Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

SOLIDARIDAD CON HAITÍ
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25 junio 2007

Va de descubrimiento y de mami

No hay nada como ser una absoluta ignorante en estas lides informáticas. ¡Hoy he conseguido por fin porner las etiquetas, después de darle más vueltas que un ventilador! Me da verguenza sólo de pensar lo fácil que era y lo complicado que yo lo veía... En fin, que estoy mayor...
Y mi mami está mejor, después del susto que nos dio ayer. Eso sí que es digno de celebración. Y es que a mi madre he tardado mucho en conocerla y en quererla. Algún día tengo que hablar de ella.
Salud, etiquetas y poesía

22 junio 2007

Trabajar como chinos y como esclavos.

Hay ocasiones en las que me gustaría dimitir de este mundo, no por desear morirme sino por encerrarme en otro mundo más solitario, el mío, mezclándome conmigo misma como única opción para no desvariar, convertirme en mi único interlocutor y en mi más preciado bálsamo. Pero sé que por huir de la realidad no se es más feliz, sino afrontándola y luchando por cambiar aquello que nos parece injusto o, sencillamente, un despropósito.

Y en este país, en la pequeña parcela de este mundo que nos ha tocado vivir, convivir y compartir, se dan situaciones que hacen que me hierva la sangre y reniegue por un tiempo de todo el género humano.

No niego que ante según qué noticias veo, oigo o leo, las tripas se me revuelven con demasiada facilidad y algunas veces se me salta alguna que otra lágrima, a veces de tristeza y otras de impotencia. No sé por qué, pero en esos momentos en vez de desear compartir mi desazón lo que siento en lo más profundo es una terrible soledad, como si el horror de los otros fuera mi propio horror y sobre mí cayera la responsabilidad de tener que solucionarlo, aunque la poca cordura que la razón me permite mantener me diga que no es así.

Y uno de esos momentos lo viví hace dos días asistiendo a unas Jornadas sobre "Inmigración y salud laboral". Ya de por sí, el hecho ser emigrante por necesidad, el tener que abandonar practicamente todo para buscar en otro lugar lo que en el tuyo se te niega; el tener que mendigar unos derechos que por el simple hecho de reunir la condición de ser humano deberían ser incuestionables y respetados vengas de donde vengar, sea tu piel de un color u otro o practicar cualquier religión o ninguna. Pero no, no nos medimos de igual a igual los que acogemos con los que piden ser acogidos, porque la medida no se toma partiendo del valor de la condición humana, sino del poder que da el estatus económico y social. Y como nosotros estamos desarrollados (se supone, porque nuestro cerebro se va pareciendo cada vez más a una diminuta pelota de corcho), pues a sufrir, negrata de mierda, que ya te puedes dar con un canto en los dientes de que te permita ser mi esclavo, de que puedas dormir cuatro horas al día y refugiarte bajo un chamizo asqueroso. Y si no te gusta deshidratarte bajo los plásticos mientras trabajas, pues vuélvete a tu país, que aquí las cosas son así, y si quieres lo tomas y si no lo dejas; y no se te ocurra desmayarte porque te quedas de patitas en la calle. Me da igual lo que comas, lo que duermas o cómo vivas, porque aquí lo que importa es obtener el máximo rendimiento con el mínimo gasto, ¿o es que creías que esto iba a ser jauja? Además ni se te ocurra tener un accidente laboral ni a exigirme medidas que puedan evitarlo, porque sin papeles no tienes derecho a protestar ni a disfrutar de una baja médica...

En esta línea fueron los testimonios de Cira, Marco, Claudio, Ivan, Mario, Salvador, Patricio... Y callaron durante mucho tiempo por temor a ser despedidos o descubierta su condición de ilegales. Nos escandalizamos de que un empresario cabrón chino, de la construcción, tuviera esclavizados y encerrados en barracones, sin apenas alimento ni las más mínimas condiciones de vida, a sus trabajadores, pero los mismos medios que han mostrado las imágenes y se han rasgados las vestiduras por la situación, luego les importa una mierda el calvario por el que pasan muchos inmigrantes que han venido a España creyendo que aquí estaba su salvación, que en él recobrarían la dignidad que les habían arrebatado en su propio país. Nos llegan comentarios, alguna que otra noticia de un empresario desaprensivo, parece que "la mala suerte" se ha cebado en los currantes extranjeros porque mueren en el tajo en mayor proporción que los españoles... No sé, no sé, ¿quizá habría que poner medidas más drásticas para que esto no ocurra?... Vaya, qué pena ese pobrecillo ecuatoriano que ha dejado mujer y cuatro hijos en su país... Se ha sabido que llevaba trabajando un año en la construcción, en una subcontrata de otra subcontrata, que a su vez dependía de una tercera, y claro, ya se sabe, utilizan personal poco cualificado, sin papeles, y luego pasa lo que pasa... ¿Y DONDE COÑO ESTÁ EL EMPRESARIO CABRÓN QUE NO PONE LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD NECESARIAS? ¿Y EL HIJO PUTA QUE LO CONTRATÓ POR CUATRO PERRAS SABIENDO QUE DE LA CONSTRUCCIÓN NO SABÍA NADA? ¿Y EL INMORAL QUE SE APROVECHÓ DE LA NECESIDAD DEL OTRO PARA ENRIQUECERSE A CUALQUIER PRECIO? ¿SE PUEDE SABER EN QUÉ CÁRCEL LOS HAN METIDO?

Un testimonio parecido fue el de Agustín Romero Guzmán, indio, argentino, cuyo hermano estaba trabajando en la construcción en Granada y murió al caerse de un andamio que no tenía las sujeciones de seguridad correspondientes. Llevaba un mes trabajando sin papeles, diez horas diarias, por 500 € al mes. Lleva Agustín dos años reclamando que se haga justicia, que se pague la indemnización correspondiente y se condene al empresario por hijoputa e inmoral. Porque nuestro "modélico" constructor testificó que no era un trabajador de su empresa, que el chico sólo había ido a pedir trabajo a la obra y, "de pronto", se subió al andamio y se calló. Y no sólo eso: al producirse el accidente, en veinticuatro horas, antes de que apareciera la inspección de trabajo para averiguar lo que había ocurrido, había puesto todas las medidas de seguridad exigibles para la obra. Y lo más terrible: el silencio de los compañeros por temor a perder su trabajo, por quedarse sin sustento para ellos y para sus familias.

Pues sí, al escucharlos se me saltaron las lágrimas y quise dimitir de este nuestro mundo, quizá para intentar disipar mis peores instintos, el deseo incontrolable de "ejecutar" sin misericordia a todo hijoputa empresario explotador, empalándolos a ser posible. Hay veces que uno también debe huir de sí mismo para no sentirse como una hiena.

Justicia y poesía.

21 junio 2007

Siempre es hoy

Cuando duermo mal me suelo levantar como si estuviese sobre la cubierta de un velero perdido en el mar y azotado por un huracán. Pudiera parecer divertido tener la sensación de que una camina sobre el techo mientras que el suelo, como por arte de magia, es el que se coloca por encima de la cabeza y las paredes giran alrededor cual acelerado tiovivo. Pero a mí, la verdad, me divierten otro tipo de situaciones menos agitadas, aunque he de acostumbrarme a que el deterioro de mis cervicales y el cortocircuito que se produce en la conexión de mis neuronas cuando se saturan a causa de una noche en vela me jueguen esta mala pasada. En mi caso, sufrir este tipo de molestias son pecata minuta comparadas con otras que he padecido y me han enseñado que la vida es hoy, sólo hoy, y nada más que hoy, y que ese hoy-ahora es el momento más dulce y maravilloso que uno pueda desear y tener, aunque no haya dormido.
Vivir con un ojo en la nuca para no olvidar lo que nos dolió ayer y otro en la frente, a modo de webcam, para llegar más allá de lo conocido, queriendo atrapar un futuro que sólo puede ser un mal holograma, es propio de la condición humana pero no deja de ser un corsé con el que comprimimos el presente y nos condena a una inevitable parálisis racional y emocional. Tendemos a creer que el futuro posiblemente será mejor o, por el contrario, que lo mejor fue el pasado... como si el presente no fuese más que un diminuto paso, el inevitable tránsito entre el uno y el otro, casi una invisible gota de agua en medio de un diluvio. Y es curioso, porque el presente es la esencia de lo que fuimos y de lo que seremos, de lo que hemos vivido y de lo que viviremos. El hoy es la célula primigenia, ésa que se reproduce constantemente y conforma el ser; es la que deja tras de sí una estela de células-hijas y, mientras avanza, va creando otras nuevas, pero todas son ella misma y con ellas va creciendo. El hoy se transforma en ayer a medida que va transcurriendo y, al tiempo, se transforma en mañana porque es la materia prima que va conformando lo que seremos, lo que querremos, lo que ansiaremos, lo que amaremos y lo que odiaremos. Dependiendo de cómo se disfrute cada momento, del sentido que se le dé a cada vivencia, el siguiente hoy, si no se rompe la cadena, lo viviremos con plenitud o hundidos en la más absoluta miseria.
Por eso no creo que imponerse metas a plazo alguno sea positivo, ni tampoco lamentarse de lo pudimos haber hecho y no hicimos, porque el pasado, ayer, hace un minuto, no se puede modificar, y lo que pase mañana o dentro de una hora es pura incógnita. Sin embargo, disfrutar, vivir con intensidad este momento de sol, de silencio, de lluvia o de ruido, en sentido tanto real como metafórico, es lo que da auténtico valor a esto que llamamos vivir. Y vivir en color es una necesidad y una obligación; entre intentar extraerle una micra de dulzor a la fruta más amarga o negarse a comerla, existe la misma diferencia que entre querer vivir o dejar pasar la vida.
Esto parece un manual de autoayuda, un gramo de filosofía barata... quizá. Pero han pasado tantos años por mi vida sin enterarme que, cuando en un momento dado creí que el fin de mi mundo había llegado, me di cuenta que no se puede desperdiciar ni una milésima de segundo en lamentarse, y aprendí a destripar la realidad hasta encontrar en ella una razón, por pequeña que fuese, para no perder nunca la sonrisa.
La sonrisa es la fuente de la que mana todo amor.
Querer y poesía.

19 junio 2007

La ceguera


Venía en el metro a trabajar y delante de mí iba sentada una mujer muy joven, con los ojos casi en blanco, típico de la ceguera. Escuchaba algo a través de unos auriculares y por su forma de vestir y de moverse, de no ser por sus ojos, nadie hubiese podido sospechar que era invidente. Incluso al llegar a cada estación giraba la cabeza hacia el andén de la misma manera que hago yo cuando quiero averiguar la estación en la que estamos. Y me he puesto a pensar cómo debe ser la vida en negro, ni siquiera en blanco y negro. He intentado imaginar mi vida sin miles de momentos, de instantáneas, que han pasado por delante de mí y con las que me he deleitado al visionarlas. Recordaba miles de sonrisas con las que me he cruzado, o esas miradas cálidas, o cómplices, de personas queridas con las que he intercambiado confidencias. También percibí miradas de desprecio, de ira o de deseo. Miradas todas que me dijeron muchas cosas de las personas que tenía delante y que produjeron en mí sentimientos encontrados, sensaciones muy diversas que contribuyeron, y siguen haciéndolo, a llenar la mochila de mi experiencia.

También he recordado muchas imágenes capturadas con mi cámara de fotos: de personas, de amigos/as, de familia, de ciudades, de rincones acogedores, de cielos imposibles, de soles poniéndose tras el horizonte del mar, tras un árbol o tras los montes; de bosques sombríos o montañas rodeadas de niebla, de árboles solitarios o de rocas de formas esculturales, de flores con cualquier de los colores del arco iris, de mares, ríos y pantanos, de momentos mágicos, de días de lluvia, de Nikko, mi cocker ya en el otro mundo, de Fígaro, mi gato, de mariposas, de delfines, de lunas crecientes al anochecer, incluso de una luna llena en Mallorca que llevé durante mucho tiempo de fondo de pantalla en el móvil. También he retratado miles de monumentos, de edificios, de estatuas, de ruinas, de calles empedradas, de balcones, de puertas, de ventanas... De rostros conocidos y desconocidos, unos ajenos a mi objetivo y otros preparados para ser retratados; muchos sonrientes y otros sin poder disimular la huella de la tristeza. Nunca he dejado de reflejar con mi cámara todo aquello que me ha llamado la atención cuando he viajado, todo lo que, a través de la vista y de la mirada, me ha producido alguna impresión o algún sentimiento. Y todo eso lo guardo y lo vuelvo a mirar de vez en cuando porque no quiero olvidarlo... ¿Cómo podría vivir sin todo eso? ¿Cómo se puede vivir sin los colores, la luz o las formas? ¿Quién puede imaginar, sin haberlo visto antes, una hoja amarillenta volando arrastrada por el viento o las estrellas brillando en el cielo de una noche oscura? ¿Se puede amar un libro sin ver su letra impresa? ¿Es lo mismo la vida sin ver un Vangogh o un Velázquez, o un Klimt? ¿Y sin una mirada o una sonrisa?

Es evidente que se puede vivir porque imagino que lo que no se conoce no se desea ni se añora, ¡pero qué vida más incompleta y más árida!

Todo esto pensé en el tiempo que transcurrió a lo largo de las cinco paradas del metro que hay entre mi casa y mi trabajo, y cuando salí de nuevo a la calle y la luz del sol me hizo guiñar los ojos para no deslumbrarme, di gracias a la vida por tener tanto: la vista.

Colores y poesía.

14 junio 2007

Fígaro es único

Figaro, mi gato, merece tener su propio blog aunque sólo sea por lo divertido que es.
Lametones y poesía.

12 junio 2007

Hay cielo y cielos

Esto es un cielo increible y hermoso, poético, lleno de matices y del que se espera algo: truenos, lluvia, o quizá el simple paso a otro cielo.
Se me hace tarde, me voy a comer. Luego seguiré con este cielo u otros cielos.
Pues este mi cielo lo fotografié una tarde de primavera de hace tres años en La Mancha, en Tembleque, desde el corral de la casa de Jose, de Jochete, de Mayoral, de Mayo, o de García Smith. Yo estaba trabajando uno de mis libros-objeto en el patio interior cuando empecé a notar un cambio de luz que me llamó la atención porque se había vuelto amarillenta. Tuve una sensación extraña, como de otro mundo cósmico, y me vino a la mente de forma espontánea el título de un libro de Julio Llamazares: La lluvia amarilla. No es que el libro tenga nada que ver con el cielo y las formas o las luces que adopta, pero sí con una especie de retrato en sepia de la melancolía que produce la desaparición de los seres queridos y el recuerdo de su presencia en los rincones de un pueblo abandonado. Es un relato de tristeza y abandono. Y quizá sea eso lo que sentí al volverse amarillos todos los colores que habitaban a mi alrededor: la pérdida de su presencia. Sin embargo la nueva luz convirtió ese pequeño mundo en un lugar mágico, de cuento al calor de la chimenea. La belleza en estado puro, la que surge de la esencia de las cosas y de las personas, sin artificio, me extasía. Y este es un ejemplo.
Pero hay otros cielos, y yo tengo algunos, que me extasían también: mis amigos/as, esas personas a las que quiero y de las que siempre estoy aprendiendo. Unas veces recordándolas porque ya se han ido (esta hijaputa de vida fue implacable con ellos, tan jóvenes todavía) y otras conversando con las que no se dejan llevar. La amistad es un chute de vida, y creo que sin ese cuelgue permanente la existencia sería mucho más anodina y menos llevadera. La amistad es complicidad, entre otras cosas, por eso creo que hay que delinquir constantemente con y para los amigos, subvertir las normas e imposiciones, exiliarse de todo eso que llaman "lo políticamente correcto". La amistad debiera ser anarquía pura, y besos, muchos besos.
Pues eso: amistad y poesía.

07 junio 2007

De la Administración

El otro día me quedé sin hablar de este "peazo" Administración pública que tenemos, la cual me tiene absolutamente cabreada desde el lunes, tan cabreada que desata en mí los peores instintos, los más violentos; vamos, que si no fuera porque la Mina Conchita está ya muy trillada, me iría allí a coger un poquito de Goma2 Eco, o sin Eco, y la pondría en el culo de alguno/a de los probos funcionatas de "nuestra" querida Administración Autonómica, esa a la que llaman la CAM, tan "eficiente" después de manejarla con mano de hierro Barby-Espe. Lo cuento:
De pequeñita (de bebesita, que diría mi querida amiga mexicana Gabriela) tuve una infección de oído que tardaron bastante en descubrir, supongo que porque desde mi más tierna infancia y hasta no hace tantos años he sido especialista en encubrir y/o disimular todo lo que ocurría, y discurría, dentro de mí... Creo que con esa otitis me estrené y tanto entonces como en años posteriores fui incapaz de comprender el perjuicio que la excesiva interiorización puede ocasionar en quien la practica o se deja llevar por ella. Evidentemente mi razón todavía estaba encapsulada cuando sufrí de la otitis, pero yo creo que el instinto, que brota de inmediato, ya me llevó a hacerme la puñeta y a no dejar que mi oído supurara. Total, que tardaron tanto en diagnosticarme que perdí parte de la audición del oído derecho de por vida y, claro, ahora con el paso de la vida, que no de los años, se va agudizando poco a poco.
La cuestión es que si alcanzas una minusvalía de al menos un 33%, ya sea por una única causa o sumando varias (yo como tengo varias taras, en esto soy un paradigma) pues desgrabas bastante en el IRPF, y si tras esa desgrabación no superas una determinada cantidad y, además, tienes una casa alquilada desde antes del 95, como es mi caso, pues ya ni te cuento lo que te pueden devolver. Aparte de que te libras de pagar el Impuesto de Circulación y tienes rebajas sustanciales en determinados servicios municipales. ¡Un chollete, vamos!
Pues yo envié, certificado y urgente, todos los certificados que me pedían para que me declararan minusválida al 33%... a primeros de abril, con el agravante de que el Centro Base de la Consejería de la Comunidad que lleva estas historias y que me correspondía por cercanía estaba tan saturado que me remitieron a otro en Coslada, pueblo de Madrid que está a tomar por culo de mi casa, el cual, supuestamente, tenía menos gente. Y digo supuestamente porque me avisaron que tardaría al menos ¡dos meses! en enviarme el resultado de la evaluación. Bueno, pensé, antes de que se acabe el plazo para presentar la Declaración de la Renta ya lo tendré y si me piden justificación de la desgravación, como hicieron el año pasado, esta vez sí la podré aportar... Así que llamé al susodicho centro de Coslada el pasado martes y, ¡oh, sorpresa!, me dicen que no les consta haber recibido nada y por lo tanto la valuación está sin hacer. Bueno, vuelvo a pensar, llamaré a Correos para que me digan qué ha pasado. Y la respuesta fue que les constaba que la entrega se había hecho, aunque si quería me podían hacer un certificado (¡venga certificados!) con todos los datos... pero me costaría 11 € la bromita... ¡Once euros por enviar un fax a la Oficina de Coslada y recibir otro desde allí! Bueno, serénate, me dije, si en vez de pedirlo desde la oficina de Correos de Madrid te vas directamente a la de Coslada y se lo pides allí te ahorrarás una pasta. Pues que no, que eso no lo puedes hacer, que te jodas, que el procedimiento es el que es y de los 11 € no te libra nadie si quieres el papelito. Así que a soltar el parné para que una banda de ladrones vaya usted a saber qué hará con ello, a esperar la respuesta, a solicitar a los médicos sus nuevos certificados, porque la copia de los que ya envié no sirve y han de ser originales, y vuelta a esperar que me los expidan, y vuelta a enviarlos (esta vez con acuse de recibo, por mi gato), y vuelta a esperar que me hagan la valoración, y vuelta a esperar dos meses (como mínimo), y eso si es que a causa de las vacaciones de los/as "funcionarios evaluadores" no tardan cuatro.
Bueno, bueno, bueno, titi, tranqui, guárdate la bilis como te guardaste la supuración del oído cuando eras bebesita, tómate unas copejas y lígate a un maromo chipén (¡demasiado trabajo!), que la vida son cuatro días y por unos cabrones de funcionatas como lo eres tú, jilipollas, aunque lo intentes disimular y vayas de sindicalista, no vas a amargarte el finde.
El espejo no para de reírse después de ver el careto de tonta que se me ha quedado.
¡Con lo bien que me hubiese venido ir a la presentación del libro de Lucas, nuestro koala-puesto, a la Rioja esta tarde! Y a escucharle tocar el didgeridoo, tan relajante. Pero no siempre una puede hacer lo que le gustaría. Me quedo con el consuelo de felicitarle por esos poemas y por esas notas que son un bálsamo para los sentidos, el del oído fundamentalmente...
Didgeridoo y poesía.

05 junio 2007

El finde y,¡cómo no!, la Administración

Esta foto la hice el año pasado durante los quince días que estuve en Isla Antilla, en la casa de mi querida Eva Vaz, también querida y admirada poeta. Es de Isla Cristina, de los arenales que separan el pueblo del mar. Es casi un desierto donde una barca parece varada en la inmensidad de la nada. Sentí cierta nostalgia, y me ensimismé en pensamientos que mucho tenían que ver con la soledad, como me pasa la mayoría de las veces que me decido a disparar la cámara. La soledad del mundo, el granito de arena que somos entre las estrellas y, a la vez, la pertenencia al cosmos como un todo, partícipes de su esencia queramos o no, tan frágiles y tan fuertes... Somos vida, millones de vidas fundidas en una espiral que no controlamos y, por lo que parece, a la que subestimamos dado el ímpetu que ponemos en destruirla. No somos una parte de la materia, sino la materia misma, y todo lo que hagamos por no conservarla, por no mantenerla viva, tendrá un efecto bumerang, nos golpeará sin piedad. Mal asunto éste.
Tuve un finde interesante, y yo llamo interesante a todo aquello que me enseña algo nuevo o que me permite perfilar y completar ideas que aún tengo por desarrollar o que todavía permanecen difuminadas, como inmersas en una especie de duermevela. Lucas, nuestro particular Koala, me envió una invitación para una especie de recital poético-musical en La Fídula. Hacía mucho tiempo que no iba a este emblemático sitio para la gente de izquierdas, de la época de la transición y de después. Luego todo eso se perdió, aunque sigue siendo un lugar donde se permite que la gente muestre sus habilidades literarias y artísticas. Hubo un poco de todo: poesía "tradicional", musicada, acompañada de diversos sonidos, polifónica, en francés, en inglés, y dos clarinetes que me sonaron a gloria. De todos los instrumentos de viento quizá sea el clarinete el que más me gusta, por sus tonos cálidos y melancólicos. Cuando lo escucho siempre me viene a la mente la clásica imagen del músico tocándolo bajo una farola, de noche, como si en vez de melodías interpretara lamentos. ¿Y qué mejor colofón para la música del clarinete que escuchar después la del didgeridoo? Otro instrumento-lamento que toca como nadie Lucas. Es un regalo y un lujo escucharlo, más aún después de haber recitado un poema que acababa de componer en la barra y al que, como siempre, no se le podía poner ningún pero, salvo que, en mi caso, me supo a poco. Valió la pena.
Allí mismo, antes de que todo empezara, me reencontré con una pequeña-gran-amiga. Al verla la abracé y, al ser pequeñita, se me perdió entre los brazos. Cuando la aparté de mí tenía los ojos húmedos, se había emocionado. Pero la emoción no era a causa mía, sino porque estaba disgustada y mi abrazo le hizo soltar las emociones más tristes. Cuando nos sentimos heridos no hay nada como una caricia o un abrazo para que nos volvamos pequeños, niños, y la lágrima se vuelva fácil. Sé lo que le pasa y creo que conozco la solución porque todos, como si fuéramos clones, pasamos por experiencias parecidas a lo largo de la vida y, precisamente por eso, por esa actitud mimética, nunca la cabeza ajena nos parece digna de imitar, es lo que hacemos todos. Tremendo, y también esclarecedor, que tengamos que llegar a una cierta edad para darnos cuenta de que a los 25 años... y más... no sabíamos nada. Nada de lo que otros nos dicen llegamos a asimilarlo, sólo aprendemos después de darnos de hostias al tropezar con las piedras del camino. Intenté convencerla de que soltara lastre, pero creo que no me hizo mucho caso. El corazón a veces bombea demasiada sangre e inunda sin remedio la razón.
Y el domingo estuve en Getafe, viendo la cabalgata de final de las fiestas desde el balcón de la casa de una gran amiga, un peazo persona es mi Lola. También celebrábamos el cumple de su hermano y de Mª Jesús, su otra hermana, otro portento. Niños, abuelos, padres, amigos, todo entrañable, con sandwiches y limonada de acompañamiento. Y una cabalgata como las de toda la vida, de pueblo auténtica: carrozas artesanas y no tanto (El Corte Inglés, por supuesto), con premios, con accesits, y sin ninguna de las dos cosas; de casas regionales, de empresas, y muchos caramelos y chuches. Algarabía generalizada, y no podían faltar las majorets (¿se escribirá así?). La iluminación de las calles a lo Feria de Sevilla, la orquesta de la plaza tocando lo más pachanguero que existe en el repertorio de la España más cañí; las parejas, bastante talluditas todas, bailando como siempre se ha hecho: mal pero sin complejos. Y mucha risa, sobre todo mucha risa. Somos un pueblo único a la hora de ocupar y arrasar la calle. Me divertí cosa buena.
Y en medio de toda esa manifestación festiva era paradógico contemplar, todavía, un enorme cartel electoral presidiendo el fiestorro con las fotografías del entonces candidato a alcalde de Getafe (ganó, como siempre), del PSOE, y de su mentor (hoy dimitido) Rafael Simancas. Es evidente que su "fiesta" en este momento ya es otra, y lo siento por él, pero es el desalmado juego de la política, al que se apuntó, que cada vez empieza a parecerse más a un juego de rol. Rafa se ha dejado guillotinar, y me parece bien; lo malo es que otros, con mayores motivos que él para que sus cabezas rodaran, permanecerán anclados al sillón, bien embadurnados de "Loctite" para no ser despegados. Ser miserable viene de miseria, y cuando la miseria se instala en el alma la razón se vuelve mierda.
Me gustaría hablar de Clara, la hija mayor de Lola, una preciosa rebelde de quince años que adora el teatro y está aprendiendo a interpretarlo con poderío. Pero eso será otro día porque me estoy muriendo de hambre.
Y la Administración también tendrá que esperar.
Fiesta y poesía.

FOTOLIA