Bitácora de Isabel Huete
07 marzo 2008
Me gustan las puestas de sol por la forma en la que la luz recorta la silueta de la tierra, envolviéndola en sombras negrísimas, donde no parece existir vida, sólo la soledad.
Mientras, el color se instala en un cielo devorado por las llamas, infundiendo respeto, casi veneración, como un dios.
Imagino que en este atardecer sobrecogedor, se podría oír a los pájaros antes de recogerse en sus nidos, o quizá los ecos de una sinfonía de Malher escapándose por el hueco de una chimenea, elevándose como el humo hacia el infinito; también el canto de los grillos, conspirando con la noche para que el silencio no se aburra.
Quizá podría escuchar el ritmo alocado de mis latidos.
La primera estrella que aparecerá es el último lamento de un amor que se sabe moribundo.
Yo no estaba allí, pero sé que todas estas cosas sucedieron.
Melancolía y poesía.
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