Bitácora de Isabel Huete
12 junio 2008
DOMICILIO DE NADIE
Con este título, mañana, día 13 de junio, se presenta en Barcelona la antología de diez poetas catalanes realizada por Andreu Navarra Ordoño.
El lugar es la Galería Arthostal (C. Basses de St. Pere, 10)
Lo mejor, para saber de qué va y abrir el apetito, es reproducir el prólogo escrito por el propio antólogo y coordinador de la obra.
Presentación:
La ciudad de las repúblicas independientes
Me complace presentar en esta muestra a diez autores que residen o se han formado en la ciudad de Barcelona, y que tienen en común el virtuoso pecado de encajar relativamente mal en el actual mercado editorial de poesía español.
Desde inicios de los años ochenta existe una nómina de poetas llamados “de la experiencia” que, invocando las voces de Antonio y Manuel Machado, Luis Cernuda y Jaime Gil de Biedma, han construido una lengua poética de tono intimista y menor que ha acabado conformando el canon indiscutible del periodo de la democracia. A estos poetas, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal y Jon Juaristi, les ha unido una poética realista basada en la inteligibilidad inmediata de sus textos. En sus manifiestos poéticos, García Montero dice rechazar a quienes “van de héroes” por el hecho de insistir en poéticas del hermetismo, la radicalidad y la ruptura. El crítico Jordi Gracia, en su libro Hijos de la razón (Barcelona, Edhasa, 2001) añadiría que esas actitudes presuntamente “heroicas” de quien continúa adoptando modos de escritura propios de la resistencia, como si aún viviera Franco, resultan anacrónicos en un contexto de democracia consolidada. En suma, quienes se niegan a escribir teniendo relativamente en cuenta al público democrático en vías de crecimiento no tienen derecho luego a quejarse de que no son leídos porque la culpa la tendrían sus propias e injustificadas tendencias a la ilegibilidad.
Estas concepciones, a mi modo de ver, entrañan una serie de confusiones graves, y también algunas consecuencias. La primera es que la imagen internacional de la poesía española se limita a los productos de la escueta nómina consignada, cuando los derroteros por los que hoy circula la poesía están muy lejos ya de esas concepciones más o menos dominantes, aunque a decir verdad siempre fueron menos los que escribieron “poesía de la experiencia”, de la que ya están un poco hasta las narices hasta los mismos poetas de la experiencia.
Creo que es un error garrafal confundir investigación literaria (o experimentación) con “ir de héroe” o practicar un postmodernismo banal, o una encriptación artificial del discurso, o un malditismo de postal. En segundo lugar, una lengua poética experimental no tiene por qué ser “grandilocuente”, no tiene por qué oponérsele un tono menor. Baste el magnífico poema en prosa de Sergio Gaspar que cierra la presente muestra para dar fe de ello. En tercer lugar, puede construirse una lengua poética radicalmente innovadora y a la vez perfectamente inteligible.
Pues bien, ordenados de más joven a mayor, presento una colección de voces pertenecientes a autores que pasan olímpicamente de las directrices arriba consignadas y demuestran que, en una democracia en pleno desarrollo, las afirmaciones de García Montero son totalmente inexactas. De entre ellos, ni los más jóvenes ni los mayores parecen tener en cuenta el modelo de los autores canónicos, pese a que algunos tengan la misma edad que ellos.
El caso de Carlos Vitale es uno de los más claros. Vitale, poeta singular de una autoexigencia ejemplar, poeta llanamente legible, lleva publicando en Barcelona desde 1981 y no ha accedido a ninguna de las grandes colecciones poéticas que conducen a la consagración. Pero es que Vitale no es un hombre que empuje y conspire e insulte lo suficiente como para figurar entre los canónicos.
Pero no es el único. Creo detectar en el trasfondo de la poesía de Eduardo Moga la presencia del mejor Aleixandre y, también, la impronta de la poesía metafísica de Dámaso Alonso y el Blas de Otero de Ancia. Moga es el poeta que logra aunar la ambición metafísica o trascendental con la más íntima de las coherencias poéticas, sin caer en la ostentación orquestal. La poesía de Francisco Javier Cubero explora derroteros similares. Unir sensualidad y perfecto rigor verbal no es nada fácil, y es en este logro donde cobra valor una poesía que no se cierra a ninguna posibilidad temática.
Y es que desde hace años tengo la impresión de que el canon de la poesía española está formado por los que más empujan, más conspiran, más acusan a los presuntos “héroes” cuando son ellos los que han fraguado el binomio falso “poesía de los seres normales” = voz poética de la democracia. Sin embargo, en sus “jardines de intimidad” no puedo ver más que nihilismo, sofocación de la selva intrincada y múltiple de la escritura real que se está produciendo en España y que muy poco tiene que ver con el realismo. Porque los más jóvenes se comprometen algo más con la educación intelectual y los problemas internos que entraña toda democracia deficiente, sin que esto signifique que odien esa democracia y que sus ejercicios irracionalistas sean el lujo frívolo de quien siente nostalgia de las tinieblas elitistas del pasado. La guerra, la alienación, la deshumanización, el desequilibrio y las derrotas cotidianas pueden hacer mella en una lengua poética sin necesidad de que el autor que la maneja se esté disfrazando de Mesías. Quizá se trate de una monomanía mía, pero siempre he preferido que un autor me haga partícipe de su exploración de un conflicto que no de la constatación tautológica y colectiva de que las cosas van mejor que nunca. Sencillamente, una verdad no excluye a otra.
La muestra se abre con las exquisiteces sadianas de Mónica González Caldeiro, escritora que se refugia en la literatura norteamericana y las perversidades del sexo como modo de alejarse de las emanaciones de un país cutre que produce una literatura aún más cutre si cabe.
Rafael Mammos sería el ejemplo máximo de la multiplicidad que intenta recoger el presente volumen. Heredero de la mejor poesía clásica griega y romana, de la que es un estudioso concienzudo, logra fundir la máxima innovación con la apariencia marmórea y la fuerza plástica de la mejor lírica de la Antigüedad. El rigor y la elasticidad son rasgos que Rafael Mammos logra sintetizar en sus versos desmantelando inmemoriales escisiones estéticas.
Irene Jové es quien mejor despliega el verdadero tono menor que el tiempo actual exige: la perplejidad ante el absurdo universal que aplasta la conciencia y la reduce a la imbecilidad mecánica. ¿Qué otro sentido dar sino a sus fascinantes paradojas y juegos de perspectiva? La poesía de Irene Jové es la mejor prueba de que puede escribirse una poesía netamente intimista sin pactar con una realidad que escapa a toda delimitación racional.
Quizá el grupo de la santa rabia torrencial lo representen Francesc Fortuny, Marian Raméntol y Rubén Sáez, cada uno a su modo. Mientras el primero da rienda suelta a sus visiones devastadas y alucinatorias, aquellos exploran la cotidianidad de una forma oblicua y dislocada a través de una acumulación de indudable estirpe irracional.
Los más jóvenes reunidos aquí, no sólo no comulgan con la poética heredada de los 80, el canon artificial del que he hablado, sino que hunden sus inquietudes en tradiciones muy alejadas del conformismo: entre los nombres más invocados estarían Joan Brossa, Antonio Gamoneda, Leopoldo María Panero, y, sobre todo, César Vallejo. Todos ellos ejemplos de investigación literaria totalmente entrañada en lo humano y, lo que es más importante, “legible” y exenta de ostentación gratuita de “heroicidades”.
Pero lo importante, y este es el mensaje con que me gustaría cerrar esta presentación para el lector americano que ha de leer este libro, los autores aquí reunidos dejan rastrear pero no vocean sus afinidades literarias, cada uno las suyas, habilitando su propia posibilidad, y es por no evangelizar ni presionar ni ostentar que tan mal encajan en el mercado editorial maximalista español los diez autores incluidos en esta muestra.
Andreu Navarra Ordoño
Poetas y poesía
Publicado por Isabel Huete en 03:02
Etiquetas: Domicilio de nadie
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4 comentarios:
Un poco como para vender, no llega al corazón.
¡Uy, qué va! Andreu es la persona con menos intereses comerciales que he conocido, lo que pasa es que es muy crítico con el stablisment literario y siente mucha rabia de que escritores que él considera de primera línea no tengan la oportunidad de publicar o ser reconocidos como se merecen. Mientras tanto, los "afines" a esto o aquello, o lo que es peor: sólo a sí mismos, tienen todas las puertas abiertas y se olvidan enseguida de quiénes fueron y cómo empezaron y de los que ahora pasan por lo mismo. Los "grandes" escasamente son solidarios con los que empiezan.
Besitos.
Bueno Isabel, esta es la única forma que conozco, efectiva, de que alguien se lea un prólogo.
Por un lado, los temas del franquismo, la guerra civil, desde el punto de vista cinematográfico -que más conozco- nos cansan en general. Con la tónica de Maribel Verdú, teta fuera, ahora la derecha ahora la izquierda y de transfondo lo dicho.
Pero por otro lado, cada uno se inspirará en lo que le salga de las entrañas ¿no?, y más un poeta.
No tiene por qué ser un crítico social sino que es un creador y cuando le asalta la musa, digo yo que no le cuestionará la tendencia política o su condición social.
Que la musa, a veces escasea y no se pué desaprovechar.
Y todo esto lo digo yo, que no tengo ni p. idea de la poesía actual (exceptuando a Panero y gracias a Dargor)
Bipo, Andreu no escribe poesía política en el sentido estricto de la palabra, aunque sí social pero desde una visión muy individualista y bastante derrotista sobre el mundo que lo rodea. Pero al prologar este libro sí entra en cuestiones de índole político para aclarar algunos aspectos del porqué de la elección de estos poetas concretos para hacer la antología.
Te recomiendo leer poesía actual, de verso libre, espontánea, no regida por ningún canon. Para mí es la mejor, o al menos la que más me gusta. Hay cosas fantásticas, poetas geniales, que se leen casi como si una les hubiera dirigido la mano al escribir.
Mándame los cuentos, TODOS.
Besazos.
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