¿Con qué lo construyen, mami?
Pero mami estaba ocupada en otras cosas y no le respondió.
Quizá sueltan un hilo como las orugas, o lo hacen con saliva, o traen cosas del campo tan pequeñas que yo no las puedo ver.
Al tiempo que lo decía se acercaba cada vez más al cristal hasta aplastar su pequeña nariz contra él.
¿Para qué hacen esas casitas tan raras, mami?
El silencio volvió a ser la respuesta.
A lo mejor son habitaciones para invitar a sus amigas, pero si se meten dentro de los huecos no podrán verse ni hablar tranquilamente. ¿Y qué comerán?
¿Qué comerán quiénes?
Esta vez mami sí le contestó al tiempo que entraba en el patio donde la niña se encontraba.
Las avispas.
¿Es que ha entrado alguna?
No, es que están construyendo su casita en la ventana y parece como una flor.
La madre se asomó y al ver el nido tan cerca cogió a la niña por un brazo metiéndola dentro de la casa.
¿Es que no sabes de sobra que las avispas cuando pican hacen mucho daño?
Sí, claro que lo sabía, y también el miedo que había pasado, tanto que cuando recibió el picotado días antes salió corriendo hacia su habitación para pedirle al Niño Jesús que tenía sobre la mesilla de noche que le quitara el dolor y no la dejara morirse.
Pero mami, con el cristal no pueden entrar y no me pueden picar. Déjame que vea cómo terminan su casita.
Mañana, mañana la ves, que ya estará muy grande, y seguro que aún habrá más avispas.
Ahí sólo había dos, quizá mañana vengan más para ayudarlas.
Seguro que sí, pero ahora vete a jugar que en el patio hace mucho calor.
Le costó coger el sueño pensando en el nido de avispas e imaginando el tamaño que habría alcanzado a la mañana siguiente. Soñó que se sentaban dentro de su casita alrededor de la mesa para tomar la merienda y que su madre les regañaba si se dejaban algo en el plato.
Apenas las luces del amanecer comenzaban a iluminar tenuamente el cielo y las estrellas se iban apagando de forma casi imperceptible, salió la niña al patio frotándose los ojos de sueño para ver la casita de las avispas. Su decepción fue tremenda cuando comprobó que ya no estaba.
¿Se habrá caído? Estaba sujeta con un hilo muy fino y a lo mejor se ha roto por hacerla demasiado grande.
Salió al corral para ver si se hallaba allí y no pudo evitar emitir un quejido de disgusto. El nido, que no había crecido nada, apareció caído al pie de la ventana y a su alrededor se encontraban retorcidos los cadáveres de las dos avispas. Con un ladrillo de los que su padre guardaba en la caseta de obras las aplastó junto con el nido. Después, satisfecha de su azaña, se volvió a meter en la cama.
Aguijones de desamor y poesía.
9 comentarios:
Qué mala vida les damos a las pobres avispas. Te veo creativa: me alegro.
Besos.
Mira, yo tambien las hubiese aplastado con un ladrillo... Besotes, M.
Como soy incapaz de matar un bicho y tenemos un avispero en el trabajo, intenté sacar a una por la ventana con un folio, con tan mala pata que se metió por dentro de la camisa y me arreó un buen mordisco. Doy fe de que duele muchísimo y que un ladrillazo a tiempo es más saludable
La construcción de la colmena es chula, me ha recordado a las flores extremeñas (dulce)
Tengo respeto a las avispas,me han picado y es entonces cuando aprendemos a respetarlas,pero creo que tengo hecho un pacto con ellas, no las temo... en un pueblo de la Sierra de Huelva hubo restricción de agua por sequia hace años y me tocaba ir a la fuente del pueblo a llenar cantaras para el consumo del día, las avispas revoloteaban alrededor del caño y yo iba vestida con mi seguridad ignorandolas y me respetarón, creo que me duelen mucho más los aguijones humanos.
Mmmmmmmmmm...
Me temo que hay algo simbólico que se me escapa.
Besis, wapy.
Y yo también. Las avispas me dan miedo porque mi marido es alérgico y cuando le pica alguna tenemos que correr...
Aún recuerdo la última que me picó. Vino directa sin provocación previa. Yo estaba tendiendo ropa. Mi mano estuvo unos días como una morcilla de Burgos.
Un besito
Llevas razon hermosa... hay aguijones que duelen mas que la picadura de una avispa. Norlamente somos capaces de aplastarlas como cuentas, pero no somos capaces de aplastar ese otro tipo de aguijon que nos causa un dolor que a veces dura toda la vida.
Como dice Pedro... te veo muyyy creativaaa jejejeje
BESOSSSS
Como decía alguien en los comentarios," duelen mucho mas los aguijones de los humanos" pero lo he comprobado, si te estas quieto no suelen hacerte nada, las avispas.
Moraleja,a veces hay que pasar de casi todo, o no parar quieto y convertirte en una avispad@, según el momento.
Un beso.
Tengo que confesar que tengo verdadero panico a las avispas. Pero el miedo crece, cuando las avispas somos nosotros mismos. Es increible ver como en un momento, lo que tanto trabajo te ha costado realizar, queda reducido a cero. Pobres avispas, a pesar de todo. ME ENCANTAN TUS RELATOS. MIL BESITOS!!!!!!!!!!
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