Bitácora de Isabel Huete

SOLIDARIDAD CON HAITÍ

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20 julio 2009

La cenicienta sin zapatos de cristal

Cuadro del pintor surrealista Yacek Yerka

Con mirada incrédula contemplaba a la niña descalzarse enmedio de la calle sin comprender absolutamente nada de lo que estaba pasando. Recogió los zapatos y lentamente se acercó a una papelera para tirarlos. Después se quitó un colgante del cuello hecho con un cordón del que pendía una concha de playa y la aplastó con el talón clavándosele algunos de los pequeños trozos y haciéndole sangrar. Seguía sin comprender y sentí gritar dentro de mí: ¡Niña qué demonios haces!

Seguí sentada y volvió sus ojos hacia mí. Su mirada era de triunfo, de rabia y de desconfianza. No tenía más de siete u ocho años y me desconcertó su frialdad. Su pelo negro y su tez cetrina me indicaron su procedencia gitana. ¿Qué puede llevar a una niña a comportarse así?

Se acercó a mí cojeando y me pidió que le diera un euro. Descaro total. ¿Para qué lo quieres? Para comprarme unas sandalias. ¡Pero si acabas de tirar los zapatos! Es que me hacían daño. ¿Y el colgante por qué lo has roto? Porque lo robé y si me lo ve mi hermana me lo quita. ¿Quieres que te cure el pie? Bueno, pero no quiero ir al hospital. La llevé a una farmacia y allí se lo curaron, sin hacer preguntas. Menos mal.

Le compré unas sandalias en el chino y cuando quise comprarle también un colgante me dijo que no. Me lo va a quitar mi hermana también. ¿Y tus padres dónde están? No sé, vendiendo por ahí. ¿Y te dejan que vayas sola? No sé, me he escapado. ¿Quieres que los busquemos? No. Pero es que no puedo dejarte así. Cómprame un helado. Se lo compré y salió corriendo apoyando la punta del pie herido. No hubo agradecimientos ni sonrisas. Era una niña triste y solitaria, un perrillo callejero sin futuro ni presente. El pasado ya estaba hecho añicos, como la concha de playa cuyos trozos manchados de sangre quedaron esparcidos por la acera.

Una posible historia y poesía.

7 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Supongo que es un cuento y no es verdad ¿no? Pero lo triste y la pena es que muy bien podía serlo... Besotes mañaneros, M.

mojadopapel dijo...

Es una posible historia con pocos visos de esperanza, real como la vida misma,nos hacemos fuertes a base de golpes, contrastes...lo bueno!...el aprendizaje.

Santi dijo...

Vi tu imagen, me gustó y te seguí, y ahora comento, con lo que el pasado inmediato ya está claro.

No sé, maaancantado, la resolución de esa niña. Si me lo va a quitar, espérate tú que lo escacho ahra mismo; si me aprieta, mejor ir descalza.

Y supongo que me gusta porque, bueno, yo tendré 28, pero parezco una anciana; desde los quince, no recuerdo haber salido de casa sin mirar al cielo por si he de llevar paraguas. Vale, vale, eso está superado pero ;), me refiro a que admiro a la tan alegremente corta cuerdas o ni siquiera las ve.

No quiero decir que sean más libres... la libertad es... fue... será... un barco de esclavos e igual se trata de eso, de encadenarte a un buen amo, sea lo que sea eso, para ser libre; es como esos cantautores contrados por Columbia o Universals, que cantan: "yo no me vendo, yo no estoy en venta"; pero sólo porque te han comprado, la libertad... estos pensamientos son consecuencia de haber leído a Toni Morrison; libro tras libro, sobre la esclavitud. Y mil veces que habría que volver, para sacar algo en claro.

Bueno, que me ha gustado el relato.

Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Demasiado real: cada día repetida. Cuánto hay junto a nosotros que no queremos ver, Isabel.
Besos.

angelyyo dijo...

Real como la vida misma, crudo relato de algo que aunque no lo crean muchas personas esta ocurriendo a diario. ¿ Qué puede llevar a una niña a comportarse así ? buena pregunta .

Un beso.

Teresa dijo...

Da pena, pero me ha traído a la memoria, mi dinerillo para aquel día y una familia de gitanos con churumbeles que me dieron pena y a los que di mi dinero. Acto seguido entraron en una pastelería y la que se quedó a dos velas fui yo, caminando detrás de sus miguillas... y con una cara de lela...

Fermín Gámez dijo...

Una historia así, sea un cuento que hayas inventado o sea cierto, me produce más terror que cualquier historia de suspense de esas que se ven en las películas de miedo.
Porque hay un miedo real, una desconfianza cotidiana, una rabia desconocida...

FOTOLIA