Ayer a las 6 de la tarde me tocaba escáner de cuerpazo (es un decir) entero: cuello, tórax, abdomen y pelvis. Debo presentarme con cinco horas de ayuno; ni agua, oiga. Primero me toca firmar el consentimiento para la prueba y la autorización para que me inyecten en vena un contraste que seguro que es pura guarrería química. No se quieren responsabilizar si me da un patatús. Para completarlo, previamente me tengo que beber en media hora una jarra de un líquido con regusto a anís (odio el anís). Les aviso que a las 5 me he tomado un café con hielo, que se me ha ido la olla con lo del ayuno.
Bueno, lo único que te puede pasar es que vomites...
¡Pues lo siento sobre todo por mis compañeros de sala de espera!
Cuento ocho vasos de plástico. Las ranas de mi estómago deben de estar ya a punto del k.o., pero yo no siento ningún revoltillo por lo del coffe. ¡Menos mal!
Quítese todo artilugio metálico y el pantalón, que lleva cremalleras.
¿Y las sandalias?
No hace falta. Túmbese aquí que vamos a inyectar el contraste.
Me tumbo obediente; ya sé de qué va el procedimiento, he pasado por él casi veinte veces desde el 2003. El joven operador del aparato e inyector habitual de contrastes me da a elegir el brazo en el que quiero que me pinche.
El izquierdo, y me da por pensar que hasta en esto me pongo al servicio de mi ideología.
Estira mi brazo y le ata el torniquete. Es verde intenso.
Cierra el puño con fuerza.
Vale, aunque ya lo había cerrado. La experiencia es un grado.
Se nota muy bien la vena.
Me sorprendo del comentario porque es lo contrario de lo que siempre me dicen: que vaya mierda de venas tengo. Será que este tipo tiene un tacto más sensible. Siento entrar la aguja del vial y respiro profundamente para ahuyentar el odio que siento por ellas desde mi infancia. Sigue inclinado sobre mi brazo y le pregunto.
No la he pillado, qué raro. Se ha roto además el vial.
Prueba en el derecho. Y lo digo con aplomo, como si no me importara.
Lo siento, se disculpa mientras me desata la goma verde.
Vuelta a empezar, y yo empiezo a soltar mentalmente y en orden alfabético todos los tacos que me sé. Tranqui, tía, que no es la primera vez que te ensartan a agujazos.
¿Qué, la has pillado esta vez?
Tampoco, no lo entiendo. Parecía que sí. Espera, que voy a inyectarte un poco de suero para confirmarlo. ¿Notas algo?
Pues no.
Se ha embolsado el suero cerca de la vena, no ha entrado. Precisamente lo de inyectar en vena no se me da nada mal... Voy a intentarlo un poco más arriba.
Menos mal que no se le da mal... Algo me empieza a trepar desde el estómago hacia el cerebro, pasando por la garganta. No es el vómito. Es angustia. Me siento pequeñita, frágil, ratoncito blanco de laboratorio con nariz sonrosada.
Noto por tercera vez penetrar la aguja, después la mueve hurgando en mi vena. Me duele y gimo.
Perdona, de nuevo una disculpa. Se ha vuelto a romper. Tendré que intentarlo en la mano.
Sé lo que es eso: un dolor horrible. También tengo experiencia, aunque sólo de otra vez. No quiero morirme, pero sí desaparecer. ¡Peazo bruto! Se me humedecen los ojos sin poder evitarlo mientras vuelve a atar la dichosa goma verde, esta vez en el antebrazo. Por cuarta vez palpa mi tercera vena.
Esta vez no puede fallar, la vena se ve perfectamente.
¿ ........... ?Déjalo, no puedo más.
Me llevo la mano izquierda a los ojos y lloro como una niña pequeña, quedamente, como me enseñaron. Berrear es de mala educación. Aun así me siento ridícula y eso me provoca todavía mayor desconsuelo.
No te preocupes, cielo, comprendo perfectamente tu angustia. Te haré el escáner sin contraste.
Y mientras lo dice me acaricia el brazo con ternura. Lo retiro suavemente porque me están dando ganas de volverme de costado y encogerme en posición fetal. Tía, reponte.
Se va cariacontecido a la cabina de control. Creo que, por fin, se ha dado cuenta de que mis venas son una mierda, y yo me quedo con la impresión de que es un inútil, pero no le culpo porque hacerlo no le va a devolver la integridad a mis venas. A través del altavoz que nos comunica me pide que no respire hasta que me avise. Obedezco y cierro los ojos.
¿Hay alguien ahí?
Regresión y poesía.
15 comentarios:
Que tire usted hacia adelante, que es el único camino por donde se puede tirar. Y sí, claro, siempre hay alguien. Ea.
Isabel, estoy sin tinta. No puedo decirte nada. Me has vuelto a dejar seca. Tú que siempre tienes palabras cariñosas, de aliento, de empuje, de apoyo y de lucha.
Tú si que eres admirable, niña coraje, Osito Gominola.
UN BESO MUY DULCE
Los tubos y las gomas no conocen la ternura, pero al salir de ese inframundo te reencuentras con la tribu. Tu gente y tu mundo.
Ánimo Isabel, los temas de salud siempre deprimen.
Un abrazo sincero y cálido.
Cesc
Emilio, Bipo, Cesc: os respondo a los tres porque más o menos lo que habéis querido es darme ánimos y eso me da mucho gustito y lo agradezco de todo corazón. Pero me temo que el tono irónico que quería dar al relato no me ha salido nada bien... Ocurrió como lo cuento y me sentí tal cual, pero no me deprimí porque esas cosas no me deprimen; son circunstanciales y sólo me llevan a comprender lo frágil que soy para muchas cosas (a veces para las más insignificantes) y la suerte que tengo de saber aceptarlo y, a la vez, de reírme mí misma. Me gusta hablar en ocasiones de esa fragilidad porque sé que mi carácter positivo provoca que la mayoría de la gente piense que soy una roca: fuerte, valiente, decidida... y todas esas zarandajas, que son tan mías como sus contrarios. No soy ninguna superwoman ni quisiera parecerlo.
Vuestros ánimos y vuestro cariño son correspondido. Mil gracias.
Un besazo a todos.
Ay, Isabelita de mi vida y de mi corazón... cuánta visita médica... Yo, que soy tozuda como mi amona, nunca me hago chequeos de nada, y al dentista habré ido cinco o seis veces en mi vida. Ella tampoco fué y cuando se quedó sin dientes allá por los 80 años, se quedó sin dientes y santas pascuas (mi madre que murió a los 89 aún tenía su dentadura). Me parece que yo haré lo mismo que mi amona... aunque como fumo, quizá los pierda antes... entonces me lo tendré que pensar... Bueno, querida, que todo eso te sea leve, lo del quiste y lo del hombro porque sí que eres muy especial animando a todo el mundo y te queremos mucho. ¡Ánimo! Muchos, muchos besotes, M.
después de haber pasado una tortura semejante para terminar poniéndome una vía en la mano (claro que duele y molesta)y efectivamente decir que tengo las venas raras, pequeñas y estrechas, las últimas veces yo he terminado llorando y estaba pensando cuando te leía, jolín que güevarios tiene esta mujer... hasta que sí efectivamente has llorado, ya no me siento tan quejica, gracias y un beso muy fuerte. :)
Anoche te lei, pero estaba tan cansada que no pude ni escribirte.
Siento que pasaras por ello, de veras :)
Mira, en mi último embarazo, me paso algo parecido... resulta que me hicieron amniocentesis y el médico, no sabía, estaba en periodo de pruebas o algo, alguien a su lado le daba órdenes, no se si sabrás que cada pinchazo en la amniocentesis tiene un riesgo de aborto, no recuerdo el porcentaje.
Entonces ya vas con miedo, por lo avanzado de la gestación... pues nena, le costó 4 pinchazos.
Yo ya estaba decidida a irme, cuando por fin hizo diana, fue tremendo , escuchar como el que estaba al lado le decía, cuidado, que pinchas el abdomen del feto, más a la derecha, no sigas, sigue, para... dios!! me sentí un conejillo de indias, acabé desmayándome a la salida... ufff!!
Besos, y feliz día , preciosa y ánimos :)
Sólo mandarte un beso cariñoso y solidario.
Por cierto: la foto, muy buena.
Nena: ¡que no estás sola! Me encanta tu personal forma de afrontar los tropezones. Eres cojonuda, de veras. Un besazo. Àngela.
La paciencia tiene un límite y hay que quejarse en voz alta.
MAFALDIA, gracias por tu comentario. A veces creemos que podemos soportar todo, o casi, y no, que no. La verdad es que soy poco llorona, pero cuando lo hago me siento estupendamente, como si sacara parte de la mierda que llevo dentro. Creo que es bueno sentirse chiquita de vez en cuando.
Un besazo.
DIANNA, corazón, lo que me cuentas es todavía mucho peor habiendo un niño por medio. Yo comprendo que no somos perfectos, pero, joder, en cuestiones de salud deberían exigir mucha profesionalidad. Bastante tiene una con sus chirridos de goznes como para que, encima, venga alguien a apretarte más los tornillos...
Gracias por tus ánimos. Ya pasó y ahora, a seguir riendo. :-)))
Un besote.
PEDRO, gracias por ese beso cariñoso y solidario.
Me encanta distorsionar las imágenes, son de las pocas cosas que se dejan...
Otro beso para ti.
ANGELA, ¡alegrón de leerte! A ver si te llamo, que tengo ganas.
Gracias, cariño, sé que tú siempre estás ahí. Lo puedo sentir.
Un besazo SÚPER.
JAVIER, es que mira que nos cuestas dejar aflorar las debilidades...
Un besazo, amigo.
Joder, Isabel.
Recuerdo una entrada tuya que hablaba de una mamografía...
Nunca me he sentido tan frágil como una vez antes de entrar a quirófano, me dejaron en el pasillo, desnuda, sólo cubierta con una sábana verde, Tenía que esperar a que acabaran de limpiar una de las salas del quirófano. No sé el tiempo que estuve. Me sentí tan poca cosa...Recuerdo que estaba cerca de una ventana y podía ver el cielo, azul intenso...
Me caían lágrimas...
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Es jodido estar enfermo.
Es jodido.
Tengo miedo y pánico a que me hagan un scaner, por ahora no he pasado por ello...
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Un beso muy fuerte y te mando mi energía, mi primo Jesús cree mucho en todo esto y estoy intentando aprender.
Un abrazote, corazón.
te dejé un comentario, ay como me jodería que se haya perdido en la virtualidad
No, Pilar, no se perdió tu comentario, a veces las máquinas nos juegan estas pasadas. No tengas miedo de nada, ni siquiera de un escáner. Te aseguro que pasar hambre debe ser mucho peor. Nosotros al menos tenemos buenos médicos, buenos hospitales, buena atención, aunque nunca dejamos de quejarnos.
Recibo tu energía como el mejor regalo, yo también creo que la energía se puede transmitir.
Un besazo super gordo.
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