza esa absurda teoría, que ha sido recogida en los medios de comunicación días atrás, de que los padres pueden darles de vez en cuando algún que otro cachete a sus hijos. He escuchado opiniones de lo más variopintas, algunas incluso escalofriantes. El problema no es que a un niño que reiteradamente se porta mal se le de un cachete de aviso. Lo que a mí me preocupa es que el comportamiento bueno o malo de los hijos es una apreciación subjetiva de los padres, y casi siempre esa percepción subjetiva tiene mucho que ver con su capacidad de comprensión y de paciencia, de colocarse en la edad y lugar de sus hijos. La permisividad social y política de los cachetes implica que los padres con la mano un poco larga se sientan respaldados para utilizar esa medida como algo normal, y del cachete de advertencia a la bofetada o tortazo hay un paso muy pequeño. Y lo siguiente a justificar es la paliza. Yo he visto a padres defender como leones a sus hijos frente a los demás y, al tiempo, tenerlos machacados en casa ante cualquier "salida de tono" de uno de ellos. La hipocresía campa a sus anchas, como en tantas otras situaciones. Y ya no hablo de los castigos desproporcionados, de los gritos, de los insultos o de las amenazas... Sé de lo que hablo, y de las marcas que te dejan en el cuerpo y en el alma. Antes les llamaba heridas, pero el tiempo lo cura todo y las cerró. Al menos me gustaría que los niños que sufren la violencia de sus padres, ya sea porque los dedos de la mano se les han quedado marcados en la mejilla o en el culo, o porque no se les escuche nunca, o porque les griten demasiado a menudo que son insoportables, o les manden a la cama sin cenar (¡ojalá sólo fuera este tipo de violencia!), tuvieran la misma suerte que yo y llegara un momento en el que las heridas dejaran de supurar y las marcas posteriores sólo quedaran como una seña de identidad.

¡Ojalá también les sucediera esto a los niños y niñas víctimas de los pederastas y a las mujeres que han sobrevivido -y sobreviven- a la violencia de sus parejas!

Infancia y poesía

17 diciembre 2007

Espacioluke

Hoy recomiendo visitar la siguiente Revista cultural virtual, la cual he linkeado entre mis preferidos:
La conocía de oídas pero nunca había entrado, y hoy lo he hecho porque se ha puesto en contacto conmigo Inés Matute, que es quien dirige ese espacio, aunque no la conozco personalmente (espero poder hacerlo pronto). Y se ha puesto en contacto conmigo porque ha entrado en mi blog a través del de Lucas Rodríguez, el koala (gracias amigo koala, querido amigo) y quiere que colabore escribiendo algo en la revista para el número de enero (no digo el tema para que sea una sorpresa para quienes se interesen, y así entren en la web y conozcan la labor que esta mujer está haciendo por la cultura). No sabe Inés la ilusión que me hacen estas cosas y lo que me reconfortan, porque nunca imagino que me puedan ocurrir a mí. Alguien puede pensar que soy boba... Pues sí, lo debo ser, pero soy una boba feliz, lo cual mucha gente que va de lista, y probablemente lo es, no puede decir. No hubiese podido ser más feliz si la propuesta hubiese venido de la mejor revista cultural del mundo mundial. En este caso, para mí al menos, el tamaño no importa, no es lo más importante. Lo importante es escribir, dejar que las palabras broten libremente, y las ideas, y los sueños.
Me encanta ir descubriendo cada día gente nueva que se esfuerza una barbaridad por difundir la cultura en toda su extensión, algunos con bastantes medios y otros sin apenas ninguno, pero que van haciendo su trabajo sin necesidad de tirar petardos o lanzar fuegos artificiales. Ahí están los que abren las puertas a los creadores, muchos de una extraordinaria calidad que se han pasado media vida en la sombra, sin poder difundir su obra, tragándose las palabras, el objetivo o los pinceles, por poner un ejemplo, y sufriendo una indigestión de creatividad de tanto acumular sin poder darle salida. Al menos van abriéndose puertas, aunque sean muchas veces subterráneas, por las que poder lanzar el vómito creativo y así dejar de nuevo limpia la mente para seguir pariendo. Por supuesto la cultura oficial se mantiene ajena a todo este movimiento soterrado, cada vez más intenso y extenso, emulando el gesto de los tres famosos monos del templo de Nikko, en Japón: no ver, no oír y callar. Por un lado me parece injusto, absurdo y de un tufo elitista-cateto que echa para atrás (como el de esas señoronas de abrigo de visón que se rocían de perfume -¡caríssssimo!-haciendo irrespirable el aire por allá donde pasan), pero por otro pienso que quizá la intervención y el manoseo oficial lo jodería todo, le quitaría la espontaneidad y la frescura a tanta creación, a tanta buena-gente-buena que circula por este extraño, admirable y entrañable excaléctric cultural al que tanto me honra pertenecer como editora.
Tampoco hay que ensimismarse demasiado en uno mismo, porque la vida consiste en ir avanzando y en saber valorar lo que nos ofrece, eso sí, sin prisas, disfrutando de la brisa y del olor de las flores del camino, que hay muchas (en estos días recomiendo ir abrigado porque esta mañana, y parece que así seguirá los próximos días, la brisa era helada...).
Brisa y poesía.

14 diciembre 2007

Melodías extrañas

Antes de que me olvide, me parece importante entrar en la siguiente página de Médicos sin Fronteras:
Creo que apenas tenía 20 o 21 años cuando escribí un poema en el que se incluía esta estrofa:
El amor es como una melodía extraña que no busca en el silencio su contrario
Francamente, ahora no sabría explicar qué pretendía decir con ello. Supongo, por cómo era mi vida entonces, por cómo afrontaba las cosas y en qué niveles de sentimiento me movía, que acababa de tener uno de mis múltiples fracasos amorosos (era una máquina totalmente enamoradiza) y no me sentía capaz de quitarme de la cabeza al susodicho, o no tenía el coraje suficiente para hacerlo y prefería lamerme las heridas. Es la obsesión, que impide reconocer la derrota, y uno se queda instalado ahí sin querer buscar una solución, soportando una carga inútil que te impide seguir caminando.
Y he recordado este episodio porque estos días, a medida que iba enterándome de las noticias sobre la reunión en Bali para discutir sobre el cambio climático, y las posturas que han adoptado las distintas partes, se me ocurrió pensar que en todas estas reuniones se tocan melodías muy extrañas, totalmente desafinadas. Hay mucho terrorista instrumental por ahí suelto que, encima, quiere convertirse en el director de la orquesta, y lo peor es que acaba consiguiéndolo. Vaya, parece ser que por lo menos ya nadie niega que el cambio climático se está produciendo... pero los que más contaminan, los mayores culpables (todos lo somos, pero unos más que otros), dicen que "piano, piano", que es lo mismo que decir que están dispuestos, en aras de la tajada económica, a no tomar medidas inmediatas aunque ello suponga la desaparición total de millones de especies y muchos de los que pertenecen a la especie humana, sobre todo los más pobres, los que no tienen poder para presionar, los que dada su miseria no tienen ni con qué contaminar, pero se contaminan gracias a esos "directores de orquesta" de mierda.
Los que más mierda expulsan, los que más guerras y muertes provocan, y sin embargo tienen la desfachatez de pregonar que son los adalides de la paz, los luchadores infatigables por la salvación del mundo, prefieren seguir respirando la mierda que ellos mismos producen, y también morir absurdamente, con tal de no dar su brazo a torcer y buscar una solución (el silencio de lo justo, de lo solidario) equilibrada, que beneficie a todos. Ser grande no es sinónimo de tener grandeza. Ellos son tan grandes como miserables.
Hay más melodías chirriando por ahí, como la de Oriente Medio, la de Darfur, la de Birmania, la de Kosovo, la de Marruecos-Frente Polisario, la de la inmigración, la del Congo, la de Cuba, la de ETA, la de Al Qaeda, la de Irad, la de Afganistán, la de Irán, la de Corea del Norte, y muchas más. Demasiadas víctimas inocentes tienen que sufrir su ruido insoportable y constante a la puerta de sus casas, en sus propios corazones. Ellos son el silencio y es a ellos a quienes hay que escuchar.
Demasiadas melodías groseras tenemos que escuchar a diario, así que voy a dedicarme el finde a escuchar otras más placenteras, que es como una manera de taparse los oídos para encontrar el silencio interior y prepararse para la lucha, aunque mi lucha sea tan insignificante como un grano de arena.
Silencio y poesía

13 diciembre 2007

Polémicas ridículas


Esta es la foto de la polémica, bastante ridícula y absurda a mi entender. Parece mentira que un organismo como el Instituto de la Mujer, al que como funcionaria pertenezco, pierda el tiempo con esta noticia. Colectivos de hombres trabajadores en distintas áreas (todos más que estupendos e incitantes, por cierto) también lo han hecho y nadie se ha rasgado las vestiduras sino que, por el contrario, todo han sido alabanzas y parabienes. Y ahora resulta que estas chicas azafatas, más listas que el hambre porque las está lanzando al estrellato mediático, son poco más o menos que vilipendiadas por mostrarse en biquini y con poses supuestamente "provocativas". Siempre he pensado que sólo los descerebrados pueden llegar a "ponerse" con la visión del desnudo (en este caso ni siquiera eso) de una mujer plasmado en un papel, en un vídeo o en una peli. Digo yo que las mujeres tenemos el derecho de adoptar las posturitas que queramos y donde queramos siempre que a nadie ofendamos, y un cuerpo desnudo nunca puede ofender; el problema no está en ellas, porque somos libres de hacerlo, sino en los que con su casposidad mental se sienten provocados. El problema no está en la imagen sino en cómo se mira, y también en querer reservar y preservar el lucimiento del cuerpo de la mujer al ámbito exclusivamente privado mientras que el de los hombres se acepta sin miramientos que también sea público. Defiendo sin fisuras el derecho a la igualdad en todos los sentidos de las mujeres, a su dignidad, a su libertad; lo que me preocupa es que no se considere por otras mujeres, que también se proclaman defensoras de su género (a menudo con cierto tufo fundamentalista), que la utilización del propio cuerpo como mejor convenga es simplemente un derecho si se hace desde la libertad y no de la coacción. Que me expliquen por qué los bomberos sí pueden hacerlo y las azafatas no...

¿Qué dirían esas mujeres y colectivos denunciantes de otras mujeres al ver estas fotografías que saqué en México D.F. de una protesta de trabajadores y trabajadoras del campo en pleno centro de la ciudad? Son campesinos/as y, en mi opinión, mucho más evolucionados/as que nosotros a la vista de cómo utilizan su cuerpo, con toda libertad, para la defensa de sus derechos, es decir, por una buena causa (aunque si no hubiese habido causa me habría parecido igual de bien).
Y lo más interesante es comparar la foto que saqué de los hombres: ellos se tapaban su pene ridículamente... ¿Tendrían miedo de que se descubriera que el tamaño también importa?
Bromas aparte, la dignidad y libertad de estas mujeres me parece indiscutible y digna de elogio. No creo que yo me hubiese atrevido a mostrarme así, ni siquiera por la mejor causa. Y es que yo soy producto, como todos los que habitamos eso que se llama el primer mundo, de una supuesta civilización más avanzada... que en muchos aspectos significa también más represión y más hipocresía. Al parecer, las playas son el único mundo en el que es posible liberar de ataduras a nuestros cuerpos sin que nadie se sienta ofendido o provocado, y aún...
Cuerpo libre y poesía.

12 diciembre 2007

Navidad yin-yang

Sé que más de uno y una arrugaría la nariz por lo que voy a decir: me gusta un huevo la Navidad. Es bastante común que la gente de mi generación se lamente de la llegada de estos días. La mayoría coinciden en que les fastidia la sonrisa obligada, las reuniones familiares, las comilonas pantagruélicas, las dichosas lucecitas, el gentío en las calles, el afán consumista, el arbolito y/o el Belén; que si es cosa para niños, que si produce una melancolía que a nadie atrae, que si hay mucha hipocresía aparentando todos volvernos buenos de pronto... Y yo, la verdad, lo comprendo porque es difícil no asociar estas fiestas con aquella mirada ingenua e ilusionada con la que las recibíamos siendo niños. Los gestos de asombro ante ese nacimiento que se montaba en casa, sobre todo cuando se encendían las lucecitas; la espera a las 12 de la noche del día 24 para poner al niño en la cuna o al día 6 de enero para acercar los reyes al portal; la inquietud la noche del día 5 ante lo que nos pudiesen dejar esos reyes de regalo (era terrible cómo recordábamos de golpe todas las "cosas malas" que habíamos hecho y el temor a no recibir nada por ello) y el consiguiente madrugón para comprobarlo... Siempre recibías algo, aunque nunca faltaba, al menos en el caso de mi familia, que a alguno de nosotros se nos dijera que no nos lo merecíamos del todo, que para el año siguiente había que ser mejor.

En los prolegómenos de los días "clave" (o fatídicos, según para quién) había dos momentos importantes que a mí me fascinaban casi más que cualquier otra cosa: la visita a los tenderetes navideños de la Plaza Mayor, la iluminación de las tiendas y las calles y la compra del turrón en la pastelería (que ya no existe) del Hotel Nacional en la Glorieta de Atocha. Y me sigue fascinando ahora también... Hace tres días hice mi primer recorrido (voy varias veces antes de que lo quiten) por las casetas de la Pl. Mayor, aunque procuro ir a las 3 de la tarde para no encontrar gente, y ayer salí, aprovechando que había partido del R. Madrid contra el Lazzio, para recorrer las calles del centro y recrearme con la iluminación (bastante pobre, por cierto). Los dulces los dejo para la semana que viene (me gustan a rabiar). Pero ya he sacado el árbol y espero ponerlo esta tarde, y quizá mañana empiece con el nacimiento... Soy manitas y una apasionada de las miniaturas, así que me atrevo a decir sin ninguna humildad que mis nacimientos son bastante bonitos, y hablo en plural porque además del de mi casa, cuando nos reunimos toda la familia en casa de mis hermanas es tradición que sea yo también la que monte el de allí.
Cada año compro una nueva figurita (siempre de barro), o un arbolito, o una casita, o un farolillo, o cualquier elemento que le pueda añadir realismo; también algún nuevo adorno para el árbol, que en aras de la preservación de la naturaleza ya no es un pino natural sino artificial, aunque para mí lo importante es encenderlo y ver reflejarse las luces en las bolas o el destello que producen en los adornos de cristal transparente. Cuando ya está todo montado, todas las noches antes de irme a la cama, me encanta apagar las luces del salón y dejar encendidas las del árbol y el nacimiento. Entonces me dejo invadir por esa atmósfera mágica que sentía de niña, sin nostalgia alguna, volviéndome niña de nuevo (¿habré dejado de serlo alguna vez?) aunque ya no pueda vivirlo con la ingenuidad de entonces. Para mí lo de la Navidad no es una cuestión que deba someter a un análisis racional sino una vivencia ante la que me dejo llevar y ante la que me planto con la mirada de la infancia. No es que intente recobrar la emoción o la ilusión que sentía cuando era niña, es que no han desaparecido nunca, siguen palpitando de igual manera, con la misma intensidad, año tras año. Siempre me cuesta más trabajo desmontar el nacimiento y el árbol que ponerlos, y es que, si por mí fuera, los dejaría puestos todo el año. Si no lo hago es por el espacio que ocupan y porque me privaría de la emoción que me produce crear cada año ese mundo de luz y de magia.

Ésta ha sido la parte YIN

Y la parte yang la he quitado en aras de la concordia familiar, aunque lo siento en el alma.

Me ha costado aprender que la realidad es como es y no como cada uno estamos empeñados que sea, aunque no puedo quedarme estancada ahí y pienso que no deberíamos dejar de creer que puede cambiar y, sobre todo, no deberíamos dejar de poner el corazón en intentar que cambie.

Navidad y poesía.

11 diciembre 2007

Inma Luna

No quiero evitarlo y ahora aprendo a pasar muy despacio entre cada una de las traviesas, por el camino de piedrecitas puntiagudas.Duermo peor, es cierto.
Imagino un embudo metálico sobre mi cabeza, disfrazada de orate.
Por su boca se cuelan las frases que dan vueltas por el techo del cuarto. Intento colocarlas, poner un poco de orden en esta carencia de argumento pero ellas se van descomponiendo y me dejan sólo palabras sueltas, gruesas, desencajadas, como cachos de vida, trozos de historia.
No quiero evitarlo.
Aprendo a conocer las sensaciones que se quedaron estancadas. Son esquivas pero estoy dispuesta, puedo enfrentarlas, mirar con los ojos abiertos en la oscuridad, permitir que atraviesen mis músculos y darle a cada cosa su lugar.
Ver todas mis caras.
Y lo que hay detrás.
Le he robado este poema a Inma Luna como una forma de darle la bienvenida al mundo del blog y, por supuesto, la he añadido a mis poetas favoritos.
No conozco mucho a Inma a pesar que hemos coincidido en distintos eventos literarios y también en México, pero por lo que he leído de ella (menos de lo que debiera), las pocas palabras que hemos cruzado y las vibraciones que me transmite, sé que es de esas personas que hay que tener en cuenta y conocer más. Con las personas me guío mucho por la intuición, y aunque he cometido algún que otro error garrafal, por lo general suelo acertar y es algo que me enorgullece porque gracias a ello puedo decir que conozco a personas muy interesantes y, sobre todo, muy bellas. Y es que si hay algo que me apasiona es el ser humano, las personas, y sobre todo las personas en las que adivino montañas de sensibilidad y una potente vida interior. La mirada es como un pequeño tragaluz por el que a poco que te asomes con interés te permite ver mucho de lo que se oculta tras su pequeño hueco. Y yo soy una asquerosa observadora. Y creo adivinar que Inma es un lujo de persona y una estupenda poeta.
Alguna gente cree que cuando hablo (a veces me descontrolo y las palabras en vez de pronunciarlas parece que las vomitara por la vehemencia con que las impregno) estoy tan concentrada en lo que digo que no me entero de lo que pasa a mi alrededor, pero la realidad es que, siendo cierto que me concentro mucho porque pongo mucho empeño en ser precisa al expresarme, siempre tengo una antena levantada, cual ojo de mosca, que está captando cada sonrisa, cada mirada, cada gesto de quienes tengo delante, o al lado; a veces a varios metros. Y no principalmente para intentar saber si se me presta atención, sino porque me gusta sentir latir la vida de los otros a mi lado e intentar compartir ese latido. Luego, cuando vuelvo a mi casa, a mi pequeña cueva, a mi refugio, más que recordar lo que se dijo, me centro en la imagen de las personas, casi siempre amigos/as o conocidos/as, con las que estuve; sus caras, sus gestos, sus manos, sus sonrisas, su melancolía, su furia, su dulzura. La palabra es un lujo del que disfrutamos los humanos y en muchas ocasiones, según quién las pronuncie, dejan aflorar muchas cosas de nosotros mismos, pero nada hay como la expresividad de un rostro, los gestos, las miradas, las sonrisas, verlo respirar.
Inma habla en su poema de varias caras, esas que todos tenemos, pero creo que siempre hay una que predomina o que es compendio de todas, y en su caso, con lo poco que sé de ella, me atrevo a decir de esa cara que tiene un alto componente de calidez.
Calidez y poesía.

10 diciembre 2007

Hay días...



Esta imagen, tomada en un festival nocturno para jóvenes en Guadalajara (México) me sirve hoy para iniciar esta entrada.
Y es que hay días que interiormente me siento más agusto entre las sombras que entre las luces y tengo una cierta necesidad de volverme transparente, para no ser detectada. Son cortos espacios de tiempo en los que necesito cierta interiorización, esconderme del ruido de las gentes (malas fechas éstas para ello), encoger el cuerpo para alcanzar la postura fetal, inundar mi mente de mis propios fluidos y olerme el alma y aspirarla hasta no sentir nada. Sólo silencio. Sólo paz interior.
Y es que nunca he dejado de tener ciertos "ataques" de misantropía, incluso me parecen necesarios siempre que se disfruten a pequeños tragos, sin llegar a "colocarse". Suele ocurrirme después de periodos de gran actividad en los que, inevitablemente, he tenido que derrochar mucha energía para lucirme en sociedad, para vencer ciertos miedos y vender mis capacidades, para demostrar y demostrarme que puedo alcanzar lo que me propongo. No busco beneficio, sólo encontrar un elemento más, cualquier pieza perdida en algún momento de mi vida que me ayude a completar el puzzle de lo que soy. Poco a poco voy consiguiéndolo, aunque he de reconocer que por mi forma de vivir y de sentir el trabajo se vuelve tremendamente complicado. Pero no cejo, y no lo hago porque al fin y al cabo vivir es eso: ir haciéndose, componiéndose, día a día, alimentarse de lo que nos regalan los sentidos.
Pero es que la vida también agota a veces, más cuando se vive intensamente, cuando no quieres dejar pasar ni un segundo sin empaparte de todo, sin absorber todos los instantes por muy banales que puedan parecer, para después cargarlo todo en la mochila y llevártelo, porque ya lo vivido forma parte de ti. Y cuanto más acumulas, más pesa todo, y hay que parar un rato y descansar. Poner la mente en ti y dejar que el cuerpo flote, levite. Soñar en la nada.
Transparencia y poesía.

05 diciembre 2007

Ese tal Ratzinger (o como se escriba), o ese tal Papa

Tenía previsto seguir hablando de México pero llevo dos días dándole vueltas al último documento, recomendación, Encíclica, o lo que sea, que ha lanzado ese tal a sus seguidores cual bomba ovo-biológica, que diría Jorge Kleiman, uno de nuestros autores publicados. Siempre me pasa cuando voy en Metro: me bullen en la cabeza las cuestiones que más me enconan; será quizá por lo poco que me gusta ese medio de transporte, por los apretujones, alborotos de adolescentes incontrolados, calor asfixiante y esas escaleras que a veces parecen interminables, pero como cualquier "proleta" no me queda otra que cogerlo porque la pasta no me llega pa más, más ahora que le debo 1000 € a la puta Hacienda.
Pues eso, que ayer y hoy venía a trabajar calentándome la cabeza en el Metro con lo que dice ese tal: que si no hay salvación fuera de la fe católica porque, entre otras cosas, sin Dios no hay justicia; que si vamos al caos y a la perdición con el laicismo político (la Revolución Francesa fue la manzana podrida que lo originó), que si la razón humana es caca de la vaca; que los malos nos quemaremos en el infierno...; que si los no creyentes o los laicos se imponen el mundo se hundirá en las tinieblas más oscuras... En fin, que ni el propio Dios nos salvará porque para eso nos echará la bronca en el Juicio Final, que se producirá y nuestra cabeza rodará sin remedio.
Los que hemos crecido bajo la imposición de las enseñanzas judeo-cristianas tenemos señales en cuerpo y en el alma difíciles de borrar. Bueno, quizá no deba generalizar aunque haya compartido con muchos/as amigos y conocidos esa opinión, así que hablaré al respecto en primera persona. Desde el "Jesusito de mi vida" de rodillas ante una imagen antes de meterme en la cama cuando era niña, pasando por todos los colegios religiosos en los que estudié y la idea a los 15 años de que mi destino era ser monja para expiar mis muchos pecados; los rosarios y misas diarias a los que nos obligaban las monjas y las confesiones por supuestos comportamientos malignos que hoy me dan risa; el miedo a la muerte por creer que mi rebelde y "disipada" vida me llevaría a consumirme irremediablemente en el fuego eterno; el sentimiento de haber perdido la obligada pureza que toda mujer debía conservar desde que me morreé (sin lengua, eh?) por primera vez a los 11 años con un siempre recordado Fernando Solís Pintor, de 12; el sentir que era poco menos que una perdida porque pintarse era poco más o menos algo que sólo las "furcias" (como las llamaba mi padre) hacían; el pensar, después de la primera experiencia sexual (¡a los 22...!) , que además de haberme convertido en algo más que una puta, si tomaba anticonceptivos recibiría algún castigo divino (aunque los tomé... con verdadera aprensión); y así hasta el infinito, hasta que todo se me vino abajo cuando empecé a tomar conciencia de la injusticia que existe allá donde mires, a poco que dejes de mirarte el ombligo y empieces a mirar el de los otros, que también tienen.
Todo eso, creo que especialmente a las mujeres, nos ha afectado y marcado de manera indeleble. Yo me he sentido, y aún en algunas situaciones me sigo sintiendo, como si llevara puesto un sello en el culo al modo como los nazis marcaban con una estrella de David a los judíos, salvando las diferencias, por supuesto.
A pesar de todo, y después de haberme hecho verdaderos autolavados de cerebro para desprenderme de tanta mierda una vez que descubrí que tenía razón y podía pensar y decidir por mí misma, nunca he podido decir que soy atea. Me declaro agnóstica porque aún perdura la duda: puede ser que Dios no exista, o puede que sí, porque el conocimiento de esa verdad me parece imposible de alcanzar a través de la razón y de la experiencia. Por tanto respeto todas las creencias, eso sí: sin me quieran imponer ninguna. Y es que ese tal está empeñado en que pasemos todos por el aro y eso, como cualquier otro tipo de imposición, ya sea política o familiar, me pone de los nervios. Y no digamos cuando los integristas de cualquier signo salen al patio a manifestarse por sus únicas verdades menospreciando a quienes no se someten o no comparten su opinión. Me da lo mismo que el integrismo sea católico, musulmán o chavista: todos tienen el ramalazo del fascismo ondeando sobre sus cabezas.
Y yo pienso, en todo caso, que si hay un Dios, es imposible que sea como el que nos pintan y nos han pintado: tan poderoso y perfecto como prepotente y cruel, y eso me resulta indigerible. Y si no lo hay, la auténtica divinidad es el corazón del ser humano: a veces bello y otras monstruoso. Por eso también creo que pretender alcanzar un mundo perfecto, sin guerras y sin destrucción de ningún tipo es imposible, porque es imposible sumar los contrarios: frente a la generosidad, la solidaridad, el respeto, el amor, siempre habrá el egoísmo, el interés, la traición, el odio... Y yo me pregunto de qué lado está realmente ese tal, que predica lo que no cumple.
Somos producto del big-bang, de la explosión que provocó el nacimiento del Universo, y por ello no somos ajenos a su parte más luminosa, pero también a la más oscura y misteriosa. Nadie está libre de ninguna de las dos y creo que quizá exista una verdad creíble: que aceptándolo seremos más felices.
Por cierto, ¿alguien sabría decirme por qué se me ha desconfigurado la imagen y el título con los que empieza mi blog? No consigo arreglarlo. ¿Será un castigo divino por no ser sumisa? :-))
Libertad y poesía.

04 diciembre 2007

Para poder ver



Así de borrosa veíamos la cola de facturación en Barajas después de 1 y 1/2 horas de espera...









Y así se veía el aeropuerto de Monterrey cuando aterrizamos para cambiar de avión hacia Guadalajara. Era madrugada y el sol nos saludaba.














Cuando salimos rumbo a Guadalajara apareció esta Sierra Madre, de las muchas que hay, con
unas crestas montañosas alucinantes. Parecían las ondas circulares que se forman en el agua al tirar una piedra, pero mucho más a lo bestia. Y las colas de las crestas descendiendo hacia la planicie, desde los cielos en los que flotábamos, parecían cuerpos de cocodrilos. Parecía un planeta mágico.



Y este español, del que no recuerdo su nombre, es de Gerona pero vive en Guadalajara desde hace unos años. Tontorrón y fatuo, el pobre, no hizo otra cosa que despotricar de España. Su tontuna contrastaba bastante con la inteligencia y saber estar de los mexicanos.


Vista de Guadalajara desde Radio Universal, de la Universidad, donde nos hicieron una entrevista bien guapa que tengo grabada.









Estos personajes que parecen salidos de un cuento de monstruos son piezas de un grupo escultórico que se llama "Los héroes", de cuyo autor tampoco recuerdo el nombre... ¡Qué cabeza la mía! Son todos geniales y en todos te puedes sentar porque, en realidad, son sillones para descansar situados en una plaza. Yo no me pude resistir y me fotografié con uno de ellos. Me los hubiese llevado todos para crear un mundo de fantasía.

Mañana más...

Fantasía y poesía.

03 diciembre 2007

México, lindo y querido... ¡cómo te añoro ya!

De nuevo aquí, bajo los efectos del dichoso jet-lag, o como se escriba, pero feliz de reencontrarme con este mi diario y con todos los amigos/as que me leéis. La ida estuvo mejor porque el avión no iba lleno y pudimos recostarnos en los asientos vacíos, pero la vuelta ha sido épica... En fin, que a pesar de todo, lo importante ha sido la estancia, la gente, el ambiente, la participación, y un montón de cosas más.
Como tengo la cabeza todavía un poco p'llá, me traje al trabajo la tarjeta con las fotografías para descargarlas y poder mostrar alguna pero me olvidé del lector de memoria... Así que aunque la cosa no tenga nada que ver con el viaje a México, me han enviado una noticia de Médicos sin Fronteras con una imagen-mensaje y, por aquello de la solidaridad y difusión de todo cuanto nos acontece por distantes que estemos de los problemas de otros países y de otras personas (si son niños, más todavía), la incluyo en esta entrada.
Cuando estuve en México, hace ya bastantes añitos, me impresionó la enorme desigualdad social que había, lo destartalado que estaba el país en general, las bolsas de pobreza extrema que podías encontrar una vez que cruzabas la línea que delimita el centro de las ciudades. Al volver ahora, me ha impresionado lo poco que ha cambiado desde entonces. Es cierto que se nota un mayor desarrollo económico cuando atraviesas las grandes avenidas (me refiero en este caso a México D.F., la capital), los altos edificios son como los de cualquier ciudad europea, japonesa o norteamericana, la iluminación es total, los hoteles de lujo y las empresas y bancos están instaladas en ellas "marcando paquete", nada parece diferente a lo que groseramente llamamos el primer mundo, pero una vez que traspasas la "fachada", lo aparente, entras en un mundo bien diferente: desorden, iluminación escasa, edificios maltrechos, aceras y calzadas llenas de baches y agujeros, tiendas que más parecen tenderetes... Eso lo señalo como reflejo de lo que el capitalismo más salvaje es capaz de hacer en los países donde la ciudadanía está más indefensa, donde los gobiernos son más corruptos, donde a pesar de los muchos recursos naturales que tienen apenas revierten los beneficiosa en la población, donde la educación y la cultura siguen siendo asignaturas pendientes desde el punto de vista de lo que un gobierno debería hacer.
Pero también México es otra cosa: dignidad de sus gentes, amabilidad extrema, dulzura, afectividad, alegría, empuje, pasión... La acogida que hemos recibido ha sido extraordinaria en todos los sentidos. Incluso podría decir que me daba un poco de pudor el protagonismo que nos han dado, el cómo se han volcado todos/as, sin excepción, para que nos sintiésemos como en nuestra casa, o quizá mejor que en casa. Nuestra editorial ha sido un poco la protagonista sobre la que ha girado casi todo, así como la exposición de cuadros de José Mayoral, que ha sido acogida con un enorme interés y le han propuesto un recorrido por otras ciudades mexicanas. La verdad es que se lo merecía porque la obra que ha llevado a mí me parece magnífica y ha vuelto con la moral más que alta frente a la indiferencia que le muestran aquí, en nuestro país.
Quizá, para mí, la gente que te atiende (no los amigos) en los hoteles, restaurantes y demás, se muestra demasiado servil. La repetitiva frase que te dicen después de darles las gracias de "Estoy para servirle" me agobia, quizá hasta me asusta. Probablemente sea una frase hecha con la que te quieren decir que mereces todo su respeto, que desean que estés bien, pero a mí, como europea, me suena como a una especie de "sometimiento" que me cuesta asimilar. Hay quien dice que en el fondo son muy falsos, que a los españoles nos desprecian por aquello de la conquista, pero yo tampoco creo que sea exactamente así, al menos de forma tan tajante. Es como cuando dicen que los catalanes nos desprecian; yo nunca he recibido ningún desplante en Catalunya, quizá todo lo contrario. Habrá de todo, supongo, como en botica.
Desde las instancias oficiales poca promoción de la cultura hay, salvo para los de siempre, pero sí hay una red subterránea de pequeños grupos que mantienen una interconexión muy interesante y que, sobre todo, no se rinden. Allí estábamos participando en actos alternativos a lo que es la FIL (Feria Internacional del Libro de Guadalajara), y por eso se llamaba La Otr@ FIL. En la oficial participaban escritores de renombre, las grandes editoriales, se negociaba sobre el mercado de la distribución y se calculaban los posibles beneficios. Nosotros buscábamos cómo abrir nuevas redes de participación, la creación de webs en las que cupiéramos todos, abrir espacios de todo tipo para que cualquier escritor pudiese darse a conocer. Y escuchamos muchos poemas, la mayoría de gran calidad. Se puede decir que nadie quedó fuera.
Y no me queda más remedio que cortar porque en el trabajo tenemos que cerrar todos los ordenadores por una cuestión técnica del servidor. Así que mañana continúo.
Cultura y poesía.

11 noviembre 2007

Preparativos

Tenía ya algo de "mono" de no escribir y hoy domingo me he levantado temprano (casi siempre lo hago aunque sea fin de semana), he desayunado, fregado los restos de la cena de ayer y me he sentado a escribir un ratito antes de ponerme con mis tareas propias de albañil y editora... Si, si, también de albañil. Es una de mis aficiones ocultas pero bastante acorde con mi carácter autodidacta y perfeccionista (asquerosamente).

En mi casa me lo hago todo, ya sea obra, electricidad o lo que sea. Obra grande no, por supuesto, hasta ahí no llego, pero lo mismo levanto un tabique y lo enluzco que alicato o pinto, hago una encimera o pongo un suelo. Son retos que me gusta superar y que, además, me liberan de un montón de estrés. También lo hago en la casa de José Mayoral cuando vengo los fines de semana (hoy estoy aquí disfrutando del aire limpio de La Mancha). Es una casa de pueblo enorme y la está rehabilitando. Yo le ayudo y disfruto como una enana.

Pero lo que en verdad me está ocupando estos días es completar las ediciones para llevar a México. He estado metida en la elaboración de un catálogo de la editorial para llevarnos. Incluye todas las ediciones que se han hecho con imágenes de cada una de ellas. Creo que ha quedado bastante bonito y digno si tenemos en cuenta que lo he hecho con los medios que tengo en casa. Tenía rota la impresora, así que, deprisa y corriendo, me he tenido que comprar una nueva que la verdad es que imprime que es una gloria, con una calidad bastante buena tanto en foto como en texto. Es una manera de ahorrar en impresión, que cada vez es más cara, más aún cuando para que salgan con calidad las imágenes lo hago en digital. En imprenta normal no puedo encargar nada porque el número de ejemplares que sacamos impide obtener un precio económico. Hay que buscarse la vida intentando conseguir un precio asequible mermando lo mínimo posible la calidad. Me consoló mucho cuando me enteré que Mario Munik se autoedita todas sus obras, él solito, en su taller casero de edición. Así que no me quejo: me lo trabajo y el resultado es apreciable.

Ahora estoy preparando la carátula de un CD de poesía musicada (recital poético con música de acompañamiento). Los autores on unos chavales gallegos de poco más de 20 años, David y Jorge. Uno compone y recita los poemas y el otro compone la música y toca la guitarra. Son unos currantes de cuidado y lo hacen muy bien. Quizá la poesía sea muy sentimental, poco libre y rompedora, pero a mí me gusta mucho lo que hacen y cómo lo hacen, sobre todo la ilusión y la profesionalidad que ponen en su trabajo. Por eso, al enterarme que estaban preparando nuevas cosas les he propuesto editarlos bajo el sello de Diógenes Internacional. Y aquí estoy, preparando la carátula, que espero quede curiosa. Estoy convencida que es un tipo de composiciones que a los mexicanos les va a encantar. Y a los españoles también.

No puedo negar que estoy expectante con el viaje al otro lado del charco. Me ilusiona tanto participar en el encuentro de editores como la visita a México en sí. He tenido la suerte de poder viajar por muchas partes del mundo, a las más lejanas cuando estuve casada porque mi ex tenía pelas y a otras más cercanas por motivos de trabajo, pero me he dado cuenta de que la edad también es un grado para saber disfrutar de lo nuevo. La tranquilidad espiritual que te dan los años (también otras muchas cosas que voy citando cuando escribo) te permite captar con mucha más sensibilidad todo cuanto la vista es capaz de percibir, no sólo de abarcar. Cuando era más joven (porque lo sigo siendo, eh?), mis centrifugados mentales me ocupaban tanto espacio en el cerebro que me impedían captar la esencia de lo que pasaba a mi alrededor. Iba por el mundo como si fuese algo "zombi", nada me interesaba tanto como pasarme el día mirándome el ombligo y claro, la vida se me iba pasando como una sucesión de imágenes sin demasiado sentido, como si fuese una viajera de avión encajada entre el cielo y las nubes, inmovilizada en mi asiento y con una visión limitada a los más o menos cuarenta centímetros de ventanilla. No veía más allá de las cosas. Ahora, sin embargo, cualquier detalle, por pequeño que sea me hace detenerme y observarlo con pasión. Es como si quisiera beberme la vida, pero no a grandes tragos sino en pequeños sorbos, para saborearla mejor, para deleitarme con ella.

Gabriela Juárez, la mujer que nos ha invitado a participar en el encuentro de Guadalajara, es una tipa curiosa y estupenda. La conocí en el encuentro de EDITA de este año, en Punta Umbría (Huelva). Ella venía en representación de su librería El Aguaje, ubicada en el centro de Guadalajara. No traté mucho con ella esos días, pero al final del encuentro, su organizador, Uberto Stabile, me pidió que la trajera a Madrid porque después debía asistir a otro encuentro en Gijón y tenía por medio unos días sin nada que hacer, lo que podía aprovechar para conocer Madrid. De lo que no me avisó era de que Gabriela se había quedado apenas sin un duro y no podía pagarse una estancia de una semana, como poco, en esta nuestra carísima capital. Así que el "campamento de refugiados" que es mi casa, cuando los acontecimientos así lo requieren, sirvió para tener de invitada a Gabriela. Y descubrí a una persona deliciosa, tan deliciosa que, no sabiendo cómo agradecer su acogimiento, pensó que invitando a Diógenes Internacional a Guadalajara compensaba el detalle, aparte de saber el gran cariño que nos ha cogido. No sabe ella, creo, que su correspondencia es, para mí, mucho mayor que el pequeño detalle que yo pude tener con ella. Para mí no supuso ningún esfuerzo tenerla en casa, pero sé que ella lo entendió como algo "extraordinario" ya que apenas nos conocíamos. Lo que quizá tampoco sabe ella es que conocer a otras personas, poder abrirles las puertas de tu casa y de tu amistad, es un lujo para el que lo hace que no tiene precio. Ya forma parte de lo que yo llamo mi gente, esas personas a las que dejo habitar por el tiempo que ellas quieran en un rinconcito de mi corazón (todavía queda espacio para muchos más). El corazón, en su acepción sentimental, no tiene límites, no debe tener límites. Eso pienso.

Así que vuelvo a mis quehaceres una vez que he satisfecho mi "mono" de blog, pero prometo que vuelvo antes de marcharme el día 21.

Corazón y poesía.

30 octubre 2007

Ausencia temporal

Esta composición con conchas y la foto las hice en la playa de Punta Umbría, en uno de los encuentros de EDITA. La titulo "Flor de playa".

Voy a estar unos días escribiendo menos porque estoy algo liada: nos han invitado, a Diógenes Internacional Ediciones, al encuentro anual de Editores independientes y alternativos que se celebra en Guadalajara (México) y tengo un mogollón de cosas que preparar para llevarme, entre otras hacer nuevos ejemplares de mis libros objeto y eso me requiere mucho tiempo. El cómo se gestó la historia para que esa invitación nos haya llegado es curiosa y quisiera dedicarle una entrada, la cual escribiré uno de estos días. Ahora sólo diré que me mola un montón lo del viajecito a México, que Diógenes abrirá los encuentros y lo considero un honor, que allí nos vamos a encontrar con otros españoles, amigos de los encuentros anuales de EDITA, en Punta Umbría (Huelva), como son Tito y Ángeles de la Editorial canaria "Baile del Sol", Inma Luna, Antonio Orihuela y Uberto Stabile (poetas los tres), y José Mayoral (escritor, pintor y compañero de la Editorial). Vamos a la tierra del Tequila, a Jalisco, y pienso darme un buen homenaje con esa bebida tan emblemática, y si puede ser escuchando un corridito mexicano, mejor que mejor. Pienso hincharme a sacar fotos.

Todavía no se ha programado mi intervención en RN3, pero se hará, así que avisaré con tiempo. Conocí a Juan Pablo Silvestre, el conductor del programa al que iré, Mundo Babel, y es un encanto de hombre. Tiene, además, otra cara muy curiosa de cantante y compositor. Para los que no conozcáis al grupo "La boa", os recomiendo entrar en estas páginas:

www.boapodcast.com/

www.myspace.com/boaofficial/

www.myspace.com/juanpablosilvestre/

Y por hoy me las piro. Me quedaría un rato contando cosas que han pasado estos días, pero estoy pillá.

Ausencia y poesía.

25 octubre 2007

Hoy he podido

Sí, hoy he podido entrar en mi blog y escribir esto desde mi viejo Mac. Hasta ahora no había podido y aunque no me permite seleccionar letra, tramaño y otras cosas, me hace ilusión. Hasta ahora siempre había escrito desde el PC del curro.

Tengo otra opción... para las urgencias.

Angela me ha escrito para darme las gracias, y yo se las doy a ella por seguir donde siempre.

Poder y poesía.

Es saludable retroceder en el tiempo... a veces.

La lluvia de estos días y el frío con el que hemos despertado hoy invitan a la reflexión, a desear acercarse al fuego con un buen vinito y un cigarrillo en la mano, a conversar con uno mismo escuchando Los nocturnos de Chopin, por elegir una de las composiciones que más me han relajado en momentos de tensión, o también a mantener una conversación íntima con los amigos sobre la vida que nos pasa y se nos pasa.

Ángela es una amiga de esas que llamamos de toda la vida, o casi, y que siempre tiene un espacio en mi memoria aunque vayan pasando los años y nos comuniquemos muy de tanto en tanto; quizá ahora un pelín más porque nos reencontramos hace como tres años en Tarragona, donde nos conocimos y compartimos muchos momentos, buenos y malos, y ahora me sigue en este blog. Como buena sentimental que soy, nunca olvido a mis amigos, a los buenos, a la buena gente que se ha cruzado en algún momento en mi camino. Son muchos, y todos, pasen años o siglos, ocupan una habitación en el motor de mi cuerpo, ese que late miles de veces al día, unas con pasión, otras con rabia y muchas con sosiego. Lo cuido mucho porque siempre he pensado que es lo mejor que tenemos.

Me llamó antesdeayer para decirme que me seguía en el blog y quería agradecerme las cosas que digo sobre mi padre porque a ella le hacían pensar y revolver el recuerdo del suyo, del que tan poco cariño recibió (tampoco de su madre), sin poder superar la frustración que lleva acarreando, como un fardo pesado, durante toda su vida, con el agravante de que no se atreve a "vomitarlo", a verbalizarlo con nadie ni ante nadie. Para sus amigos, que son muchos y la quieren, su vida familiar es como si no existiera. No le preguntan y ella no cuenta. No puede. Y al leerme se identifica conmigo. Me emocionó que me dijera estas cosas.

Es curioso porque siempre he sabido de la existencia de sus conflictos familiares pero nunca he conocido los detalles. Los años que compartimos correrías nos contábamos las broncas con nuestras respectivas familias, pero creo que nunca llegamos a profundizar en la desolación, la impotencia y la rabia que todo esto nos producía. Sufríamos, pero eran unos años en los que huíamos de los malos momentos buscando paliativos con otras experiencias vitales. Teníamos en común la rebeldía y el deseo de libertad, también la necesidad imperiosa de ser respetadas y queridas. Yo llegué a casarme (mal) y ella no lo hizo nunca. Tres años de matrimonio y el posterior divorcio fueron suficientes para tener claro que ése no era un estado que me hiciese feliz, que no tenía espacio en mi armario para compartirlo con nadie, al menos en plan pareja convencional. Cada uno en su casa puede ser más llevadero. Las soledades impuestas que viví en la infancia y juventud me convirtieron de mayor en una persona solitaria por vocación y libre por elección. Y autodidacta en casi todo. Nunca he querido depender de nadie ni que nadie dependiera de mí, salvo en esos casos en los que la necesidad de otros y mi sentido de la solidaridad con ellos me han llevado a darles cuanto ha estado en mi mano, incluso refugio temporal. Son circunstancias inevitables de las que he aprendido mucho.

Ángela también vive sola, pero creo percibir que los fantasmas la acompañan demasiado a menudo. Nuestros padres se equivocaron, nos dolió en el alma su actitud para con nosotras, nos dejaron secuelas difícilmente borrables, pero yo, con el tiempo, le he encontrado su lado positivo: nos hicimos fuertes, resistentes, y también flexibles. Me recuerdo ahora, siempre frente a un paisaje inmenso, de esos que tanto me ha gustado contemplar, preguntándome una y otra vez el porqué de ese desamor familiar que no sólo me afectaba a mí sino también a todos mis hermanos, aunque quizá yo me llevé la peor parte porque me rebelaba más ante lo que me parecía injusto o arbitrario, y eso tenía una penalización extra... Los castigos o las palizas no eran lo que más me afectaba (que también, por supuesto), sino la humillación que sentía por no ser escuchada, comprendida, ni valorada en lo más mínimo. Cuando yo le quería explicar a mi padre que mi conciencia me empujaba a pensar, a decir o a hacer determinadas cosas, el me decía "Tú no tienes conciencia, en esta casa tu conciencia soy yo", o aquella "flor" que me lanzó cuando me fui definitivamente de mi casa, cuando ya no pude más: "Puedes irte tranquila, porque si crees que en esta casa tienes un padre que te quiere estás muy equivocada, sólo hay un señor que te aguanta".

Así era mi viejo, ¡todo ternura!, pero lo curioso es que mientras durante muchos años el rencor dominó parte de mis pensamientos, cuando murió tras un año y medio de deterioro a causa de un infarto cerebral, el recuerdo de él se volvió amable, cariñoso, casi tierno. Quizá porque en los últimos años de su vida, sin dejar de tener el mismo carácter agrio y opresivo, volcó su confianza en mí como nunca lo hizo con ninguno de mis hermanos. No sé si es que pensó que el haberme puesto a hacer una carrera y terminarla después de mi divorcio, eso me volvía inmune ante la irresponsabilidad o ante la falta de seriedad, o que creyó vislumbrar que yo no era ninguna loca de la vida (bastante más de lo que él se creía, por cierto), o que no me había echado a la calle en brazos de "cualquiera" que pasara por allí... No sé qué pasó por su mente para que su actitud para conmigo cambiara, no tanto en el aspecto afectivo como en el de respeto hacia mí. Cuando ya estaba medio demente a causa de su enfermedad y apenas veía, se le iluminaba la cara cuando me escuchaba llegar con mi madre. Me llamaba muchas veces, como intentando comprobar si seguía allí, cerca. También me impresionó que en un momento de medio delirio nos pidiera perdón a todos sus hijos por haber sido tan duro con nosotros. En el fondo de sí mismo él sabía que nos había fallado, y a mi madre también porque con la pobre tampoco fue un bendito, aunque ella, llevada por el miedo e iluminada por la resignación cristiana le soportó lo indecible. Nunca se atrevió a enfrentarse a él (creo que su educación y sus creencias se lo impedían) y muchas veces nos protegió mintiéndole o, mejor dicho, ocultándole la verdad. Pero no lo odiaba y cuando murió me impresionó ver hasta qué punto se le fue parte de su vida también. Ahora, con los años, ha recuperado la vida y es un portento de mujer.

Le vi morir pero su muerte no me afectó. En el fondo me sentí liberada, pero lo que más peso ha cobrado en mi recuerdo son sus últimos meses de fragilidad, ver cómo su fuerza se iba quedando en nada, su necesidad de compañía y cariño, todo eso que, mientras estuvo sano, nunca supo pedir ni dar. Y me dio pena, mucha penita. Ya no lo veía como un monstruo sino como un ser desvalido, perdido y sometido a su destino. Debió de sufrir mucho durante toda su vida para ser incapaz de controlar su agresividad y volcar su dolor de forma tan despiadada hacia su familia (con los amigos no es que fuera una perita en dulce, pero se hacía el simpático), hacia quienes estábamos más cerca, hacia los que le podíamos dar más cariño, hacia quienes más lo necesitábamos. Pero se quedó solo, con mi madre.

Ahora, a veces, cuando me siento angustiada por alguna cosa, recurro a él y le suelo decir que si es que está en algún sitio, perdido por el universo entre la maraña de estrellas, que me eche una manita... No sé si ese sitio existe, pero a mí me relaja pensar que me escucha.

Mi psicóloga me decía que eso es una regresión... ???

Me olvidaba incluir un poema (malo, como todos los míos) que dediqué a mi padre, más o menos al año de que muriera:

Díselo, padre, ahora que estás perdido
en la penumbra
de un mundo desconocido,
en la vorágine de la nada donde el amor
-dicen-
navega sin rumbo fijo.

Díselo, padre, si es que Dios
te ha invitado a su cena
y te ha ofrecido esa nata que,
al convertirla en plata,
espanta todas las penas.

Cuéntale, padre, que cada día
la sangre y la miseria nos inundan
al abrir la puerta,
que los niños lloran entre bombas
y ruinas
convertidos en despojos de sus propias vidas,
que tiemblan sus cuerpos al son
de un ritmo loco, de metralla,
con el hambre entre las manos
y la mirada helada,
que el dolor dibuja sus rostros con surcos
de mis batallas libradas por otros hombres
para conquistar la nada.

Cuéntale, padre, que el amor
ha desertado, agotado de ver
sufrir y morir,
de tanto asco,
de recoger las migajas que cada día
reparten quienes se esconden
tras los colores de muerte de un viejo
estandarte,
que la justicia se ha dejado arrebatar
la venda de los ojos, para poder llorar,
que la libertad es sólo un sueño agostado
en la memoria,
un nudo seco que atenaza
el eco de los que quieren gritar.

Cuéntale, padre, si es que ahora
compartes su mesa,
que cada mañana, cuando bajo la escalera
me fundo en la espesura de un mundo
invadido de tristeza,
que la paz se ha convertido en un bien
escaso
y por eso cada noche me emborracho
en la oscura soledad
de mi cuarto.

Díselo, padre,
ahora que puedes llorar sin reservas.

Familia y poesía.

19 octubre 2007

Hacerlo bien; decirlo, también

Tengo estos últimos días muy pillados y por eso no puedo dedicarme al blog lo que quisiera, pero hoy voy a sacar unos minutillos para hablar del trabajo bien hecho, de esa forma de trabajar que tanto nos cuesta reconocer y agradecer mientras que nos sobran palabras para poner a parir a quienes nos fastidian haciendo mal su trabajo. No sé si es parte de la educación y/o de la idiosincrasia del personal que conformamos este país, pero o bien damos por hecho que a nadie que haga bien su trabajo hay que agradecérselo y alabárselo porque es su obligación (era la teoría de mi padre respecto al comportamiento de sus hijos, así nos fue...), o bien se dispara en nosotros un ruin mecanismo de envidia que nos lleva a pensar que quizá ese o esa que hace las cosas bien no es más que un arribista, un pelota o un prepotente. Y eso si es que no menospreciamos su trabajo por temor a que nos quite el puesto cuando de un compañero se trata.
Y hoy me ha dado por aquí porque esta mañana he ido a que me "chuparan" la sangre para ver cómo andan mis hormonas tiroideas, que las tengo bastante bajitas desde hace un tiempo. La enfermera que me ha pinchado (odio los pinchazos de cualquier tipo) lo ha hecho de lujo. Y encima era estupenda y amable. Cuando ha terminado la he felicitado por lo bien que lo había hecho y le he dado las gracias. Se ha sorprendido y después me ha agradecido el comentario a la vez que una amplia sonrisa le iluminaba toda la cara. No te sorprendas, le he dicho, cuando alguien hace algo bien también hay que decirlo. Sí, sí, claro, me respondió, pero es que no estoy acostumbrada a que me lo digan...
Es curioso que todos, o casi todos, manifestemos a menudo la queja de la falta de reconocimiento de los demás hacia lo que hacemos, sin mirarnos en el espejo y preguntarnos por qué tantas veces tenemos ese mismo comportamiento, del que tan fácilmente nos quejamos, hacia el trabajo de los otros. No me excluyo, que conste, pero sí he de decir que cada día pongo más empeño en no negar lo bueno que tienen o hacen otras personas, en hacerlas más visibles ante mis ojos y ante los de otros.
Una vez le dije a uno de los jefes de entre los muchos que he tenido, cuando empecé a trabajar con él (él me reclamó para su área porque consideró que era una persona competente), que por favor no se cortara en señalarme las cosas que hiciera mal, pero que también lo hiciera cuando las hiciese bien. Aunque pocas veces me señaló algún error o defecto en mi trabajo, nunca me reconoció lo bueno, aunque yo supiera que estaba más que contento conmigo por otros detalles que quizá a una persona menos observadora que yo le hubiesen pasado desapercibidos. Y a menudo presentó ante otros, como propios, informes que yo había elaborado, sin citarme en ningún caso. Nunca lo interpreté como una mala jugada (estoy convencida que no lo era), sino como una falta de confianza en sí mismo, como una necesidad (igual que la mía) de ser reconocido, y eso que tenía una inteligencia privilegiada. Como le tenía aprecio nunca se lo recriminé porque, entre otras cosas, el hecho de que se apropiara de algunos de mis trabajos significaba que los valoraba y, en consecuencia, aquellos ante quienes los exponía. Que mi nombre saliera a relucir no me importaba tanto como el reconocimiento tácito de mi trabajo. Aunque no me arrepiento, creo que mi falta de vanidad, y quizá también de ambición, me ha llevado en muchas ocasiones a pasar desapercibida, a no ser valorada en la forma y en el fondo con toda su justeza. Sigo siendo un poco así, pero no estoy segura de que sea lo mejor, aunque la experiencia te va enseñando a sacar un poquillo más los dientes.
Sin embargo, lo que sí tengo cada día más claro es que hay que poner a funcionar la generosidad y colocarse en el lugar de los otros, y aquello que reclamamos para nosotros debemos reconocérselo a los demás. Porque es de justicia, porque se lo merecen, porque se lo curran, porque lo necesitan, porque hasta que no lo haces no sabes hasta qué punto uno siente que también ha hecho las cosas bien, y llega la paz interior.
Reconocimiento y poesía.

FOTOLIA