Postado por Alicia y Deborah
El 15 de Octubre, dentro de una semana, será el Día de Acción del Blog y el tema de este año es el medio ambiente. Si tienes un blog y quieres unirte, sólo tienes que postear algo relacionado al medio ambiente de cualquier manera, tamaño y formato que prefieras. Puedes elegir algún tema ambiental que tenga un significado para ti y de esta forma, hacernos saber porqué es importante. Organiza la limpieza de una playa o un barrio y cuéntanos al respecto. Si te interesa escribir ficción, entréganos una historia con un tema ambiental. ¿Tienes un podcast, blog de video, o un blog de fotos? ¡Únete a la diversión! La idea es tener un efecto masivo en la opinión pública compartiendo la mayor cantidad de ideas a través de todos los canales posibles.Si te quieres apuntar y participar, registra tu blog junto a los otros más de 7000 blogs (¡con 5 millones de lectores!) que ya se han inscrito. También, puedes ver el blog del Día de Acción del Blog para saber más de cómo los bloggers pueden cambiar el mundo.
He querido unirme a este día, que es hoy, porque me parece una buena causa ¡y a ecologista me ganan pocos! Y eso a pesar de que no reciclo todo lo que debiera, muchas veces por pereza, y soy incapaz de no espachurrar una araña cuando la veo cerca...
Pero hoy me toca escribir sobre un tema medioambiental y me voy a inspirar con una fotografía que hice en la inauguración de la exposición de mi querido amigo Javier Seco, aquí en Madrid, en el Centro de Arte Moderno, el miércoles de la semana pasada.
Esta escultura-poema visual hace referencia, como es fácil adivinar, a cómo el poder del dinero, del americano sobre todo, está llevando a nuestro globo terráqueo por la tremenda pendiente de la destrucción. Ello se basa en la falta de respeto que ese país, EE.UU. (junto a otros como China, para qué engañarnos), tiene hacia todo lo que tiene que ver con la emisión de gases de efecto invernadero, siendo uno de los países que más contamina por su tamaño y por su industria. Ni siquiera aceptó suscribir la resolución de Kioto ni se espera que suscriba cualquier otra. No sabemos si el efecto Al Gore con sus denuncias incidirá algo (quizá si tiene réditos electorales se consiga algo) en los programas de los candidatos republicanos y demócratas.
La cuestión no es sólo lo que el propio país contamina, sino también las políticas económicas de inversión en países mucho más pobres, en los cuales las empresas americanas se instalan sin poner el más mínimo interés en la preservación del medio ambiente en esas zonas. Tampoco se mueven lo más mínimo para intentar que esos gobiernos, necesitados de prácticamente de todo, desarrollen políticas de conservación de su entorno. Ni disponen de medios de vigilancia, ni tecnológicos ni de nada, y no sólo EE.UU. no se los aporta, sino casi ningún país industrializado con intereses económicos en unas naciones que no es que no tengan en muchos casos recursos sino que no pueden explotarlos por sí mismos y los que sí disponen de los medios se los niegan para ejercer una fácil colonización industrial, la cual la mayoría de las veces es aceptada a cambio de prebendas para los que gobiernan, cuyo mayor mérito es hacerlo bajo el signo de la corrupción.
El dinero, y sobre todo el dinero globalizado (¡esa gran mentira de que con la globalización todos íbamos a vivir mejor!), lo único que ha hecho es agrandar las diferencias entre los países más ricos y los más pobres. Los primeros crecen imparables mientras los segundos se hunden cada vez más en la miseria. Cuando hay que alimentarse para sobrevivir, nadie se preocupa de pensar si las talas de árboles masivas, las pescas indiscriminadas o la contaminación de los ríos, por poner tres ejemplos emblemáticos, les pasará factura a medio plazo, si no a corto. Tampoco parece prioritario en los países más pobres educar en medio ambiente si el problema es cómo conseguir maestros que enseñen a escribir y a leer o hacer campañas (cuando se puede) sobre prevención de enfermedades infecciosas o de transmisión sexual. Y eso cuando hay padres que se empeñan en que sus hijos tengan algún conocimiento más que los que tuvieron ellos (ninguno), porque el hambre puede llegar a embrutecer de tal manera que millones de niños son explotados en el campo, en la construcción, en las minas o en el ejército.
Puede parecer tremendista todo esto, pero a mí lo que me parece es desolador. Pero no quiero quedarme sólo en la queja, sino también proponer que cuantos más seamos los que denunciemos la rapiña por los recursos más valiosos y la exigencia del aumento de la ayuda a los países más necesitados (a su población), con un control riguroso de su reparto o distribución, más presión ejerceremos sobre los gobiernos de los más desarrollados. Y no sólo me refiero a ayuda económica, sino que ésta debiera ir acompañada de ayuda tecnológica, educativa, sanitaria, etc.
Si nos ocupáramos más de estos temas y no en defender banderas que no quitan el frío a nadie, mejor nos iría a todos.
Planeta y poesía.
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