Me gustaría olvidar mis sueños al despertar porque desgraciadamente casi nunca son agradables y al recordarlos, sobre todo los más angustiosos, me quedo sumida durante un rato en su reconstrucción intentando encontrarles alguna explicación que los haga comprensibles, lo cual rara vez consigo por su complejidad. Ahondar en el subconsciente me resulta divertido porque adquirí mucha práctica en los dos años en los que me sometí voluntariamente y con afán indagador a sesiones semanales de psicoanálisis, práctica que por aquel entonces se catalogaba como de locos y para locos. La novedad era que tomé la decisión de seguir esta terapia porque mi interés por la psicología era enorme y pensé que la mejor manera de conocerla era empezando por analizarme a mí misma en profundidad. Sin embargo ya había deambulado por el mundo de la psiquiatría con apenas veinte años porque en mi casa consideraban que mi sentido de la libertad y mi rebeldía tenía un no sé qué de anormal y yo, preocupada porque fuese verdad y, en parte, porque esa opinión me creó cierto complejo de culpabilidad, fui a visitar a un psiquiatra, Pablo, que después de tratarme durante un tiempo y de someterme a diversos test de inteligencia y personalidad acabó concluyendo que quien necesitaba tratamiento no era yo precisamente.
Eso, ni qué decir tiene, me alivió bastante, aparte de que me enamoré perdidamente de su colega, también psiquiatra, que estaba como un queso. Fue un amor frustrado porque no me hizo ni puñetero caso pero gracias a Pablo conseguí superarlo cuando, harto de que le diera la tabarra preguntando por él, me confesó que era gay. Imagino lo incómodo que se debió sentir el colega ante mis insinuaciones (se me notaba tela) en una época en la que ser homosexual había que llevarlo en el más absoluto secreto. Todavía no habíamos superado los tiempos de plomo en este país.
Mª Luisa, la psicoanalista, me dio bastantes claves para interpretar los mensajes que nos llegan del subconsciente y, lo que es mejor, a analizar y desentrañar los misterios de nuestros actos conscientes, que son muchos. Sé, por ejemplo, por qué sueño tantas veces que buceo dentro de una caverna llena de agua y puedo respirar tranquilamente sin necesidad de convertirme en pez, aparte de no poder estirar los brazos y llevarlos siempre doblados y pegados a mi pecho. No es precisamente un sueño doloroso revivir la estancia en el útero materno nadando por un espacio lleno de color y de curiosidades en los que centrar mi atención; sólo hasta que decido que ya me he bañado lo suficiente y quiero salir... No hay salida, y es ahí donde la respiración se me hace ahogo y pataleo desesperadamente intentando encontrar un poco de aire. No hay final porque en ese punto siempre me despierto.
Respecto al consciente, no he conseguido averiguar todavía, por ejemplo, por qué cuando más prisa tengo para llegar a algún sitio, más lenta me vuelvo o me pongo a ordenar cosas que me retrasan aún más y que no requieren ninguna atención especial o pueden esperar sin problema. Es probable, deduzco, que el motivo sea que en realidad no me apetece nada ir a ese lugar previsto o encontrarme con la persona o personas con las que haya concertado una cita. Entonces el análisis es encontrar una respuesta a esa actitud: ¿qué me desagrada para no querer ir? La respuesta hay que encontrarla en uno mismo y no en aquello que tienes pensado o debes hacer ni en las personas con las te vas a encontrar. A veces pienso que me mueve el desinterés por lo más o menos rutinario (no así por lo novedoso), o la pereza con la que la experiencia me va envolviendo con el paso de los años, o el miedo a las consecuencias, o el placer por la soledad (alcanzando a veces cierto grado de misantropía), o sencillamente el descoloque que me produce tener que interrumpir lo que en ese momento estuviera haciendo, ya sea dormir, leer un libro o estar dedicada a la vida contemplativa. No siempre encuentro la respuesta adecuada o siquiera alguna , pero nunca dejo de hacerme la pregunta porque me parece importante saber por qué y para qué hacemos o no las cosas. No es una búsqueda de la perfección sino de encontrar las razón de mis actos para descubrir las trampas que me hago en el solitario, que precisamente porque sé que son trampas no me satisfacen. Sólo intento jugar limpio conmigo misma.
16 comentarios:
Y yo que casi nunca sueño... ¿seré rara? Soñaba mucho cuando era joven pero ahora... casi nunca. Aunque, ahora que recuerdo, sí que he soñado con unos parajes idílicos dónde me encontraba con mis seres queridos. Cuando he despertado, pensé que era la visión despues de la vida, o sea, la muerte. Quedé encantada porque tuve este sueño varias veces.
Me ha encantado este post tan esotérico. Muchos besotes, brujita, M.
Querida Isabel, Creo... no!! Estoy convencida de que padecemos el mismo tipo de " locura ". Tantas veces he sentido lo que tan fabulosamente describes en tu narracion, que casi crei que hablabas de mi. Debemos aprender a vivir con los sueños y con el amargo sabor de boca que dejan a veces, aunque se que es realmente dificil. Pero, como diria Obama: Yes, we can!!! jeje. Mil besitos!!
Y que tu angel guardian le de una colleja de vez en cuando a Morfeo, que ultimamente anda algo rebelde. Besitos cielo!!! pd.: Que viva la locura!!!!
Un abrazo onírico querida Isa...estaré atenta ;)
En La Costa Del Sol nos hallamos.
Un recuerdo.
Yo casi nunca recuerdo lo soñado, a no ser en ese duermevela en el que más que soñar eres tú quien fabulas.
Pero algunas veces, gracias a mi gusto por las pelis de terror, me despierto sobresaltada por una pesadilla, entonces abro los ojos y constato que es un sueño, los vuelvo a cerrar y la pesadilla continua llevandome al miedo más real y absoluto... con lo cual tengo que levantarme, beber, pasear por la casa y convencer a mi cerebro de que está despierto... últimamente me ocurría con cierta frecuencia, con lo cual, se acabaron las pelis terroríficas, aunque me cueste. He conseguido no pesadillear.
En cuanto a analizar tu psique... conocerte bien... sentir que sabes, que controlas, es bueno poque aprendes, pero no es la panacea, algo dentro de nosotros siempre se revela a ser conocido y juega con nosotro, el asunto es que sea poco o mínimo... yo estoy en ello... y es grato.
Un beso soñador
Lo malo de la memoria es que a veces parece tener vida propia, es cierto, y también es curioso como en momentos de bajón reaparecen fantasmas que hasta sorprenden por su olor a naftalina, creo que lo mejor en esos momentos es encender la luz.
Un beso flaca
Morfeo... ese gran Hijo de...
que te enseña el caramelo y luego te lo quita...
aunque también te enseña los miedos y despues simplemente desaparecen...
...BESOS GRANDES ISABEL!!!
Todo esto me parece fascinante y me he terminado las pipas porque no me muerdo las uñas...
últimamente mis sueños me cuentan cosas de personas ajenas a mí.
Espero la segunda parte de este post.
Yo he llegado incluso a disfrutar de mis pesadillas. No quisiera en ningún caso olvidarlas, aunque tampoco me gustaría psicoanalizarme para ver de qué va mi interior. Disfruto de lo que sueño, tal cual, sin divanes de por medio.
Me gustan tus reflexiones de hoy, wapa. No es que otras no me gusten, es que en ésta estás especialmente lucida y lúcida.
Besitos.
Los mensajes del subconsciente siempre serán un reto, Isabel, un reto de sabiduría en un lenguaje lamentablemente olvidado por las sociedades modernas, pero un reto digno de ser escuchado.
Estaremos atentos a lo que siga..
Abrazotes
Marian
Yo sueño muchísimas veces eso de que cuanta más prisa tienes es como si todo fuese lentísimo y otras veces estoy en un columpio en la oscuridad y cuando me balanceo hacia adelante es como si nunca terminase de caer. La oscuridad es absoluta como caer por un abismo sin fin y entonces me despierto con el corazón acelerado y sin aliento
Si sabes el significado quizá me lo podrías decir.
Ha sido un placer encontrar tu blog
Un beso
Nuestros mejores amigos, los sueños, porqué después de crearlos hay que escucharlos... de hecho, si dejásemos de verlos como algo esotérico sería más fácil organizar el backstage de nuestra vida.
Has sido una cómplice en este momento y, gracias a eso, creo que debería escribir sobre el sueño que tuve antes de los Santos Inocentes de 2008. Vivir aquel sueño me hizo correr p ordejar a la persona que me había enamorado meses antes...
Siempre es interesante tratar de entender un sueño; constrastándolo con las posibles fuentes del día a día.
Mira, yo que casi nunca sueño, soñé algo... Más que soñar, bueno... al despertar creí haber leído antes de acostarme que tal actriz, que salía bailando en crónicas, que luego tuvo un accidente y por poco se queda tetrapléjica, con lo fácil que sería dar el nombre :):), que esa chica había sido asesinada por un camionero... imaginaté.... Total, que miro en google, y nada, ni rastro de su muerte. Luego supuse que aquello tenía que ver con una peli tremenda, por sangrienta y horrible, más por lo segundo, que había visto Jorge la noche anterior... la Dalia negra, o algo así :):)
Pero cuando no es eso, es difícil saber a santo de qué esas cosas... pero ya digo, interesante es un rato... lo malo es que interpretar un sueño, creo, es como escribir un ensayo; al final lo único que prueba el ensayo es aquello en lo que el autor cree, na más; pero algo es algo
Besos de simple administrativo y a veces ni siquiera eso :)
Cómo te entiendo guapetona!!!!!,y le doy la razón a Adu, estás tremendamente lúcida en esta maravillosa entrada. Besos
hace tanto que no recuerdo mis sueños...
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